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Hace unos días mientras estaba viendo mi celular y veía reels que me aparecían. Vi uno que me causó gracia, pero a la vez me llamó mucho la atención; era una flor que estaba cantando, o más bien gritando, mientras había una enorme tempestad y pues la pobre estaba ahí tratando de mantenerse en pie. Eso me recordó cómo muchas veces nosotras y ustedes las más jóvenes nos vemos en medio de situaciones que literalmente nos mueven el piso o nos sacan la alfombra de debajo de los pies, y nos encontramos en el suelo o luchando para mantenernos en pie.
Y quiero llamar la atención de ustedes sobre una figura muy emblemática que todas vamos a entender lo que significa: un ancla. No voy a entrar en detalles de definición, pero sabemos que este artefacto es lo que hace que una embarcación se mantenga firme en lugar de irse a la deriva.
Algo que aprendí en mi vida y me hubiera gustado saber durante la juventud (creo que me hubiera evitado unas cuantas heridas emocionales) es que hay una conexión entre la mente y el corazón. La Biblia nos enseña que así como piensa el hombre, así es su corazón. Entonces, acompáñame a ver cómo podemos construir un ancla emocional para guardar nuestros corazones.
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Selección de materiales
Para que el ancla sea firme, tenemos que hacer una selección de los materiales de manera muy cuidadosa; estos deben ser firmes, resistentes y duraderos: hierro o acero. Pablo nos dice en Romanos 12:1 que no debemos conformarnos a este siglo y sus mentiras que no resisten y son cambiantes, así que esos no nos dan los materiales que necesitamos. Necesitamos la Palabra de Dios y Su verdad que es sólida, resistente y que dura por los siglos para poder crear con ella el fundamento donde construiremos nuestra identidad.
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Diseño y planificación
Luego que se tienen los materiales, hay que definir cómo queremos el ancla. Debe ir no solo acorde al barco, el diseño del ancla se basa en principios de ingeniería para asegurar su efectividad en diferentes tipos de suelo marino. Cada una de nosotras fue creada con un propósito y hemos sido plantadas en diferentes tipos de «suelo»; es por eso que, a través de la oración y el estudio de la Palabra, podemos comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta para nuestras vidas de manera particular.
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Forjado y moldeamiento
Quizá esta es la parte más difícil y un poco dolorosa. El hierro y el acero son forjados a altas temperaturas para darle la forma deseada y garantizar su resistencia. Hay que asegurarse de que esta ancla podrá soportar lo que se le presente en su travesía. La renovación de nuestra mente implica un proceso continuo de moldear nuestros pensamientos y actitudes conforme a la voluntad de Dios. Implica dejar cosas atrás, cambiar esquemas, costumbres, confesar pecados, alejarnos incluso de personas que queremos; estas cosas duelen, pero nos aseguran que en la medida que empezamos a ver las cosas a la manera de Dios, nuestra mente se irá fortaleciendo en Él.
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Enfriamiento y templado
Después del forjado, el ancla se enfría y se templa para aumentar su dureza y resistencia a la corrosión. La aplicación constante de la Palabra de Dios templa nuestras mentes, haciéndolas más resistentes a las influencias negativas del mundo. Como el ancla se diseña para cumplir un propósito específico, nuestra mente debe ser transformada para cumplir con la voluntad de Dios; y es de allí que lograremos sacar esa templanza para enfrentar los embates de las pruebas que llegarán a nuestras vidas.
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Pruebas de calidad
Todo producto antes de ser despachado debe someterse a un control de calidad. El ancla es sometida a rigurosas pruebas para asegurarse de que funcione correctamente bajo condiciones adversas. Esa es su fase final, ver si realmente el proceso de producción y confección ha sido el correcto. La renovación de nuestra mente requiere autoevaluación constante y ajustes mediante la oración y el estudio de la Biblia para alinearnos con la voluntad de Dios.
Así como la construcción de un ancla requiere un proceso cuidadoso y deliberado, la renovación de nuestra mente, según Romanos 12, es un proceso continuo que implica seleccionar cuidadosamente nuestros pensamientos, someterlos al diseño divino, transformarlos mediante la verdad de Dios, templarlos a través de la aplicación práctica de la Palabra y probar constantemente nuestra alineación con la voluntad de Dios.
¿Cómo está tu ancla? ¿Cuáles son los materiales que estás utilizando para tu ancla? Te leo en los comentarios.
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