«La tentación es la escuela de Dios, donde revela clara y dulcemente su amor para con su pueblo […] aquí Dios enseña a su pueblo a reconocer mejor que nunca la maldad del pecado, lo vacías que son las criaturas, y la gran necesidad que tienen de Cristo y de la libre gracia […] el resultado de toda tentación será el bien de los santos».1
En 1 Corintios 10:13 Dios nos promete ser fiel en medio de la tentación, proveyéndonos lo necesario para resistirla. Su fidelidad en mi vida muchas veces se ha mostrado por medio de la iglesia, ya que mis tentaciones no son diferentes a las de mis hermanos en la fe. Por eso, te comparto estas tentaciones que me han sobrevenido al ser la única creyente en casa y la gracia que he recibido.
1. Amar más a mi familia que a Dios
Es común recibir burlas, críticas y consejos de parte de nuestra familia, pero en la tentación de buscar el amor y la aprobación que proviene de ellos (al obedecerlos y desobedecer a Dios), debemos voltear nuestros ojos a Jesús, donde el amor y la aprobación abundan para nosotras gracias a Él. Eso afirmará nuestra identidad como hijas de Dios, fortaleciéndonos para seguir obedeciendo a Aquel que nos rescató con Su preciosa sangre.
Nuestro Señor dijo: «El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí» (Mateo 10:37). Pero ¿qué quiso decir con eso? Que lo amemos primeramente a Él, ese es el primer mandamiento (Marcos 12:30). «Él nunca ignora ni devalúa las relaciones familiares. Dios creó a la familia […] No obstante, en cuanto a Cristo y a la devoción a Él, todo lo demás debe ocupar un segundo lugar».2 Vamos a ser tentadas a amar más a nuestra familia que a Dios, pero crecer en el conocimiento del amor de Cristo nos ayudará en esta tentación.
2. Creer que Dios es injusto por no salvar a mi familia
Cuando Cristo me salvó, fue muy clara la condición espiritual de mi familia, y mi corazón se llenó de tristeza y dolor, pues anhelaba que también estuvieran reconciliados con Dios. Fue duro pensar en ello, y lo peor es que mi corazón se llenó de amargura al caer en la tentación de llamarle injusto a Dios. Pero Dios, pacientemente, con mucha gracia y compasión me llevó a Romanos 9 y me hizo ver dos cosas:
- Que no soy la única que ha experimentado este dolor y deseo; Pablo también lo experimentó (vv. 2-3), y saberlo consoló mi corazón. El Señor me entendía y no me condenaba por eso. Pero había una verdad que necesitaba creer, esa verdad la escribió Pablo unos versículos después.
- Que Dios tiene misericordia de quien quiere tener misericordia (vv. 14-18). Nosotras no tenemos el derecho de reclamarle por no salvar a alguien. Dios es el Creador y dueño de todo lo que vemos. Dios no le debe nada a nadie, al contrario, nosotros le debemos gratitud y obediencia; sin embargo, lo que hacemos es rebelarnos contra Él, lo cual nos hace dignos de muerte (Romanos 1:32).
Creer esto me llevó a arrepentirme y a reconocerlo como el Dios justo que es y también a reconocer la injusticia del hombre y su responsabilidad ante Dios.
Y no solo eso, también me animó a orar constantemente por la salvación de mi familia, agradeciendo que puedo hacerlo, pues intercedo por ellos ante el Dios todopoderoso. Él tiene poder para salvar y es misericordioso, no se complace en la muerte (Ezequiel 18:32; 33:11).
3. Creer que mi buen testimonio salvará a mi familia
Frecuentemente escuchamos el buen consejo de mantener un testimonio de perfección ante aquellos que están perdidos, solo que ese consejo debemos considerarlo a la luz del evangelio.
Un buen testimonio es fruto de una vida que está enfocada en el evangelio, que busca obedecer al Señor y lo hace por amor a Él. Es muy peligroso enfocar nuestra mente en mantener un buen testimonio fuera del evangelio, ya que esto nos desvía, nos lleva a obedecer al hombre y no al Señor.
Nuestro buen testimonio es fruto de la obra de Dios en nosotras y ese fruto no puede salvar. Es imposible que el hombre sea salvo a menos que Dios lo salve. El hombre nace muerto espiritualmente, y ver un milagro o una vida ejemplar no puede cambiar eso, pero sí puede ser usado por Dios para atraer a una persona a Él.
Con esto no quiero animarte a desobedecer al Señor, ¡al contrario! Quiero animarte a que creas en el evangelio, y que de ahí, por gracia, fluya tu obediencia.
Nuestra obediencia al Señor es un medio que Dios usa para alcanzar y bendecir a otros. ¡Es hermoso! El Señor nos manda a amar al prójimo y al mismo tiempo nos capacita para amar de la manera correcta: compartiendo el evangelio, llamando al arrepentimiento y a la fe en Jesús, orando por ellos, no siendo de tropiezo, hablando siempre la verdad en amor, etc.
También es necesario reconocer que no podemos reflejar la perfección de Jesús, pues estamos siendo santificadas. Pero al pecar podemos reflejar un carácter humilde como el de Jesucristo, pidiendo perdón, reconociendo que pecamos, y que, por gracia, buscaremos cambiar.
4. Creer que sería mejor si tuviera una familia cristiana
A veces el sufrimiento o el descontento nos lleva a imaginar universos paralelos al que estamos viviendo, donde si Dios hubiera cambiado algo, todo sería mucho mejor. Pero la verdad es que Dios no se equivoca y aunque no conocemos cada detalle de Su plan, podemos confiar en Él, en Su sabiduría, justicia y bondad. Dios es soberano, Él no se equivocó con nuestra familia.
En nuestro sufrimiento, Él nos acompaña y nos consuela; en cuanto al descontento, nos manda a contentarnos y regocijarnos en Él, reconociendo todo lo que nos ha dado, pues ahora que estamos unidas a Cristo, todo lo que Él ganó está a nuestro favor y no estamos solas, ¡somos parte de la familia de Dios!
Nuestro Dios nunca falla en darnos lo que necesitamos; en cuanto a lo espiritual, lo tenemos todo (2 Pedro 1:3, Efesios 1:3), y en cuanto a lo terrenal, tenemos un Padre en el cual confiar (Mateo 6:30-33). Podemos gozarnos y agradecerle por lo que ya nos ha dado y compartirle los anhelos que tengamos, confiando en que Su provisión siempre es en bondad, sabiduría y amor.
Amada joven, si estás en tentación hoy al ver a tu familia perdida en el error lejos de la salvación de Cristo, ¡no temas, Dios está contigo! Persevera y no luches sola. Depende totalmente del Espíritu Santo al usar los medios de gracia que Dios te ha dado, confiando en que te ayudará a resistir. Si caes, recuérdale a tu corazón el evangelio, que es por gracia y no por obras. Acércate en oración a tu Señor y Salvador que también fue tentado, Él te entiende y quiere guiarte y sostenerte con amor. Su gracia es suficiente.
- Remedios preciosos contra las artimañas de Satanás, p. 174
- Biblia de estudio para mujeres, Holman, p. 1183
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