Me siento como que estoy de pie sobre la plataforma de clavados, viendo nadador tras nadador saltar; doblan sus piernas en una sentadilla profunda, balancean sus brazos, se extienden, y después se impulsan al aire, salpicando el agua. Sus clavados parecen fáciles, elegantes, y cada uno es único.
Yo también quiero saltar por la plataforma de clavados. Quiero saltar de la orilla como un resorte.
Pero sigo esperando. Quiero ver como cada nadador se prepara para su salto o como se zambulle. Les aplaudo y tomo notas mentales para ver que podría hacer cuando yo lo haga.
Oh, ¡qué buen salto!
Wow, me encantó ese giro
Hey, ¡buen clavado!
Algunas veces doy un paso hacia el frente, considerando seriamente caminar hasta el final de la plataforma. Pero luego me convenzo a mí misma de no hacerlo. Aun no estoy lista. Me voy a ver muy tonta o me voy a equivocar. Mis largas y torpes piernas pudieran incluso tropezarse y salir de la tabla antes de que llegue a la orilla.
Así que allí estoy, observando. Sabiendo que he sido llamada a estar en esa piscina. Sabiendo que mis pies se deberían estar moviendo. Sabiendo que este clavado importa, pero sintiéndome demasiado temerosa o perfeccionista o incomoda o inadecuada.
Y luego un temor intenso se desliza como niebla incierta: ¿Qué si nunca doy el paso y me zambullo?
¿Qué es lo que nos detiene?
Así es como me he sentido respecto al ministerio en el último año más o menos, como observadora. Veo, y tomo notas, y animo a otros, y desearía poder tener el valor para dar el paso y zambullirme. Soy coleccionista de ideas y pensamientos, de sentimientos y palabras, de plumas y libretas. Las guardo hasta que creo que he descubierto el uso perfecto para ellas. Están guardadas en mi mente o en mis estantes.
Mis intenciones son reales, pero no soy una persona ambiciosa, ni siquiera alguien que tome riesgos. Hago las cosas que son seguras y acumulo mis intenciones como cachivaches que seguramente algún día voy a utilizar…
Otros escritores están expresando la verdad tan vibrantemente. Otros ministerios son maravillosos en el juego de las redes sociales. Yo los veo. Yo les animo. ¿Pero por qué no doy un paso hacia adelante... un paso y luego el que sigue, en fe confiada?
¿Te ha llamado Dios a una tarea? ¿Te ha presentado Él una oportunidad única en tu vida? ¿Son tus dones dados por Dios tan claros como el agua?
¿Estás tú de pie en el margen, viendo a otros ir y hacer, sabiendo que tú también deberías? ¿Qué es lo que te detiene? Si la oportunidad de zambullirte en la piscina, por así decirlo, está justo frente a nosotras, ¿por qué no contamos hasta tres y saltamos en fe?
Excusas y desobediencia
Siempre es sabio entrar a una nueva oportunidad con cautela y oración. Pedimos sabiduría y guía de Dios y de personas piadosas (Sant. 1:5–8). Pero si no tenemos cuidado, la duda y la preocupación pueden deslizarse en la mezcla. De pronto, lo que una vez fue cautela saludable y sabia, se ha transformado en temor repugnante.
- Temor al hombre
- Temor de fallar
- Temor de desilusionarnos a nosotras mismas
Y entonces, el temor patrocina la parálisis. Sostenemos una canasta llena de excusas y razones para no comenzar; el temor mantiene la canasta completamente llena y pesada. Somos inactivas e inefectivas.
Y aquí está el gran trozo de verdad que debemos tragar: este estancamiento necesita un nombre diferente, se llama desobediencia.
No, me estoy deteniendo por incertidumbre, no por desobediencia, estás pensando. Lo sé, me he estado diciendo esto a mí misma por meses. Pero si el temor, que no es de Dios (1 Juan 4:15–18), es el que está en el asiento del conductor, en lugar de la fe en un Dios todopoderosos, ¿no estamos escogiendo la desobediencia?
No le estamos diciendo a Dios, «me voy a quedar aquí por un tiempo sintiéndome nerviosa e inadecuada. Yo sé que Tú quieres que me mueva y vaya y sirva y ame, pero no creo que ya tenga lo que se necesito».
Eso es desobediencia. Él dice, «ve». Nosotras decimos, «no».
Somos Moisés con sus excusas en la zarza ardiendo (Ex. 3:10–15), en lugar de Caleb listo y dispuesto a tomar la tierra de Canaán en fe (Num. 13:26–30).
Conozco a las jóvenes que leen este blog lo suficiente como para saber que quieren ser obedientes. Quieren ir a donde Dios las llama y servirle como Él ha pedido. ¿Así que, cómo nos deshacemos de la parálisis que nos trae el temor, y obedecemos, incluso cuando tenemos miedo? Dios me ha estado ayudando a explorar estas preguntas en Su Palabra, especialmente en el libro de Ester. Visita el blog mañana, y abordaremos estas ideas juntas.
Mientras tanto, me encantaría escuchar de ustedes.
- ¿Hay áreas en tu vida donde te sientes paralizada, incapaz de moverte por el temor?
- ¿Hay algo que Dios claramente te ha llamado a hacer en Su Palabra que no estés haciendo?
- ¿De qué tienes miedo, específicamente? Si no estás segura, pidele al Señor que te ayude a nombrar tus temores y después escríbelos.
Todas estamos paradas sobre esta plataforma de clavados. Al profundizar en la Palabra de Dios juntas el día de mañana, estoy orando que encontremos la confianza para saltar.
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