Cómo vencer el chisme

Alguna vez has sido parte de conversaciones que incluyen frases como: «¿Te enteraste? ¡A que tú no sabes de lo que me enteré! Solo te voy a decir esto con la intención de que ores. Me enteré de que fulano o fulana…».

¿Puedes identificarte con alguno de los escenarios anteriores? Mi hermana, yo he estado ahí, prestando mis labios y oídos al «entretenimiento» de tales conversaciones. Debo admitir que el pecado del chisme es una batalla que he tenido en muchas ocasiones.

Pero hoy quiero invitarte a que me acompañes para juntas encontrar esperanza y sabiduría en el evangelio y poder ser transformadas a la imagen de Cristo.

De acuerdo con el diccionario RAE, el chisme se define cómo: «Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna. Sus sinónimos son: murmuración, rumor, mentira, enredo, lío, calumnia».

En el Libro de Números capítulo 12, encontramos una historia de dos hermanos sorprendidos por Dios por estar murmurando contra otro de sus hermanos. Esta es la historia de Moisés, Aarón y Miriam. Estos últimos lidiaban con la queja, los celos y la envidia, cuestionando las decisiones y el liderazgo de su hermano Moisés. Pero esos comentarios distorsionados no fueron tomados en cuenta por Dios, pues quien dirigía al pueblo y le decía que hacer a Moisés era Él. Moisés era Su hombre de confianza e instrumento (Números 12:8).

¿Qué sucedió con aquella Miriam de Éxodo 2:7 que amaba y cuidaba a su hermano menor mientras estaba en la canasta en el río? ¿Por qué ahora su reacción hacia Moisés era diferente? La raíz de todo ello fue dar lugar en su corazón a la amargura y al egoísmo. 

Hermanas, el chisme no es más que un reflejo de lo que nuestros corazones albergan: celos, envidia, competencia, inconformidad, falta de agradecimiento.

Miriam recibió una consecuencia por su pecado: la enfermedad de la lepra y el exilio del campamento de Israel por 7 días mientras era sanada. Considero personalmente que Dios también usó este tiempo para llevarla a reflexionar sobre lo sucedido y sanar su corazón.

Si has sido confrontada hasta este momento, ¡gloria a Dios! Pero no nos quedemos solo hasta este punto, el evangelio es esperanza y redención. A continuación, algunas pautas que exploraremos juntas para ser transformadas y abandonar esta práctica pecaminosa.

1. Confiesa tu pecado y la necesidad de Cristo

Llamemos las cosas por su nombre. El chisme es un pecado y el pecado tiene repercusiones. La naturaleza del evangelio inicia con un reconocimiento y una confesión que nos lleva a recibir el perdón por medio de Cristo.

«El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona hallará misericordia». -Proverbios 28:13

Chismear es un pecado, por lo que necesitamos arrepentirnos, confesar y apartarnos de esa práctica.

2. No te prestes, fija límites

Pablo, hablándole a la iglesia de Éfeso, les exhorta a que toda palabra que salga de su boca sea buena y edificante. Si nuestro propósito como cristianas es glorificar a Dios, edificar a la iglesia y a sus santos, el chisme no debe tener espacio en nuestras vidas. Si nos encontramos en medio de una conversación y podemos discernir que la misma ni glorifica a Dios, ni edifica a otros, llegó el momento de ponerle un alto. 

«No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan». -Efesios 4:29

3. Ora 

Cambiar cualquier hábito no sucede de la noche a la mañana ni por arte de magia. Debemos saber que solamente en dependencia del Señor, por medio de la oración y devoción a la Palabra, podemos erradicar el pecado, incluyendo el chisme. 

Dependamos de Cristo y acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, con el objetivo de que la imagen de Cristo sea hecha en nosotras. 

«Con mi boca clamé a Él, y ensalzado fue con mi lengua». -Salmos 66:17

Hermanas, el chisme no es una manifestación aislada, es un síntoma que muestra la enfermedad que poseemos en nuestro corazón (Lc. 6:45b). Debemos estar prestas a exponer ese corazón a nuestro Redentor, a Aquel que nos ama, que nos perdona y nos restaura. 

¡Qué gran esperanza tenemos! Si Moisés fue cálido e intercesor por su hermana Miriam, Cristo siendo un mejor Moisés tiene una misericordia superior, y una intercesión constante, pues Él es nuestro Sumo Sacerdote, y nuestra propiciación y redención. 

Recursos recomendados: 

Aconsejadas por Su Palabra: El chisme y la difamación

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Sobre el autor

Yanoret Genao

Hija redimida, sierva por amor. Esposa y madre de tres tesoros hermosos. Con una pasión por enseñar y guiar a las adolescentes y jóvenes a atender el llamado de Dios para el cual fueron creadas.

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