«Diecisiete años de mi vida han pasado, y sigo sin saber por qué estoy aquí...».
Hola, mi nombre es Daniela Hernández y me gustaría compartir un poco de mi historia contigo. Esta frase que ves al principio es una pregunta que me acompañó diariamente desde los 15 hasta los 18 años. Nací en un hogar cristiano, y aunque íbamos mis padres y yo a la iglesia, la verdad es que no me sentía a gusto en mi hogar. Muchas veces escuchaba a mis padres discutir y gritar en medio de peleas; y ya que estudiaba en casa, escuchaba estas discusiones casi a diario.
Llegó entonces el tiempo de entrar a la preparatoria y comencé a tomar mis propias decisiones. Inicié esta etapa como muchas de las chicas lo hacen, con miedo a enfrentarnos a algo nuevo, nuevas compañías, nuevos maestros y nuevos amigos. Decían que la secundaria iba a ser la mejor etapa de mi vida y la tenía que vivir al máximo, pero nadie me dijo lo que «el máximo» iba a significar un par de años después.
Pasaron algunos meses y empecé a hacer amigos y a llevar una buena relación con las personas a mi alrededor, llegando a ser una chica popular en medio de mi grupo. Maquillaje, vestimenta y apariencias se convirtieron en mi lema, mi propósito. Lo que más me importaba era poder caerle bien a mis compañeros y ser la chica más cool que te pudieras imaginar.
Entonces llegó la pandemia y la realidad de la situación en mi casa con mis padres se hizo presente una vez más. Aunque estábamos todos a la distancia, increíblemente también empecé a querer competir con los demás, y se generó en mí una presión de mantener la buena cara y buen ánimo ante la gente que me rodeaba, la presión social.
Esto me llevó a inmiscuirme en lo que estaba trending en el momento, ver series de moda en Netflix, ver series de anime, descargar y ver TikTok, Instagram… Así es, me convertí en la chica que quería estar al tanto de todo para poder hablar de eso con mis amigos y también la que publicaba posts sobre empoderamiento y frases positivas.
Frases positivas... sí, publicaba eso, pero me sentía vacía por dentro, pasaba incontables noches llorando hasta el cansancio. Una ansiedad incurable me llevó a la anorexia y posteriormente, un simple pensamiento suicida se llegó a convertir, por la misericordia de Dios, en un intento fallido.
El punto de no retorno
Me acerqué tanto a ese punto de no retorno en el que quería terminar todo porque ya no veía una salida a mis problemas de casa y a los problemas que yo misma me había creado, esa presión social a la que había cedido de seguir siendo perfecta ante los chicos y cool ante mis compañeros y amigos.
Fue entonces que vino a mi mente un capítulo de la Biblia: «El Señor es mi Pastor, nada me faltará...», el Salmo 23. Dios tuvo misericordia de mí y me salvó de cometer esa acción que iba a cambiar mi vida para siempre.
Sin embargo, en ese punto, mi error fue no haber cambiado el rumbo de mi vida, y aunque empecé a escuchar diversas predicaciones de pastores, no había una convicción en mi corazón de cambiar y dejar mi vieja vida atrás.
Era tan llamativo seguirle gustando a los chicos y seguir siendo popular que, ese intento fallido, se convirtió en hacerme daño a mí misma. Dios seguía hablando de alguna manera a mi corazón, porque cuando me di cuenta de mis acciones, tuve miedo de lo que era capaz. En ese momento fue cuando supe que necesitaba ayuda, y no de un psicólogo, sino de alguien que me pudiera enseñar la Palabra de Dios.
Buscando ayuda
Ahí fue cuando llegó una joven hermosa mayor que yo y madura en la fe, que ya estaba en mi vida y había hablado con ella la vez anterior que estuve en crisis, pero poco a poco me alejé y no seguí conversando con ella. Fue hasta esta segunda ocasión que tuve la verdadera convicción de cambiar mi rumbo y buscar hablar con ella nuevamente. Doy tantas gracias a Dios por la vida de esta joven porque tuvo el amor, la sabiduría y la paciencia para poderme enseñar las verdades de Dios y animarme en el Señor a leer la Biblia y conocer verdaderamente al Rey de reyes.
Nos reuníamos cada sábado y luego me llevaba a la reunión de jóvenes de la iglesia. A veces íbamos a un café o comíamos juntas mientras ella me recordaba las verdades de la Palabra (¡lo hacemos hasta el día de hoy!). Pronto comenzamos a estudiar Colosenses, yo leía entre semana y contestaba un libro de estudio, y el sábado venía con algunas preguntas de lo que había leído. Otras veces se nos iba el tiempo conversando sobre las luchas que había tenido durante la semana y buscábamos las verdades bíblicas que me ayudaran a encontrar el refugio y la ayuda en el Señor. Empecé a leer el libro de Joven Verdadera y a escuchar el pódcast también.
Una mente renovada
La perspectiva que tenía hacia la vida empezó a cambiar, de hecho, todo mi entorno cambió, y no porque estuviera en una escuela diferente o compañeros diferentes, sino porque ya no podía vivir la vida como antes; y créeme, esto no sucedió de la noche a la mañana. Esa chica popular tuvo que pasar por demasiadas dificultades, sí, fue difícil decir no a fiestas y alejarme de esas compañías que me apartaban de Dios, mi entretenimiento cambió por completo y me llegué a sentir triste porque ya no encajaba en la escuela. Pero quiero que sepas, que aún la tristeza que sentí en ese momento, no se comparaba a la tristeza que sentía en el pasado cuando no había aceptado a Jesús como mi Señor y Salvador.
Fue difícil dejar esa vida atrás. Muchos amigos me dejaron de hablar y otros me llamaron rara, fui el tema de burla para muchas personas y también me llegaron a ofender por elegir ser cristiana.
Créeme, comprendo la juventud, ahí estuve (y sigo estando en esta etapa de vida de jóvenes), entiendo que el mundo te dice que tienes que disfrutar la vida porque solo se vive una vez. Pero, tengo que ser honesta contigo, detrás de cada fiesta, de cada reunión con mis amigos y de cada frase positiva, estaba una chica solitaria y vacía por dentro. Siempre quería más y más, y sin importar las veces que hiciera esto, al final siempre terminaba vacía.
Dios es real en mi vida
Pero Dios vino a llenar ese vacío que sentía en mi corazón, ese vacío que pensé que no podía ser saciado con nada. ¡Dios lo llenó! Duele que te llamen rara o que tus amigos más cercanos se alejen de ti, pero ¿sabes?, hay un Dios amoroso que jamás te desamparará, porque una vez Él es el Señor de tu vida, nada te podrá separar de Su amor (Ro. 8:35).
Ahora, a mis 19 años, puedo contestar la pregunta que me hacía antes. Ahora sé por qué estoy aquí, y la respuesta está en Romanos 11:36: «Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén».Estamos aquí para darle la gloria y honra a Dios, para adorarle y amarle porque Él nos amó primero.
Querida joven, quisiera poderte transmitir el amor y misericordia que Dios tiene hacia todas nosotras, Su amor es tan inmenso que aun cuando lo rechacé una y otra y otra vez, Él siguió teniendo paciencia conmigo y la sigue teniendo. Ese mismo amor, misericordia y compasión que Dios tuvo hacia mí, la tiene hacia ti, Él te ama y Jesús dio su vida por ti, porque decidió ponerse en nuestro lugar y sufrir la ira de Dios en vez de nosotras, para que podamos tener una vida eterna con Él en el paraíso.
Así que…
Si estás luchando con la ansiedad…
Si has cedido a la presión social…
Si has tenido pensamientos suicidas…
Si te encuentras lastimándote…
Si la manera como te entretienes te tiene lejos de Dios…
¡Hay esperanza!
Jesús dice: «Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar» (Mateo 11:28). En Dios encontramos paz y redención de nuestros pecados, somos redimidas en Él cuando lo reconocemos como nuestro Salvador. ¡Él te ama! Te animo que vengas a Él porque solamente Dios puede cambiar y transformar tu corazón y hacerte una nueva criatura en Cristo.
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