Este pasado fin de semana vi la nueva película de Disney “Cenicienta”. (Y tú, ¿la viste?) ¡A mi me encantó! No solo fue un muy necesario descanso de mi trabajo sin fin, sino que también me dio una imagen de la belleza sin igual que tiene la valentía en el rostro de la humillación, el sufrimiento y la vergüenza.
Fue una película sorprendente, y también estremecedora, como mostraron los avances previos – y a pesar de todo lo que nuestro mundo parece celebrar – no permite el más mínimo conflicto.
Si Dios es tu Padre, y tu eres Su hija adoptada, entonces eres una princesa.
Pero Ella (el personaje principal en Cenicienta) nos muestra un estilo de vida sorprendentemente diferente. ¡Un hermoso estilo de vida!
Por alguna razón, la madre de Ella esperó hasta estar en su lecho de muerte para compartir con ella "un gran secreto que la ayudará a enfrentar las duras lecciones que ofrece la vida". Ella prometió que:
"sería valiente y bondadosa"
La película no explica cómo Ella es capaz de llevar a cabo esta hazaña ante tal maltrato, pero ella lo hace. Luego de la muerte de su querida madre, Ella es valiente y bondadosa cuando su madrastra y sus dos medias hermanas:
· La apartaron a dormir al ático
· La desterraron de la mesa en las comidas
· Le cambiaron su nombre de Ella a Cenicienta (cara de ceniza) porque estaba sucia de las cenizas de la chimenea
· La trataron como una sirvienta en vez de la hermana y la hija que era
· Le rasgaron su vestido y le prohibieron asistir al baile
Pero gracias a la hada madrina, Cenicienta estaba apta para asistir al baile a pesar de todo, y el príncipe fue directamente hacia ella.
Es cierto, Cenicienta luce impresionante. Pero no es su vestido de fiesta ni sus zapatillas de cristal lo primero que capturaron los ojos del Príncipe. Semanas antes, ella hizo que el Príncipe volteara a verla mientras pasaba por donde ella estaba en el bosque durante un viaje de cacería – cuando su cabello estaba atado y su ropa era simple. Es la belleza interna en ella – su valentía y su bondad – la que capta su atención.
Chicas, esta belleza no es solo cosa de los cuentos de hadas. Es lo que nosotras debemos perseguir como hijas del Rey:
“Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos [ ¡O brillantes vestidos azules de fiesta!], sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios”. (1 Pedro 3:3-4).
Según los estándares de Dios para la belleza...
La bondad no es debilidad, es fortaleza.
La sumisión no es penosa, es hermosa y valiente.
Primera de Pedro tiene mucho que decir al respecto, aquí hay solo una muestra:
“En conclusión, sed todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu humilde: no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino mas bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición…
“¿Y quién os podrá hacer daño si demostráis tener celo por lo bueno? Pero aun si sufrís por causa de la justicia, dichosos sois: Y no os amedrentéis por temor a ellos ni os turbéis, sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia…
“Pues es mejor padecer por hacer el bien, si así es la voluntad de Dios, que por hacer el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:8-18)
Pero, ¿Cómo podemos ser valientes cuando otros nos maltratan?
¿Por qué debemos ser amables con aquellos que son crueles con nosotros?
Cenicienta actuó de esa forma porque ella era una princesa – no una princesa de sangre, sino una verdadera princesa en el corazón.
Y si Dios es tu Padre, y tú eres su hija adoptada, entonces tú eres una princesa también. No del tipo con vestido de fiesta y tiara, sino una verdadera princesa. Una princesa porque Dios te trajo a Su familia al exorbitante costo de la vida de Su Hijo – a precio de sangre. Esta honorable posición no es una excusa para actuar de manera egoísta sino para ser valientes y bondadosas.
Así que cuando te enfrentes a esos peleones en la escuela, en casa o en el trabajo, recuerda esto: Puedes no tener una hada madrina para rescatarte, pero sí tienes al Dios viviente de tu lado. Ese Dios se complace – no cuando tú sufres por hacer lo malo – sino por hacer el bien. Ese mismo Dios sufrió por ti para que pudieras llegar a ser de la realeza:
“Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas,
“El cual no cometió pecado, ni engaño alguno se hallo en su boca, y quien cuando le ultrajaban no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzgaba con justicia” (1 Pedro 2:21-24).
¿Estás actuando como la princesa que eres? Si no estas segura de que alguna vez has rendido tu vida al Rey de reyes, puedes leer más acerca de eso AQUÍ.
Inclínate ante el Rey, dulce niña.
Sé valiente y bondadosa.
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