Caza de antílopes: Como la soledad nos hace vulnerables

Una manada de antílopes apacienta en medio de una llanura africana. La mayoría de ellos están tranquilos y apacibles, dando una falsa sensación de seguridad porque son numerosos. Ellos no exploran el horizonte en busca de depredadores. Nadie está en guardia. Ellos, simplemente, comen en paz.

Pero mira de cerca. Algo está acechando entre la hierba alta.

Una manada de leones está avanzando. Lentamente. Meticulosamente. Como si estuvieran en formación militar. Están haciendo un círculo amplio y pronto tendrán una manada de antílopes completamente rodeada.

Repentinamente, una leona da la señal que habían estado esperando. Los leones se levantan en unísono y comienzan a correr. Los antílopes salen disparados. La confusión planeada resulta, y los leones trabajan juntos para aislar a una hembra. Luego, se acercan para matarla y la arrastran a la sombra para compartir su presa con la manada.

Esta es una escena que muchos de nosotras solo veremos en los canales de Animal Planet o National Geographic. Sin embargo, podrías sorprenderte de cuánto una manada de leones –cazando su presa– nos enseña sobre una de las causas profundas de la soledad.

Cada vez que la manada de leones caza unida, es una operación ligeramente organizada. Ellos no hacen su elección poniendo a prueba la debilidad de su presa potencial como lo hacen otros depredadores. La única debilidad que ellos buscan es el aislamiento. Si ellos pueden remover a un miembro de su manada, el almuerzo está listo, incluso si el animal que están cazando es mucho más grande o rápido que los leones mismos.

Conociendo nuestro lugar

¿Dónde te ves a ti misma en la escena de la cacería de los leones que acabo de describir? ¿Eres el león? ¿Estás acechando a tu presa con determinación? ¿Estás parada del otro lado con un teleobjetivo?

La verdad es que tú eres el antílope. Yo también. Porque todos somos débiles y vulnerables ante el aislamiento. Nosotros podríamos estar viviendo la vida sin darnos cuenta de la amenaza, exactamente como los antílopes que sin pensar se alimentan del pasto mientras los leones acechan a pocos metros de distancia. Pero la amenaza está ahí, y es real.

1 Pedro 5:8 lo pone de esta manera: «Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar».

Estar desconectado tiene el poder de hacer mucho más que simplemente hacernos sentir solos. Esto puede ser lo que el enemigo use para atacarte y derribarte.

Volvamos al jardín

Vamos de vuelta al jardín del Edén para dar un vistazo de cómo exactamente el aislamiento llevó a la caída de la humanidad. En Génesis 3:2-5 la serpiente, que parecía había estado acechando en el pasto por un tiempo, ve la oportunidad de engañar a los hijos de Dios y se lanza para matar.

«La mujer respondió a la serpiente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, Dios ha dicho: “No comerán de él, ni lo tocarán, para que no mueran”». Y la serpiente dijo a la mujer: «Ciertamente no morirán. Pues Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal» (Génesis. 3:2-5).

Yo creo que Satanás estaba cazando a Eva. Él esperó el momento en que ella no estuviera rodeada por su comunidad. El verso 6 nos dice que Adán estaba cerca, pero quizá no lo suficiente para escuchar. O si estuviera cerca, Eva aparentemente no tomó el tiempo para hablar con él sobre lo que estaba pasando. Así, vemos en ella a la primera mujer con una vena de independencia, ya que determinó que ella procesaría la información que Satanás le estaba dando y tomaría la decisión por su cuenta.

¿Las cosas hubieran sido diferentes para Eva si ella sencillamente hubiese dicho: «Déjame hablar con mi esposo sobre esto» antes de morder esa fruta podrida? Sin duda, ella habría estado doblemente protegida en contra de ese ataque si ella hubiera hablado con su esposo y consultado con Dios. Dios le había dado una red de seguridad de doble refuerzo por medio de su relación con Él y de su relación con Adán, pero ella traspasó esta red y se puso a sí misma en grave peligro por tomar una decisión sola. Lo que pasó después nos recuerda que todas somos hijas de Eva.

La soledad puso a Eva en el pecado. Y por ende, su vergüenza la condujo a una depresión aún más profunda.

Aquí está la gran enseñanza: Cuando salimos de la comunidad nos volvemos significativamente más susceptibles a la tentación y al pecado. De esta manera, la soledad no es tanto una emoción, sino una estrategia militar que puede ser usada efectivamente por nuestro enemigo. Entonces, nuestra vergüenza nos miente y nos dice que el aislamiento es la única forma de recuperar el control. De esta forma, la soledad y la vergüenza se convierten en una espada de doble filo muy efectiva para ponernos de rodillas.

Una iglesia en el estadio 

Recientemente, investigadores encuestaron a quienes asisten con regularidad a los servicios de la iglesia para saber sus experiencias.

El 66 por ciento de las personas con las que hablaron dijeron que sentían una «conexión real y personal» con Dios mientras iban a la iglesia. ¡Eso es bueno! La red de seguridad número uno está en el lugar correcto para la mayoría de nosotros.

Sin embargo, el estudio también reveló que la segunda barrera de defensa está débil. Más de un cuarto de los entrevistados afirmaron que estar en la iglesia se siente «como estar con un grupo de gente que comparte el mismo espacio en un evento público, pero con quienes no hay conexión de forma real». Otro 9 por ciento de los entrevistados no estaban seguros si tenían relaciones con otros en la iglesia o no. Yo tengo que preguntarme si las personas en este grupo saben lo que en realidad significa tener una conexión o si ellos se han conformado con un sustituto sintético.

Lo que las personas dijeron es que para ellos la iglesia se siente como ir a un partido de fútbol. El estadio está lleno. Ellos están rodeados de gente que quieren la misma cosa. El estado de ánimo es agradable, pero ellos no están realmente conectados. Al final del servicio, ellos regresarán a sus casas, a sus solitarias vidas, con la misma sensación de que nunca podrán explicar lo que realmente está sucediendo.

Acomódate. Escucha atentamente.

Creo que esta tendencia más que una reflexión del estado de las iglesias, en realidad es una evidencia de un problema personal. Como individuos nos rehusamos a ser honestos con nuestro pecado. Queremos mantener nuestra apariencia. Queremos que la gente piense que somos realmente buenas personas. Preferimos ver a la iglesia como un club social donde nos ponemos nuestra mejor ropa, incluyendo una hermosa máscara, en lugar de un hospital donde nos podemos plantar y ser sanos a través del cuidado amoroso de otros.

Este tipo de pensamiento nos mantendrá alejados de la manada una y otra vez. Los antílopes son bonitos. A la gente les gusta mirarlos, pero son un objetivo fácil porque se separan de su comunidad fácilmente. Negarte a confesar tu pecado a otros te mantendrá como un antílope hasta que regreses a tu manada.

¿Estás sola la mayor parte del tiempo?

¿Si así es, es posible que el pecado sea una causa de esto?

¿Puedes mirar hacia atrás y ver si Satanás esperó por esos momentos en los que estabas fuera de tu comunidad? Él te atacó y después te mintió y te dijo que tu vergüenza te iba a hacer sentir invisible, haciéndote sentir aún más sola.

 Es hora de dejarte caer en tu red de seguridad. Busca a Dios, y pídele que revele el pecado en tu vida. Confiésale de inmediato ahí donde estás. No te escondas a ti misma ni escondas tu basura. Pero no te detengas ahí.

Dile a tus amigos cristianos. Dile a tu pastor. Dile a tu mentora. Dile a tu familia. Continúa diciéndoles hasta que veas que la manada de leones se aleja.

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Sobre el autor

Erin Davis

Erin Davis es una autora, bloguera y oradora a la que le encanta ver a mujeres de todas las edades correr hacia el pozo profundo de la Palabra de Dios. Es autora de muchos libros y estudios bíblicos, incluidos Beautiful … leer más …

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