¿Sientes que el perdón es una misión imposible? ¿Lo has intentado pero por más que lo intentas sientes que no puedes perdonar? ¿Deseas hacerlo pero no sabes por dónde empezar? ¿Qué tal si iniciamos en la verdad de la Palabra de Dios?
Cuando se trata del perdón, la Biblia no nos da simplemente una definición en palabras, sino en una persona: Jesucristo, dándonos así el tesoro más valioso. Los siguientes versículos nos muestran esta realidad acerca del perdón de Dios.
«En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él.En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados.Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros» (1 Juan 4:9-11, énfasis añadido).
¿Notaste esa palabra compleja «propiciación»? Se refiere al sacrificio de Cristo a nuestro favor, pagando por nuestros pecados para satisfacer la ira de Dios y reconciliándonos delante del Padre (Ro. 3:23-26). El perdón de Dios es el corazón del evangelio, por lo tanto, es vital que comprendamos cómo Dios puede perdonar al hombre pecador y seguir siendo justo. Debido a que el perfecto Hijo de Dios se hizo hombre, vivió en completa obediencia para con el Padre, murió en nuestro lugar y resucitó al tercer día, es que Dios acredita Su justicia al hombre vil y pecador y seguir siendo completamente justo (2 Cor. 5:21; Ro. 4).
Sin el perdón de Dios no podemos ser reconciliadas con Él, salvadas o justificadas; seguiríamos en nuestro camino al infierno, viviendo condenadas a pasar la eternidad separadas de Dios, puesto que Su santidad no puede permitir una sola mancha en el que se acerca.Y, amada joven, recuerda que esa era nuestra vida sin Cristo, estabamos separadas del Señor porque nuestro pecado nos separa de Él (Is. 59:2; Ef. 2:1-6; Rom 3:23; 5:8-10). Nosotras no merecemos el perdón de Dios, sin embargo por el gran amor del Señor, Él ha otorgado Su gracia «en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom 5:8).
Generalmente cuando usamos la expresión «no puedo perdonar» queremos comunicar una de dos cosas: «no tengo la capacidad» o «no tengo el deseo». Sin embargo, creo que la mayoría de las veces lo que en realidad intentamos hacer es justificar nuestra falta de perdón hacia quienes nos han dañado. A decir verdad, es posible que en ciertas circunstancias puedes pensar y sentir que en realidad jamás podrás perdonar tal o cual ofensa; puede que estés enfrentando una situación bastante difícil ahora mismo, o que en tu niñez enfrentaste dolores que te orillan a lidiar con las heridas hoy. Si este es tu caso, quiero que sepas que cualquiera que sea tu situación, si tú has experimentado en carne propia el perdón de Dios, no hay nada que no puedas perdonar.
Hay esperanza para ti
La gracia del Señor que es suficiente para lavarte de tus pecados y para ayudarte a perdonar a otros. Recuerda que la gracia que te alcanzó a ti está al alcance de todo vil pecador que se arrepiente. ¡Qué hermoso es pensar que el Señor entiende los dolores que el daño de otros nos pueden causar, y camina con nosotras en medio de ellos mientras que nos provee la gracia para perdonar a los que nos ofenden!
Jesucristo mismo, habiendo vivido como hombre, enfrentó las amarguras y decepciones de esta vida en carne propia. Fue rechazado por Sus hermanos (Juan 7:1-10), negado por Su seguidor fiel (Mt. 26:31-35), abandonado por Sus discípulos a la hora de su arresto, entregado a muerte por Su propio discípulo (Mt. 26:47-56), y clavado en la cruz por la misma gente a la que Él había sanado, alimentado y amado (Mt. 27:15-23). Él experimentó la más grande crueldad e injusticia humana para perdonar nuestros pecados (2 Cor. 5:21), y, ¿cuál fue Su clamor al estar en esa cruz? «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
Con el perdón de Dios en nuestras vidas y el ejemplo de Jesucristo, entendemos que perdonar no es una mera acción o decisión, sino una actitud del corazón que resulta de experimentar el perdón y amor de Dios viviendo en nuestros corazones. Sí, es verdad que hay situaciones que son bastantes difíciles de enfrentar, perdonar y olvidar, pero quiero que sepas que cualquiera que sea tu situación, si tú has experimentado el perfecto perdón de Dios, joven verdadera, tú puedes perdonar a otros a través del perdón que el Señor te ha otorgado a ti. Si estás en Cristo, tú puedes perdonar porque conoces la fuente de toda gracia, amor y perdón.
Tres verdades a la hora de perdonar
- El perdón es la demostración más clara del evangelio, y nosotras existimos para ser un reflejo de este en la tierra. El Señor nos manda perdonar y, por lo tanto, lo honramos con nuestra obediencia. De igual manera, Él nos da la gracia para poder perdonar. No podemos hacerlo solas, ¡pero Él está con nosotros! Lee los siguientes textos acerca del perdón, medita en ellos y pídele al Señor que te enseñe cómo vivir conforme a la verdad de Su Palabra.
- Efesios 4:32
- Mateo 6:14,15; 18:21-22
- Todo pecado es en contra de Dios, y Él dará el pago a cada hombre según sus obras (Ro. 2:6). Recuerda que quien te ofendió necesita el perdón de Dios tanto como tú. En ocasiones, cuando hemos sido ofendidas, es fácil ver el pecado del ofensor e ignorar o minimizar nuestro pecado, comparándonos con aquellos que nos han ofendido. Pero debemos recordar que nuestro estándar es la Palabra de Dios y todas estamos lejos de la gracia de Dios (Ro. 3:23).
- Dios está dispuesto a perdonar a todo aquel que se arrepiente (Jn. 3:16-19, 1 Jn 1:9, Sal 86:5, Ex. 34:7) y nos manda a imitarlo (Ef. 4:32, Mt. 6:14-15). Por lo tanto, perdonar es un deber para toda hija de Dios, y la gracia para perdonar se nos ha sido dada. Perdonar no significa que la relación volverá a ser igual, pero que a pesar de todo escoges dejar atrás el pasado y extender la gracia en el presente.
Por último, en Mateo 18:23-35, Jesucristo explicó la parábola de los dos deudores demostrando en una vívida historia nuestro inminente deber de perdonar «pequeñas ofensas» al recordar el gran perdón que el Señor nos ha extendido a pesar de nuestras «muy grandes ofensas» para con Él.
Amada joven, contempla a Cristo en la cruz, Su amor y perdón para contigo, y búscalo en constante oración para que puedas experimentar Su gracia al perdonar lo que haya que perdonar en tu vida.
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