Adornando la doctrina con nuestra soltería

“...Para que adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador en todo respecto. Porque la gracia de Dios se ha manifestado… enseñándonos que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente.” (Tito 2: 10-14)

Toda mi vida había soñado con casarme y casarme joven. Mi mamá se casó a los 21 años y me parecía una buena edad para mi propia boda.

Pero el Señor en Su providencia permitió que fuera soltera mucho más tiempo de lo que yo quería. No solo se casaron muchas de mis amigas, sino que también comenzaron a tener hijos… Y yo seguía soltera. Recuerdo que llegué a decir en ocasiones, “Me muero si mi hermana menor se casa primero que yo.” (¿Adivina qué? Mi hermana menor se casó 7 años antes que yo, ¡y sobreviví!).

Durante esos años de espera, el Señor había comenzado a hacer una obra en mi corazón. Por mucho tiempo no amé mi diseño de mujer; amaba todo lo relacionado con estudios de teología, filosofía y música más que las cosas del hogar. No me consideraba creativa y por eso no me dedicaba a crear belleza con mis manos ni a servir a mi familia de esa manera.

Poco a poco el Señor había abierto mis ojos para entender mi diseño; me llevó a amar el ser mujer y me enseñó a deleitarme en servir a mi familia creativamente (según la creatividad que Dios había puesto en mí y que descubrí durante ese tiempo).

Al unirse el deseo de casarme con el cambio de perspectiva acerca de ser mujer, muchas veces cuestionaba a Dios: “Señor, ¿por qué me haces amar el hogar si no me vas a dar uno propio? ¿Por qué́ me haces ver el privilegio de ser ayuda idónea, esposa y madre si no me permites serlo?” Por mucho tiempo no me hacía sentido. ¿No eran correctas mis motivaciones al anhelar un hogar y criar hijos para la eternidad?

En un proceso gradual el Señor me hizo ver que amar mi diseño no tenía que ver con mi estado civil. Estaba llamada a ser una ayudadora, a ser dadora de vida, a crear belleza alrededor de mí, a usar mis manos para bendecir a otros; ¡estaba llamada a servir siempre – soltera o casada!

Los planes del Señor fueron diferentes a mis sueños… ¡fueron mejores! Me dió oportunidades especiales de servicio y ministerio como discipular jóvenes, ministrar a prostitutas junto a otras amigas, servir en el ministerio de jóvenes y de mujeres de mi iglesia, fomentar una relación especial con mis sobrinitos, viajar a la China y ser “cheerleader” o animadora de mis amigas en sus roles de mamá y esposa. Dios no había permitido que me casara porque tenía un trabajo para mí que solo podía hacerlo siendo soltera. Me llenó de gozo en ese rol.

Tito 2: 12 dice que “La gracia nos entrena a vivir.” Lo hace enseñándonos a vivir a la luz de la segunda venida de Jesucristo. Toda esta vida no es más que una espera, aguardando nuestra gloriosa esperanza. Jesús es nuestro gran Salvador – El nos purificó y redimió para vivir ahora para El.

Adornamos la doctrina cuando vivimos de tal modo que demostramos la gloria y el poder del evangelio. Cuando nuestras vidas demuestran que Cristo realmente es digno de confianza y que Él es un Salvador poderoso para rescatarnos y transformarnos, son una recomendación poderosa de la belleza del evangelio.

Con el poder del evangelio podemos dejar de mirar la soltería con un enfoque centrado en nosotras mismas y gozarnos con los matrimonios de nuestros amigos; orando por ellos para que el Señor les conceda estar centrados en Cristo. Por el poder de la gracia de Cristo, nos alegramos de que otros en el cuerpo de Cristo tengan el privilegio de ser padres y madres. Por el poder del Evangelio, nos esforzamos en “adornar la doctrina” como solteras y no como casadas.

Eso no significa que la lucha contra la tentación de la autocompasión, descontento e impaciencia cese. Ni tampoco que el Señor quite el deseo de casarnos y tener nuestro propio hogar. Significa que Él nos capacita para ejercitar los músculos de la fe cuando queremos andar por vista y no con los ojos puestos en la eternidad.

El mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos es el que está activo en nosotras, enseñándonos a amar Su Reino, y en última instancia a Jesús, más que a la vida misma. 

¿Cómo te anima reconocer que tienes el poder en Cristo para adornar el evangelio? ¿En qué áreas no estás viviendo a la luz de que eres una mujer en espera: esperando a tu Salvador?

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Sobre el autor

Aylín Michelén de Merck

Aylín Michelén de Merck es esposa y mamá de tres hijos. Vive con su familia en el Medio Oriente. Aylín disfruta el guacamole, el café con leche de menta y todas las cosas que incluyen chocolate. La característica más importante … leer más …

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