Durante años intenté amar a Dios con todo mi corazón, pero confieso que hubo experiencias de mi infancia que no supe procesar a la luz del carácter de Dios y, como resultado, dudaba de Su amor para mí.
Recuerdo que en la lucha por poder descifrar cómo dar respuestas a mis inquietudes, un elemento de gran impacto fue el divorcio de mis padres a temprana edad. Aunque Dios me regaló la oportunidad de ser criada por mi madre y ella me enseñó y me modeló lo que es amar a Dios en todo tiempo aun en la adversidad, tendía a interpretar el amor de mi Padre celestial con la ausencia de mi padre terrenal.
Más adelante en mi adolescencia descuidé mi mente y no me dediqué a conocer a Dios cómo Él se había revelado en Su Palabra como el gran «YO SOY». En muchas ocasiones quise llenar mi necesidad de «amor» con los placeres terrenales. Las decisiones que tomé impactaron mis relaciones de amistad, mi involucramiento en la iglesia, mi vestimenta, mis pensamientos y mis emociones ya que no fui intencional en acercarme a Dios ni en mantener una relación de rendición, admiración y compromiso por mi Creador y Salvador.
En lugar de responder al amor de Dios con un corazón asombrado por Su obra en mi vida, en realidad era una lista de cotejos que cumplía para sentirme bien conmigo misma, cumplir una serie de criterios dentro de mi comunidad y complacer a mi madre tratando de armar un rompecabezas del cual sentía que seguía faltando una gran pieza clave.
Entonces, te preguntarás: «Luego de experiencias difíciles o decisiones incorrectas, ¿cómo aprendió tu corazón a amar a Dios? ¿Cómo puedo yo desarrollar ese deleite?». Si te apasiona la música, el arte o los deportes, es porque aprendiste sobre el objetivo de tu pasión, y de seguro tu placer creció en la medida en la que aumentó tu conocimiento. Esos sentimientos iniciales de amor menguan o se profundizan según los alimentamos. Al mirar atrás, puedo decirte que ciertamente comparaba el amor de Dios con la experiencia de la relación que tenía con mi padre terrenal. En ocasiones eso me llenaba de inseguridad e incredulidad y disminuía mi fe.
Pero un día todo cambió cuando mi relación vertical con Dios impactó mis relaciones horizontales con los demás. Esto solo sucedió al dedicarme a conocer a Dios con intencionalidad a través de Su Palabra. Mientras más lo conocía, más vivía de forma palpable Su amor. Experimenté un amor que me perdonaba y extendía gracia a mí y aún hacia quienes me habían fallado.
Ahora piensa sobre tu relación con Dios desde la misma perspectiva. Te pregunto, ¿conoces a Dios por lo que Él ha revelado en Su Palabra o simplemente lo interpretas a través de lo que has vivido? ¿Estás siendo más impactada por las circunstancias o relaciones «horizontales» en tu vida? ¿Estás siendo arrastrada por una ola de profunda emoción? ¿Te sientes insatisfecha o sientes que tus cicatrices son profundas?
«Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto».
-Romanos 12:2
Cuando nuestra mente es renovada con la verdad de quién es Dios, somos cambiadas. Nuestros corazones se distancian de las cosas que nos inquietan y se conectan con el Dios verdadero. Si queremos sentir un amor más profundo por Dios, debemos aprender a verlo con más claridad por quién es Él. Si queremos sentir de manera más plena el amor de Dios, debemos aprender a pensar más a fondo sobre Él.
Si te preguntas: «¿Por dónde puedo empezar? Te animo a conocer los nombres de Dios. Cada forma en la que Él se ha revelado nos enseña algo maravilloso de Su carácter. Su Nombre es sobre todo nombre y cuando lo conoces, lo amas más y vives para Él. Lo mejor es que, al conocerlo, cambia tu vida y la manera en la respondes a las circunstancias que Él orquesta para ti.
Aquí te comparto algunas formas en las que Dios se ha revelado en Su Palabra:
El SHADDAI: Señor Dios todopoderoso.
El ELYON: Dios Altísimo, el exaltado.
ADONAI: Señor y maestro, el soberano.
YAHVEH (Jehová): El autoexistente, el Señor.
Jehová JIREH: El Dios proveedor.
Jehová RAPHA: El Dios sanador o restaurador.
Jehová SHALOM: Dios es nuestra paz.
Jehová TDSIKENU: El Señor es nuestra justicia.
Jehová NISSI: El Señor es nuestro estandarte.
Jehová MEKKODISHKEM: El Señor te santifica.
El OLAM y SHAMMAH: Dios eterno, el Señor que es y está allí.
Jehová QANNA: El Señor es celoso.
Jehová SABBAOTH: El Señor de los ejércitos.
Jehová RAAH: El Señor es mi pastor.
Joven verdadera, si has sentido la ausencia de un padre terrenal o has tenido cicatrices profundas que te han llevado a cuestionar tu amor por el Señor, recuerda que nuestro Dios, el Creador de todo cuanto existe, nos ama con amor eterno; y en Su gracia, en medio de nuestra debilidad, nos muestra Su bondad, misericordia, gracia y perdón.
Dios busca recapturar nuestros corazones para que sean asombrados por Él y solamente por Él. Podemos estar asombradas de forma equivocada porque estamos llenas de nosotras mismas, de nuestro orgullo, o porque confiamos en nosotras mismas. El asombro incorrecto nos lleva a controlar aquello que no podemos controlar porque creemos que está fuera de control y no conducirá a nada bueno.
Pero Dios, con Su asombrosa gracia, gobierna las fuerzas de la naturaleza y los eventos de nuestra historia, y Su sacrificio en la cruz hace posible rescatarnos del asombro equivocado y traernos rendidas a Sus pies para poder contemplarlo en todo Su esplendor.
Te invito a orar para que el Señor dirija tu corazón «hacia el amor de Dios y hacia la perseverancia de Cristo» (2 Tes. 3:5). ¡Oro que Dios despierte tu amor por Él!
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