A veces preferimos no leer la Biblia y eso solo nos aleja del lugar que Dios ha provisto para comunicarnos quién es Él. Es difícil reconocerlo. De hecho, podríamos inventar miles de excusas antes de pronunciar esa frase, pero creo que es más sano reconocerlo. Podemos saber cuál es la razón, pero a veces nos es difícil discernir lo que está dentro del corazón.
Recuerdo el «Progreso del Peregrino» de John Bunyan y a veces no puedo evitar sentir que vivo en la ciudad Vanidad donde está la feria y que me llevan a vacilar y desviar mi caminar. Otras veces me veo en oscuridad debido a la depresión y ansiedad, y quizá sea así en ti o quizá no… Es posible que los pendientes llenen tu mente y abrumen tu corazón o que las redes sociales y las muchas mentiras divulgadas ahí absorban tu devoción, o simplemente que tu corazón esté naufragando en un mar de confusión y dolor.
Me ha pasado, he dejado mi lectura a un lado, me he enfriado y si fuera por mí (hablo de mi naturaleza pecaminosa), ya me hubiera alejado del Señor. Pero cuando Dios empieza una obra, la termina (Fil. 1:6) y en cada momento de debilidad he recibido Su gracia para continuar caminando en fe. Así será en cada una de nosotras que está en Cristo Jesús. ¡Dios es fiel!
Así que, hoy quiero compartir contigo algunas verdades que te animarán a leer la Biblia cuando prefieres no hacerlo, quiero compartirte de la gracia que Dios me ha dado por medio de Su Palabra, las verdades que me han animado a preferir leer la Biblia:
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Leer la Biblia es escuchar a nuestro Padre, Dios y Creador, y Su corazón siempre rebosa en amor.
Es posible olvidar que detrás de la Biblia hay un corazón, y que es el de Dios. En las relaciones humanas podríamos tener incertidumbre sobre el corazón detrás de sus palabras, pero con Dios no puede ser así, dado que Él mismo nos ha hecho saber que Él es amor y, ¿cómo dudar de Él? No puede mentir.
Dios nos ha demostrado por medio de Su Hijo Su disposición hacia nosotras, nos ha hecho saber que nos ama y que desea tener una relación íntima y verdadera con nosotras porque envió a Su Hijo unigénito para que así fuéramos reconciliadas con Él una vez y para siempre.
Entonces, podemos confiar plenamente en que Sus palabras siempre vendrán de un corazón de amor y poco a poco esa confianza nos llevará a desear escuchar Sus palabras, incluso cuando a veces duelan.
Sin duda, cuando hay dolor o sufrimiento podemos hundirnos en un mar de sentimientos y dejar al lado la Palabra del Dios que nos ama profundamente y que en esos momentos desea brindarnos consuelo. Nos conviene recordarle a nuestra alma del gran amor de Dios demostrado en la cruz y seguir Su consejo de buscarlo en Su Palabra.
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El valor de la Palabra de Dios y su efecto en nuestra alma es inigualable.
El Salmo 19 es de mis favoritos porque durante una temporada de mi vida, Dios me inclinó a meditarlo y me bendijo. Parte de lo que pude ver es que el efecto que tiene la Palabra de Dios en nosotros los creyentes es que restaura el alma, hace sabio al sencillo, alegra el corazón, alumbra los ojos, nos amonesta (Sal 19:7-9, 11). Es algo que todas anhelamos y necesitamos, pero fallamos en buscarlo diligentemente en el lugar correcto. Sea cual sea la razón de no ser diligentes en la lectura de la Palabra de Dios, no vale la pena perdernos de lo que más necesitamos: tener comunión con Dios nuestro Padre y los efectos de eso.
En el versículo 10 del Salmo 19 hay dos elementos que el salmista toma y usa para comunicarnos verdades acerca de la palabra de Dios: uno es el dinero. ¿Qué se considera más valioso que el dinero? Prácticamente nada. El mundo grita y promueve «si tienes dinero, lo tienes todo», ignorando que es imposible que éste nos salve el día del juicio final. Pero el salmista nos comparte la verdad: que escuchar y poseer la Palabra de Dios es aún más valioso y deseable que tener mucho oro. Y ¿por qué lo compara con el oro? Me inclino a pensar que es por lo que ha escrito en los versículos anteriores. David conoce a Dios, el inigualable valor de Su Palabra y los beneficios intangibles que trae a nuestra eterna alma.
Otro elemento en ese versículo, que en lo particular me encanta, es la miel y su dulzura. Amo los postres, me resulta difícil comer sin terminar con un postre. Así que cuando leí que el salmista trajo un alimento dulce para describir la Palabra de Dios, pensé en el hecho de disfrutarla, saborearla y verla como algo delicioso, apetecible. Esto contrasta con ese tipo de comentarios que a veces escuchamos y dan a entender que leer la Biblia es algo similar a comer espinacas, lo cual no es delicioso, pero que ocupas comerlo porque te hace bien, ¡qué mentira! Lo que no te voy a negar es que a veces no lo sentimos así, no degustamos la dulzura de Su palabra, pero pidiéndolo en oración lo recibiremos porque nuestro buen Dios quiere darnos ese deleite.
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Parte de los regalos que Jesús compró para ti y para mí es la santificación que se obtiene por medio de la Palabra de Dios (Juan 17:17).
Es muy popular escuchar «medios de gracia» en este tiempo y es común olvidar que gracia es similar a un regalo inmerecido. Justo eso es la santificación, un regalo inmerecido.
Hablando de regalos, todas hemos dado un regalo, normalmente es una expresión de amor y eso que regalamos nos cuesta y decidimos hacerlo porque queremos que la persona tenga ese objeto o experiencia, probablemente porque es bueno y le va a ayudar o lo va a disfrutar.
Cuando pensamos en la santificación, no es usual verlo como un regalo, ¡pero lo es! Tuvo un costo muy alto, vino como resultado de la obra de Cristo y es algo que Jesús desea para ti y para mí que estamos en Él.
Cuando no somos diligentes en leer la Palabra de Dios y buscar nuestra santificación, estamos menospreciando este gran regalo de compartir con Cristo Su santidad, ¡y su santidad es hermosa!
Amada joven, como estas verdades, hay muchas más en la Biblia que nos animarán en los momentos donde preferimos no leer Su Palabra. Lo importante es no desistir y poner de nuevo nuestros ojos en Jesús, acercarnos en oración, agradecer, confesar y pedir ayuda. ¡Hay gracia para eso!
El Señor Jesús no se bajó de la cruz aunque podía, no nos dejó morir, ni lo hará, y vaya que sabía por quiénes moría y en la condición caída en la que nos encontramos. Él entiende y por eso mismo fue necesario que Él nos salvara, porque nosotras no podemos, ocupamos Su ayuda. Por eso mismo, nos ha dado Su Espíritu y muchas promesas (entre ellas el completo perdón de nuestros pecados y la sobreabundante gracia que podemos obtener en Cristo usando los medios que Dios nos ha dado: la Biblia, la oración, la Iglesia, etc.) para que andemos por fe.
¡Ánimo! Todas estamos batallando, ya sea en un área o en otra, pero se trata de ir caminando juntas y ayudarnos mutuamente en amor.
Si te sientes estancada o que estás batallando mucho para leer la Biblia, te recomiendo buscar ya sea al pastor de tu congregación o a alguna hermana para que le compartas tu situación y recibas ayuda de este otro medio de gracia que Dios nos regaló, Su iglesia.
Dios es nuestro ayudador y nos ha provisto de muchos medios para ayudarnos ¡úsalos confiando en Sus fieles promesas!
«No temas, porque Yo estoy contigo; no te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré. Sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia». -Is. 41:10
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