Cuando seguir viviendo no tiene sentido

Escrito por Karen Garza

«¿Por qué seguir viviendo? ¿Para qué continuar en este mundo si en algún momento lo dejaré? ¿Qué sentido tiene seguir viviendo?». Recuerdo pasar horas y horas haciéndome preguntas como estas. Pienso en mi adolescencia como el momento más oscuro de mi vida, llena de descontento, cuestionamientos filosóficos sin respuesta y cinismo puro. No fue necesario que viviera muchas decepciones para sentirme con despropósito y cuestionarme qué sentido tenía continuar viviendo. 

La realidad es que este mundo es efectivo en hacernos cuestionar sobre la vida y su valor. Quizá en este momento pienses que no tiene sentido continuar viviendo; quizá, como a mí me sucedió, el pensamiento de la muerte como escape se ha anidado en ti. Si es así, déjame compartirte algunas verdades bíblicas que me han sostenido hasta el día de hoy.

La vida es dada por Dios

Recuerdo que una de las mentiras que me atormentaban día y noche era que mi vida no tenía propósito alguno. Fue hasta que una amiga me invitó a un retiro de jóvenes que escuché a un predicador hablar sobre cómo Dios nos había creado y diseñado con tanto detalle y para un propósito específico: disfrutarlo y glorificarlo por siempre. Esta verdad tan sencilla revolucionó mi vida. 

Entender que yo no era un error cósmico, sino un ser que Dios había pensado, diseñado y dado aliento de vida, me hizo apreciar la vida. Saber que el Dios bueno y sabio me creó, que tiene contados mis días, y el propósito eterno para cada uno de ellos, me hizo valorar desde el día aparentemente más insignificante, hasta el día más difícil de mi vida.

Cuando entendí que la vida es dada por Dios, comprendí que nosotras no somos capaces de evaluar nuestra vida y su sentido. El valor y propósito de nuestra vida es dado exclusivamente por Aquel que nos creó por Su propia voluntad. 

La vida no es fácil

La Biblia no niega la realidad de que esta vida es difícil, sino que habla de una manera cruda y directa sobre el sufrimiento de hombres y mujeres. Encontramos en ella salmos oscuros y fúnebres, personas clamando para que Dios les quite la vida; decepciones, traiciones, enfermedades y muertes; libros enteros sobre el sufrimiento; y a Jesús mismo sufriendo hasta derramar toda Su sangre.

El dolor es real. Tu dolor es real. Dios nos creó para tener una relación íntima y perfecta con Él, pero, debido al pecado en Génesis 3, el sufrimiento se volvió parte inevitable de la experiencia humana. En otras palabras, sufrimos y sufriremos en este mundo. Jesús mismo nos lo dijo: «En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). El cristianismo verdadero no promueve un falso optimismo o un rechazo a la realidad, sino todo lo contrario. Sabemos que el pecado es real, por lo que no negamos que el sufrimiento también lo es.

Dios es misericordioso

Dios nos dio la vida, y en esta vida sufriremos. ¿Es esto justo? ¿Vale la pena seguir viviendo? 

Cuando vemos tanto sufrimiento, tantos problemas y la oscuridad que rodea al mundo, podemos llegar a quejarnos contra Dios; por esta razón, es muy importante comprender que el sufrimiento vino debido a nuestra rebelión contra Dios. No sufrimos porque Dios quiera lastimarnos o desee mal para nosotras, sino como consecuencia de la caída. Entendiendo esto, pudiéramos pensar que Él nos ha abandonado en nuestro sufrimiento, pero amada, basta con mirar a la cruz para darnos cuenta de que Dios es misericordioso.

El evangelio de Jesucristo nos da evidencia de que Dios no es ajeno a nuestro dolor y necesidad de salvación. Él se encarnó para vivir una vida humana y real. Él sufrió, conoció y resistió toda tentación, se identificó con el hombre en su debilidad y limitaciones, pero nunca pecó. Después, entregó Su vida perfecta en el madero para morir en nuestro lugar, dando perdón, limpieza de pecados, y esperanza de vida eterna a todo aquél que crea en Él. 

De algo estoy segura, si no existiera Dios y no hubiera una esperanza eterna, seríamos las más dignas de lástima en todo el universo. Medítalo. Seres pensantes, capaces de sentir, reflexionar y filosofar, en búsqueda de propósito y plenitud, pero abandonados a la triste realidad de nuestra vana existencia. Sin embargo, gloria a Dios porque esto no es así. Dios es real y en Cristo nos ha dado esperanza eterna. 

Es importante mencionar que ni aún la vida cristiana nos exenta de los efectos de la caída en cada esfera de esta vida, pero sí nos exenta de algo: de caminar solas. El gran aliento para continuar es que Dios es misericordioso y fiel para con Sus hijos.

Podemos ver esto en uno de los salmos más conocidos, memorizados, cantados y predicados: el Salmo 23:

El Señor es mi pastor,
Nada me faltará.
En lugares de verdes pastos me hace descansar;
Junto a aguas de reposo me conduce.

Él restaurami alma;
Me guía por senderos de justicia
Por amor de Su nombre.

Aunque pase por el valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo;
Tu vara y Tu cayado me infunden aliento.
Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos;
Has ungido mi cabeza con aceite;
Mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa del Señor moraré por largos días.

El salmista sabía que habría momentos de su vida en donde estaría en pastos de descanso, y otros en donde estaría en valles de sombra de muerte. Pero la fuente de su confianza y aliento estaba en la convicción de que el Señor era su pastor, que estaría con él en todo tiempo, y que sería fiel para conducirlo hasta Su morada eterna.

Amada, habrá momentos en la vida en donde parecerá que no tiene sentido seguir viviendo, pero le pido a Dios que en esos momentos puedas encontrar aliento en saber que, aún ahí, tu Señor estará contigo y que será fiel en sostenerte y guiarte hasta que a Él le plazca llamarte al hogar eterno junto a Él.

La muerte no es nuestro descanso, Cristo sí lo es.

La muerte suele ser muy tentadora cuando la vida es abrumadora. Solemos desear la muerte como escape porque creemos que la muerte nos hará descansar, pero el problema de esto es que se nos olvida que la única razón de por qué la muerte es ganancia para el creyente, es porque Cristo, el objeto de toda nuestra fe, confianza, afecto y descanso en vida, estará allí.

Esto quiere decir que la muerte no es nuestro descanso, Cristo sí lo es. La buena noticia es que Cristo está presente en cada creyente ahora mismo mediante Su Espíritu. Pero si no eres creyente, basta solamente con mirarlo y confiar en Él para gozar de una unidad eterna con Él de hoy en adelante. No necesitamos morir para disfrutar del consuelo, descanso, y aliento de Cristo. Sin duda, cuando el Señor nos llame a Su presencia, disfrutaremos de la plenitud de Su presencia y de nuestra redención; pero desde hoy podemos probar y comprobar la gloria de estar unidos a Cristo por medio de Su Espíritu. 

Con Su ayuda podremos esperar en Él en tiempos amargos, y confiar en que cada día puede ser fructífero en Él. Podremos gozarnos en la esperanza de que aún el peor de los sufrimientos será temporal, alentarnos en que la obra de Cristo fue suficiente, y consolarnos en que Jesús nos entiende y socorre en esta vida. Con Su ayuda, cuando experimentemos pensamientos de despropósito de la vida, podremos recordar que fuimos creadas para algo más que este mundo. Por esta razón, ¡vale la pena confiar en Dios y vivir para Él!

Cuando seguir viviendo resulte no tener sentido, recuerda a Salomón en Eclesiastés. Este libro erróneamente catalogado como cínico, nos da una visión cruda de la vida. Es cierto que «bajo el sol» todo es vanidad, que no hay nada nuevo, y que todo es temporal; sin embargo, el énfasis de Eclesiastés está en que la vida más gozosa y fructífera es la que tiene la mirada puesta por «encima del sol». Recuérdale cada día a tu alma que tu vida encuentra su sentido solamente en Dios. 

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