Transcripción

El evangelio nos llama continuamente al servicio. El problema es cuando nos desenfocamos y perdemos de vista que debemos servir al Señor y no a los hombres, con la expectativa de que los hombres respondan de la misma manera como lo hicimos nosotras: «sirviéndonos».

Cuando nos tratan mal, si somos sinceras, a menudo llegamos a los extremos. A veces nos dejamos llevar por la ira, lo que casi siempre trae resultados desastrosos. En otras ocasiones permanecemos en silencio y permitimos que la amargura eche raíz en nuestros corazones, en lugar de tratar abiertamente los problemas con las personas implicadas. 

Dios no es deudor de nadie, sino que Él paga. Sigue sirviendo a quienes te rodean sin esperar retribución. Hazlo como para el Señor y no para los hombres; así guardarás tu corazón y servirás con libertad, sabiendo que a Cristo, el Señor, sirves! 

Hemos llegado al final de nuestro estudio …