La palabra «reformar» es la acción que pretende mejorar o volver a hacer algo. Es decir, si deseas cambiar o mejorar, te estás reformando. La pregunta es, ¿sobre qué base te reformas? Ahora bien, para los cristianos no se trata solo de un cambio externo, «reformar» es una limpieza de corazón de adentro hacia afuera basado en la Palabra de Dios como nuestra autoridad y verdad. Este es el corazón de la Reforma Protestante del siglo XV: reformar lo que Dios ha dicho que permanece para siempre.
¿Por qué es importante la Reforma protestante?
Desde el siglo XIV, Dios empezó a iluminar la mente de hombres y mujeres que se exponían a las Escrituras y, al mismo tiempo, observaban la incoherencia de la vida de las autoridades papales. Además, estos personajes se levantaron para hablar en contra del enriquecimiento ilícito del clero con las llamadas «indulgencias» que ponían cargas y precio a la salvación de las personas. Por supuesto, sus prácticas no provenían de la Biblia, pues ésta no era su autoridad. Por lo tanto, los reformadores, como se les conocía, pedían reformas a esas prácticas para regresar a la verdad de la Biblia. De allí, que se nos denomine protestantes.
Gracias a estos hombres y mujeres que Dios movió soberanamente para hacer un llamado urgente a la Iglesia de Cristo para regresar a la centralidad de la Biblia en la Persona y obra de Cristo en su vida diaria, es que hoy nosotras tenemos esas verdades. La Reforma tuvo un gran impacto en la fe cristiana, porque como Dios ha hecho en toda la historia de Su pueblo, Él siempre está llamándonos a volver a Él y a Su Palabra. Por eso, la Reforma Protestante tiene todo que ver con nosotras, porque somos cristianas, es decir, seguidoras de Cristo, que estamos llamadas a discernir las falsas enseñanzas que invitan al amor a las riquezas o a encontrar satisfacción en este mundo apartadas de la suficiencia de Cristo y Su Palabra.
Martín Lutero y la Reforma Protestante
Uno de los personajes más importantes fue el monje alemán Martín Lutero. En su búsqueda de paz con Dios, él era riguroso en extremo. Los otros miembros del monasterio llegaron a pensar que tenía serios problemas mentales. Lutero podía pasar horas enteras confesando sus pecados, para luego salir del confesionario, recordar algún pecado no mencionado y volver al padre confesor para seguir atormentándolo por horas. Su mayor pregunta era: «¿Cómo puede una persona injusta sobrevivir en la presencia de un Dios justo?». «En verdad pensaba que podía justificarme con mis obras»,1 dijo Lutero años después.
En su estudio de la Palabra y preguntándose cómo podía dejar de sentir culpa cada vez que pecaba porque hacer buenas obras no la removía, Dios iluminó el corazón de Lutero a través de Romanos 1:17 que dice: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá». Él creía que su salvación y seguridad estaban en realizar buenas obras y cumplir con las rigurosas prácticas religiosas.
Entonces, cuando el Papa Leo X autorizó reducciones en el castigo por los pecados a las personas que dieran dinero para la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma. La forma en que se vendían y promocionaban esas reducciones, conocidas como indulgencias, resultó escandalosa para Lutero. Así que, el 31 de octubre de 1517, Lutero clavó 95 tesis (declaraciones de desacuerdo) en la puerta de la Iglesia del Castillo en Wittenberg.
Lo cierto es que, la Biblia siempre ha enseñado que el único camino de salvación es por la fe en Cristo y el único mensaje que transforma corazones es la obra de Cristo, es decir, el evangelio descrito en toda la Biblia (Lc. 24:44). Nuestra respuesta, como fue la de Lutero, es arrepentimiento y fe todos los días de nuestra vida. Lutero experimentó la nueva vida: «Entonces sentí que había nacido de nuevo por completo y que había entrado al paraíso a través de puertas que estaban abiertas».2 Su testimonio nos recuerda que Dios tiene poder para reformar el corazón de cualquier persona, por más hundida que esté en la falsa doctrina o en sus pecados.
Lutero fue un hombre que amó y estudió profundamente las Escrituras. Él no se caracterizó por ser un lector pasivo o superficial de la Biblia, más bien, buscó ser impactado por esas verdades al contemplar a Dios. Y este también es nuestro llamado: «¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (Sal. 119:97).
Si Lutero estuviera aquí, ¿sobre qué protestaría?
Dios usó a Lutero para llamar a la Iglesia a volverse a Cristo, el autor y consumador de nuestra fe. Sin embargo, el protagonista de la Reforma Protestante es Dios y Su Palabra al afirmar quién es Cristo y cuál es Su obra para que todo aquel que se acerque a Él en arrepentimiento y fe encuentre salvación eterna otorgada por gracia.
Si Lutero estuviera hoy aquí, quizá no usaría las puertas de alguna iglesia para clavar esas tesis, quizá usaría las redes sociales o el correo electrónico. Así que, según una de sus tesis, número 84, él nos diría:
«¿Cuál es esta nueva santidad y justicia? ¿Ser feminista, individualista? ¿Vivir en el emocionalismo y materialismo? ¿Quién ha pagado por tu salvación? ¿Cómo puedes olvidarte del dulce y amado Señor? Hoy en día la pregunta es: ¿Cómo puede una persona “justa” vivir ante un Dios injusto? No te creas demasiado buena que no necesites a Dios, ni te creas demasiado mala que no puedas correr a Dios. ¡Regresa a la Palabra y a Cristo! “…toda la Biblia es acerca de Jesús, quien vino a salvar a pecadores. Si sacas a Cristo de las Escrituras, ¿qué te queda?”3. “El hombre que quiera oír hablar a Dios, que lea las Santas Escrituras”».4
¡Todas necesitamos una reforma de corazón!
Descarga la infografía que te compartimos sobre la Reforma aquí.
[1] Steven Lawson, La heroica valentía de Martín Lutero (Poiema Publicaciones, 20017), p.5
[2] Steven Lawson, La heroica valentía de Martín Lutero (Poiema Publicaciones, 20017), p.11
[3] Lawson, p.62
[4] John Piper, El legado del gozo soberano: la gracia triunfante en las vidas de Agustín, Lutero y Calvino (Editorial Unilit, 2008), p. 90.
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