Amar o resistir el plan de Dios para mi vida

¿Amar o resistir el plan de Dios? Esa es la cuestión. Y con la mano en el corazón, comienzo con una confesión: justo voy saliendo de una etapa donde estaba comenzando a resistir el plan de Dios en lo secreto de mi corazón. Mis múltiples porqués sin respuestas me estaban llevando a cuestionar el carácter de Dios, y a Él mismo, al exigir entender Su voluntad y los designios de Su corazón. Y es que, a decir verdad, la Palabra de Dios es tan certera cuando dice: «Muchos son los planes en el corazón del hombre, más el consejo del Señor permanecerá” (Prov. 19:21). Y es aquí donde nos enfrentamos a nuestra más grande lucha: amar o resistir el plan de Dios.

La realidad es que sólo podemos responder de alguna de esas dos maneras: amando o resistiendo. Dado que no existe un punto intermedio, la indiferencia o apatía será equivalente a resistir el plan de Dios. Así que, con esto en mente, definamos en términos generales el plan de Dios. 

¿Cuál es el plan de Dios? 

El plan de Dios es Su consejo, sinónimo de Su voluntad. Este se refiere a los designios del corazón de Dios; aquello que se ha propuesto y ha planeado desde la eternidad pasada y acontecerá como Él lo ha planeado. 

«El consejo de Jehová permanece para siempre; los designios de Su corazón de generación en generación» (Salmo 33:11).

El plan de Dios incluye Su soberana voluntad, la cual es buena, agradable, y perfecta (Ro. 12:2); ese poder de efectuar todo lo que se propone, todo lo que desea… como bien lo describe Isaías 46:10: «Que declaro el fin desde el principio,y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré”». Esto implica el plan de Dios desde la eternidad pasada de salvar a la humanidad caída a través de la vida, muerte y resurrección del Salvador, Cristo Jesús (Juan 6:40); y el de transformar a Sus hijos a la imagen de Cristo. En otras palabras, Su plan es la salvación y santificación de Sus hijos (Efesios 1:4; 1 Tesalonicenses 4:3).

De igual manera, el plan de Dios incluye la historia de redención en nuestras vidas; desde nuestras bendiciones más grandes, hasta nuestras más profundas dolencias y tristezas, donde cada situación de nuestras vidas está soberana y amorosamente orquestada y llevada a cabo por nuestro perfecto Dios.

En un plano personal

Ahora bien, podemos decir que de manera individual, cuando hablamos del plan de Dios, nos referimos a lo que el Señor tiene trazado con respecto a nuestras vidas. En algún momento u otro nos detenemos a preguntarnos qué carrera escoger, qué trabajo es mejor, con quién nos vamos a casar, etc.. En algunas ocasiones, la vida parece ir como deseamos o esperamos, pero en algunas otras no será así; y como pensemos acerca de esto, afectará completamente la manera en la que responderemos.

Resistimos el plan de Dios cuando nos quejamos, cuando cuestionamos y reclamamos el porqué de Sus acciones. Resistimos cuando no creemos, cuando nos dolemos sin esperanza. Cuando estamos en descontento porque las cosas no van a nuestra manera o porque los que nos rodean no nos tratan como lo merecemos. Pero olvidamos que cuando resistimos el plan de Dios, es porque estamos esculpiendo ídolos a nuestra preferencia, ídolos que puedan satisfacernos. 

Luego del descontento, viene la frustración. Nada es suficiente, nada te complace, y ¿quién tiene la culpa de la cara larga? ¡Dios! O por lo menos eso es lo que estamos expresando cuando nos estamos resistiendo. Todo esto viene de la incredulidad, del orgullo, de la rebeldía. 

Así es, cuando resistimos el plan de Dios, caminamos en rebeldía pensando que nosotras sabemos mejor que Dios. ¿Acaso sabemos mejor que Él? ¡Por supuesto que no! Pero a veces, torpemente cegadas por nuestro pecado, creemos que sabemos mejor y nos aferramos a esta creencia.

¡Ama el plan de Dios!

Por el contrario, amar el plan de Dios va más allá de pasivamente aceptar que las cosas no vayan a nuestra manera, va más allá de calladamente vivir en indiferencia. Se trata de abrazar las circunstancias y al Dios de las circunstancias, sabiendo que: «Justo es el Señor en todos Sus caminos,y bondadoso en todos Sus hechos» (Salmo 145:17).

Amar el plan de Dios es rendirnos y decir «Sí Señor» a lo que sea que Él tenga para nosotras, independientemente si se ven como bendiciones llenas de gozo interminable o de dolor constante. Y es que, al final de cuentas, no se trata de amar el plan de Dios como la última finalidad, se trata de amar al Dios que ha orquestado cada una de nuestras circunstancias y que ha ordenado cada aspecto de nuestra vida. Se trata de amar al Dios de los planes. Se trata de Él. Y es que cuando tenemos esto en mente, no podemos responder de ninguna otra manera más que inclinándonos en reverencia, doblando nuestras rodillas y alabando a Aquel que siempre sabe mejor.

Ciertamente puedo decir por experiencia propia que Sus planes y caminos no son como yo los he imaginado o esperado. De hecho, a decir verdad, estos han sido completamente diferentes a los que esperaba, casi en cada etapa de mi vida. Y aunque en ocasiones no se han visto como lo que yo deseaba, y en varias ocasiones me ha costado mucho trabajo rendirme al Señor y creer plenamente que Él sabe mejor, esto siempre ha sido ciertísimo: ¡Él sabe mejor! 

Y es al final de mi cuestionar, 

que puedo Su gracia hallar. 

Y aunque no entiendo Su obrar, 

puedo yo en Él completamente descansar. 

Él sabe mejor.

Su consejo permanecerá, 

¿quién puede contra Él su mano levantar 

y acusar de mal obrar? 

Sus caminos tan altos como los cielos son, 

no los podemos comprender. 

Sus deseos más hermosos 

de lo que jamás podríamos imaginar, 

Sus designios, Sus pensamientos. 

¿Quién lo puede del mal acusar?

Él es poderoso en fuerza, 

pero tan tierno en Su actuar. 

Nadie de indiferente le puede inculpar. 

Quien a Su propio Hijo entregó para nuestra redención, 

¿cómo podemos dudar de Su amor? 

No podemos entender la profundidad de Sus pensamientos, 

y de Su corazón. 

Y lo que el Señor ha determinado, 

¿quién lo puede volver atrás? 

¡Oh que el Señor obre en nuestros corazones de tal manera que en Él podamos descansar y Su voluntad amar!

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Sobre el autor

Vania Anderson

Vania es originaria de Tlaxcala, México, pero actualmente reside en California. Se graduó en Estudios Teológicos en la Universidad The Masters.

Su más grande pasión es compartir el evangelio y ayudar a los creyentes a equiparse para compartir su fe, … leer más …

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