Me críe debajo de las bancas de la iglesia durante los ensayos del coro y las clases del instituto, experta en dónde encontrar un dulce en algún rincón de la iglesia. Sabía en qué mueble se guardaban los utensilios de la santa cena, y tenía memorizados todos los nombres de todas las familias misioneras cuyas fotos estaban en los pasillos de la iglesia.
Sabía que la Biblia de alguna manera era importante. Había ejemplares en cada fila solamente para los visitantes (¡Claro, porque yo entendía que un buen cristiano nunca va a la iglesia sin su propia Biblia!). Se leía la Biblia durante los cultos, y se memorizaba muchos textos en OANSA y en la escuela dominical. Se jugaba esgrima en las clases de jóvenes.
Pero ¿qué hacía la Biblia? ¿Qué función realmente tenía? Algunos años después llegué a entender que debo esperar que la Biblia me transforme. ¿Cómo? ¿Solamente la lees y así como magia te cambia algo en tu interior? Leer la Biblia o escuchar una predicación se siente como una actividad pasiva muchas veces, y no siempre es fácil entender cómo es que la Biblia nos debe cambiar.
Cómo NO me transforma
Saber cómo no nos transforma la Biblia puede ayudarnos si empezamos deshaciéndonos de algunas ideas equivocadas sobre lo que la Palabra de Dios hace en nosotras.
Es fácil y muy común ver la Biblia como una pieza esencial de un plan de reforma personal. Solo piensa en lo que sucede en muchas vidas el primero de enero de cada año. Nos proponemos nuestras resoluciones para el nuevo año, consideramos áreas de nuestra vida que creemos necesitan cambio y mejora, y establecemos nuevas reglas y metas para la vida.
Pero tengamos cuidado. La Biblia no funciona como una herramienta de autoayuda para que puedas producir una vida que luce más arreglada. De hecho, frecuentemente la persona que toma los pasos necesarios para convertirse en un verdadero estudiante de la Palabra va a pasar por pruebas y dificultades que sacudan su vida, enviadas por Dios para su santificación.
Yo no me cambio a mí misma usando la Biblia. Yo no determino la manera en que la Biblia funciona para cambiarme ni los resultados de ese cambio. Esto quiere decir que no puedo limitar en qué área, ni de qué manera, ni en qué tiempo la transformación va a suceder. La transformación que hace la Palabra de Dios no está bajo mi control. Esto es sumamente importante aceptar.
Cómo SÍ me transforma
Entonces, ¿quién está en control de lo que la Biblia hace en la vida de una persona? El Espíritu Santo. Dios mismo. Esto significa que interactuar con la Palabra de Dios es una actividad divina. Cuando una hija de Dios abre su Biblia y lee, memoriza, medita o estudia con atención el contenido que encuentra en esas páginas, ella se expone a que suceda algo sobrenatural en su vida.
¿Cómo funciona? Principalmente de dos maneras. Primero, a Quien tú ves ahí en esas páginas es a Dios mismo. Cuando lees las palabras en la página y observas el carácter y obra de Dios, estás conociéndolo más profundamente. Conocer a Dios nunca es una actividad pasiva. Conocer a Dios te transforma. No te puedes quedar donde estás cuando ves cómo Él es y lo que Él hace.
Esto, entonces, produce la otra manera en que funciona este cambio. Cuando ves a Dios y le conoces un poco más, también te ves a ti misma. Te conoces más y más. Por ejemplo, lees un pasaje donde ves la santidad de Dios. Eso amplía tu visión de Dios, Él se ve más grande, más puro, más intachable. Y al ver esto, de repente el contraste entre Dios y tú se hace más grande. Tu pecaminosidad, los rincones oscuros de tu corazón y tus ídolos escondidos salen más y más a la luz. Es como cuando por primera vez en mucho tiempo se prende una luz brillante dentro de un cuarto oscuro. Todo lo que no se notaba sale a relucir.
Esto es lo que sucede en nuestros corazones cuando conocemos a Dios y a nosotras mismas por medio de la lectura, estudio o predicación de la Palabra. Siempre debemos leer nuestras Biblias esperando conocer más a Dios y conocernos más a nosotras mismas. Y como resultado, siempre debemos suponer que algo necesita cambiar: actitudes, creencias, valores, amores, acciones, y conductas.
Lee como si fuera por primera vez este versículo, recordando que en su contexto está hablando de cuando se lee la Palabra de Dios (los libros de Moisés específicamente):
«Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu». -2 Cor. 3:18
¡Ahí está! Por supuesto que Pablo lo dice mejor que nadie. Contempla esa maravillosa gloria mientras te sometes al reino de Cristo en tu vida. Humildemente reconoce cuánto necesitas cambiar, y confía en el poder del Espíritu Santo por medio del espejo divino para transformarte, no en lo que tú quieres ser, sino en lo que Dios quiere hacerte.
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