Confesión de una niña (no tan) buena

No sé a ti, pero desde que tengo uso de razón todas las personas a mi alrededor esperaban que fuera una niña buena. Yo quería agradarles y me esforzaba por hacer las cosas correctamente, era aplicada en mis estudios, organizaba mi habitación y no les puedo negar que sentía una gran satisfacción al recibir los halagos y al escuchar los comentarios de que era una niña ejemplar.

Pero no siempre fue así, creo que todo comenzó a complicarse cuando yo misma llegué a creer que lo era, en el fondo (aunque nunca lo dije a nadie) me creía mejor que las demás niñas, pensaba que era más “cristiana” que las otras y me sentía merecedora de mayor consideración.

Públicamente mantenía una imagen correcta, pero dentro de mí se libraba una lucha silente. Aunque intentaba ser “buena” y todos estaban convencidos de mi “bondad”, luchaba con todo tipo de pecados en mi corazón. En realidad era como una tumba con un cuerpo podrido por dentro y por fuera pintada de blanco. No podía dejar que nadie viera lo que había dentro de mí, porque se escandalizarían y saldrían corriendo, me rechazarían y se decepcionarían.

Necesitaba mantener las cosas así… ¿hablarle a alguien de mis luchas? ¡Jamás! ¿Que todos supieran que no era tan buena como pensaban? ¡Nunca!

Mientras fui creciendo aprendí a manejar mejor las apariencias, confesaba a Dios mi maldad, pero pensaba que si “me portaba mejor”, Dios también podría verme como su niña buena. Y en ese juego interminable pasé años que sólo me dejaron mucho cansancio y frustración. No sentía el “gozo” que se supone debe caracterizar a una hija de Dios y me preguntaba una y otra vez por qué.

Hasta que un día me encontré con un versículo que abrió la puerta de mi sepulcro blanqueado (mi tumba pintada de blanco), ¡no podía creer que ese pasaje me estuviera atravesando el alma! Lo había leído muchísimas veces, pero nunca me había visto reflejada en él, te lo comparto:

No hay justo, ni aun uno;

no hay quien entienda,

no hay quien busque a Dios;

todos se han desviado,

a una se hicieron inútiles;

no hay quien haga lo bueno,

no hay ni siquiera uno.

Sepulcro abierto es su garganta,

engañan de continuo con su lengua,

veneno de serpientes hay bajo sus labios.

Romanos 3:11-13

En ese momento sentí como si escamas salieron de mis ojos, por tanto tiempo estuve engañada pensando que mi propia bondad era suficiente para ganarme el favor de los demás y el de Dios. Un pasaje más vino a mi mente:

Todos nosotros somos como el inmundo,

y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas.

Isaías 4:6ª

Todos mis intentos de hacer las cosas bien no fueron más que un trapo inmundo, no hay ni tan sólo un ser humano que pueda hacer lo bueno con sus esfuerzos. Cuán equivocada estaba, estaba mirando la cruz pero abrazando mis trapos sucios. A los ojos de Dios nunca hubo un record de bondad, sólo pecado había en mi cuenta, pecado del que necesitaba arrepentirme.

Con nuevos ojos pude ver mi maldad, mi horrible pecado de esconder la suciedad y mis ridículos intentos de engañar a los demás con una conducta moralista. Su Palabra resplandeció hasta en el rincón más oscuro y su gracia me liberó del ídolo al que servía: a mi misma.

Hoy quiero decirte que no soy la niña buena que pensaba ser… Y quiero decirte que tú tampoco. ¿Quieres saber quiénes en somos realidad?

Estamos muertas en nuestros delitos y pecados. (Efesios 2:5)

Somos enemigas de Dios (Colosenses 1:21| Efesios 2:3)

Somos hijas de desobediencia. (Efesios 2:2)

Somos hijas de Ira. (Efesios 2:3)

Estamos lejos de Dios. (Efesios 2:13)

Sí… eso es lo que somos, pecadoras en urgente necesidad del único bueno: Jesucristo, que muestra Su amor para con nosotras en que aún siendo pecadoras (¿leíste bien? ¡Él no nos rechaza por nuestro pecado!), ocupó el lugar que merecíamos para que ahora podamos recibir los beneficios de su muerte y resurrección. ¡Y esa sí es una BUENA noticia!

¿Y tú? ¿Tienes una historia que contar? Compártela en la sección de comentarios.

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Sobre el autor

Betsy Gómez

Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano … leer más …

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