Cómo desarrollar el hábito de la lectura y no morir en el intento

«Aprovecha y lee ahora que puedes, porque nada más llegue ese pequeño, los libros quedarán en el olvido». No puedo contar las veces que recibí esa advertencia durante los nueve meses de mi embarazo.

Me enorgullece decir —quizá un poco más de lo debido— que durante las dos primeras semanas de crianza leí un total de 8 libros (todos con mi bebé en brazos). Desde que nació mi hijo hasta hoy —poco más de dos años—, mi página de Goodreads dice que he leído un total de 179 libros. No escribo estos números para intentar impresionarte, leer es gran parte de mi trabajo (no te sorprenderías que un entrenador pasara muchas horas en el gimnasio), así que debo hacerlo bastante. Pero leer también es parte de mi vida cotidiana fuera del trabajo, porque he convertido la lectura en un hábito.

Agradezco al Señor que me permitiera desarrollar el amor por los libros desde mi juventud. Eso ha hecho mucho más fácil continuar con la práctica en las etapas de vida que suelen ser un poco más caóticas.

Estas son algunas recomendaciones para que tú también puedas desarrollar este valioso hábito:

1) Usa los hábitos que ya tienes

Todos tenemos hábitos, aunque no nos demos cuenta. Quizá suene como una locura el leer 8 libros en dos semanas (especialmente con un niño recién nacido), pero cuando te cuente mi estrategia, te darás cuenta de que no fue tan descabellado después de todo. Lo único que hice fue unir la lectura con algo que de la noche a la mañana se convirtió en gran parte de mi vida: alimentar a mi bebé.

La madre de un recién nacido pasa alrededor de 25 minutos entre 7 y 12 veces al día alimentando a su bebé. Eso representa unas 5 horas diarias. No pasé el 100% de este tiempo con un libro en mano, pero creo que ya vas entendiendo cómo me fue posible leer tanto en tan poco tiempo.

Por supuesto que no necesitas tener un bebé recién nacido para desarrollar el hábito de la lectura, simplemente debes añadir un buen libro a alguna práctica que realices con regularidad. Podrías leer mientras tomas el café de la mañana (en lugar de revisar Instagram) o escuchar un audiolibro mientras lavas los platos, por ejemplo.

2) Lee libros que te gusten

Algunas tenemos la idea de que debemos leer cierta clase de libros o si no «no cuenta». No sé de dónde sacamos esa idea. Supongo que viene de que muchas de nosotras solo hemos leído lo que otros nos han obligado a leer, ya sean nuestros padres o en la escuela.

La lectura no debe ser una tarea fatigosa. No es algo que debamos hacer por obligación. La lectura es un deleite. Eso no significa que leer será fácil... ¡leer demanda mucho de nosotros! Pero podemos disfrutar de esta práctica, aunque sea demandante. Elige libros de temas que te interesen y no dudes en dejar a un lado un recurso cuando sientas que completarlo se está volviendo más una obligación que un gozo. 

3) Únete a un grupo

«Mejores son dos que uno» (Ec. 4:9); no tienes que luchar sola por desarrollar el hábito de la lectura. Estoy segura de que a tu alrededor hay otras personas que también quieren desarrollar esta práctica y no saben por dónde empezar. 

Busca un par de amigas y decidan leer un libro juntas. Divídanlo en secciones semanales y manténganse en comunicación para asegurarse de que sigan el ritmo. Si no quieren hacer algo tan estricto, pueden leer lo que quieran y reunirse cada quince días para compartir lo que han aprendido, recomendarse nuevos recursos y animarse en sus luchas por hacer de los libros parte de su vida cotidiana.

4) Decide qué harás cuando falles

No importa cuán buenas intenciones tengas al buscar desarrollar el hábito de la lectura: tarde o temprano vas a fallar. A todos nos sucede, incluso a los lectores más experimentados (aunque cada vez con menos frecuencia, afortunadamente). La vida pasa y nos llenamos de ocupaciones, nuestras listas de libros por leer van en aumento y los recursos que compramos se empolvan en las estanterías o quedan olvidados lo recóndito de algún dispositivo digital.

Entonces la pregunta no es «¿qué harás si fallas?», sino «¿qué harás cuando falles?». ¿Te lamentarás y volverás a las distracciones de toda la vida o intentarás reorganizar tus rutinas y seguir adelante? ¿Abandonarás ese libro en particular o abandonarás la lectura para siempre porque «ya sabías que no es lo tuyo?».

Cuando notes que has dejado la lectura para lo último, recupérate pronto. Evalúa la situación y cambia de estrategia. Si abandonaste la lectura porque cierto libro no te gustó, ¡elige otro! Si tus horarios cambiaron y ya no puedes usar las horas de la mañana para leer, ¡lee 30 minutos antes de dormir! Hagas lo que hagas, no te rindas.

Leer bien no es fácil. Pasar los ojos por el papel puede serlo, pero el comprender ideas complejas y seguir un argumento por páginas y páginas sin distraerte, no lo es. Así que, no te sorprendas si desarrollar el hábito de la lectura requiere mucho esfuerzo de tu parte; pero puedo asegurarte que es un esfuerzo que vale la pena. ¡No te arrepentirás!

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Sobre el autor

Ana Ávila

Ana Ávila es editora en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia Reforma. Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel.

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