¿Hay alguien en tu vida que necesites perdonar? Aquí hay algunas preguntas que ayudarán a tu corazón a responder.
1. ¿Frecuentemente te encuentras a ti misma “reproduciendo la misma cinta” de una discusión, conversación o decepción que hayas enfrentado con alguien?
2. ¿Te sientes justificada tratando mal a alguien por la manera en la que te han tratado a ti en el pasado?
3. ¿Sueñas despierta sobre tu venganza o sobre algo malo que le está pasando a alguien que te hirió?
4. ¿Hay alguien que intencionalmente evitas?
5. ¿Eres un ser humano?
Puse esa última pregunta ahí por si acaso fuiste demasiado rápidamente por las primeras cuatro. Parece ser parte de la condición humana que retengamos las ofensas. Nunca es fácil “poner la otra mejilla.” Y sin embargo, una y otra vez Dios, en Su Palabra nos llama a perdonar a otros.
Efesios 4:32 dice, “Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.”
Colosenses 3:13 dice, “Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.”
Lucas 6:37 dice, “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Por un largo tiempo vi el perdón como un regalo que ofrecía a la otra persona. Y eso hacía que el perdón fuera mucho más difícil. No quería ofrecerles un regalo. No se lo merecían. Después de todo, me hicieron daño. ¿Por qué debía hacer yo todo el pesado esfuerzo emocional?
Pero la Palabra de Dios trajo nueva y vivida luz a este tema. Aquí hay dos verdades radicales sobre el perdón.
Perdonar es un regalo para ti.
¿Notaste en Lucas 6:37 lo que Jesús mencionaba como pre-requisito para tu propio perdón? Que nosotras hayamos perdonado a otros.
En Mateo 6:14-15 Jesús da la misma advertencia en términos más fuertes: “Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros, Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.”
¿Por qué traza Dios una línea tan marcada en la arena? Porque Él sabe que la falta de perdón a la larga nos duele más a nosotras que a la persona que nos ofendió. Cuando rehusamos perdonar, nos volvemos enojadas, amargadas, ansiosas, y depresivas. Mientras que la persona que necesita perdón puede estar ajena al daño que ha hecho.
Una vez lo oí decir de esta manera: Negarse a perdonar es como beber veneno y esperar que la otra persona se enferme.
Si estás tomándote el coctel amargo de la falta de perdón, a la larga tu corazón y tu vida serán los impactados.
Puedes perdonar porque ya has sido perdonada.
Los pasajes que nos mandan a perdonar a menudo mencionan el sacrificio de Cristo. Eso es porque el mensaje transformador, divisor de la historia, y revolucionario del Evangelio es la única forma en la que nosotras podemos mejorar en esto del perdón. No podemos hacerlo en nuestras propias fuerzas. No podemos querer por nosotras mismas dejar el dolor del pasado. No nos podemos convencernos a nosotras mismas que las personas merecen ser perdonadas.
Pero podemos recordar todo lo que Jesús nos ha perdonado. No porque lo merecíamos (no lo merecíamos), pero por Su amor radical hacia nosotras.
Puedes perdonar a otros (aún cuando no se lo merezcan) porque sabes que a ti te han perdonado mucho.
Entonces… ¿Qué hay de ti? ¿Has estado últimamente bebiéndote el veneno de la falta de perdón? Si es así, ¿Estás dispuesta a botar las toxinas y perdonar por el ejemplo del perdón de Cristo en tu propia vida?
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