Fija tus ojos en Cristo

¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y te turbas dentro de mí?
ESPERA EN DIOS; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío. (Salmo 42:5, 11; 43:5)

Hoy me encuentro repitiendo no solo 3 veces como el salmista (Salmo 42 y 43), sino muchas, más de lo que realmente quisiera, sin entender tantas cosas en mi corazón, por qué si conozco claramente en las Escrituras cuál es la voluntad de Dios y digo ¡Sí, Señor! a esto o aquello en mi vida si Dios lo quiere así y como María digo con el deseo que sea sincero en mi corazón: “He aquí está tu sierva, hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38), ¿por qué por momentos me siento abatida? ¿Humillada? ¿Por qué se mojan mis ojos?

Meditando en lo que he experimentado durante estas semanas, comprendo que Dios está respondiendo a una oración que hice a inicios de mayo, pidiéndole que  preparara mi corazón para la reunión mensual de mujeres donde tengo el privilegio de enseñar. Precisamente, el texto que a compartir es la respuesta de María al ángel Gabriel en el Evangelio de Lucas citado. Pero… ¿Por qué me duele?, y hablando con el Señor, pasaba por mi mente la idea, que sería fácil si Dios colocara el deseo de Su corazón en el mío de aquellas cosas especificas que Él ya sabe que acontecerán, y que yo obedeciera, no tendría por qué abatirme. ¡Qué cómoda yo! Evidencia que sigo pensando en mí.

Orando a mi Dios entre lágrimas, reconociendo mi gran necesidad de Él, humillada delante de Él (precisamente Dios nos quiere ahí), Dios me señalaba una respuesta: FIJA LOS OJOS EN MI HIJO, FIJA LOS OJOS EN CRISTO, quita la mirada de ti y del hombre:

Así dice el Señor: Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del Señor se aparta su corazón. […] Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. […] Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Jeremías 17:5, 7, 9.

“[…] puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:2.

No hay una respuesta más aterrizada que ésta para nuestros corazones, no nos corresponde entender aquello que Dios nos ha ocultado, por el contrario debemos fijar los ojos en lo realmente importante: CRISTO, independientemente de lo que pase con nuestras vidas. María dudó como lo hacemos nosotras, probablemente sin entender todo lo que vendría, sin pensar en las consecuencias, ni en ella, fijando los ojos en Su Dios respondió con sabiduría y la seguridad de que el Señor a Quien servía tenía todo bajo control.

Además, Dios me ha enseñado y recordado que:

-       Cuando te dispones a compartir Su Palabra, como maestra pasarás por la prueba (antes o después). “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” Romanos 2:21.

-       No se trata de sólo conocer las Escrituras, sino también de vivirla. Somos vasos de barro muy débiles, con el propósito amoroso de que la excelencia del poder sea de Dios, y no nuestra (2 Corintios 4:7).

-       No debemos desmayar, aunque nuestro exterior se va desgastando, el interior se renueva de día en día (2 Corintios 4:16).

-       Todo lo que pasa acá en la tierra es momentáneo,  y produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (2 Corintios 4:17).

-       No fijar nuestra mirada en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; pues las que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas 2 Corintios 4:18).

Te preguntarás: ¿Qué tiene que ver la respuesta de María? Ella pudo responder así porque su mirada y corazón estaban en el lugar correcto. ¡Fija tus ojos en Cristo!

Sigo orando para que el Señor permita que mi  vida se rinda cada día más a Sus pies y que todos los días mis ojos estén hacia la persona correcta, CRISTO.  ¿Te unes a esta oración?

En este camino he acompañado mi oración de esta hermosa canción que el Señor me llevó a descubrir en estos días, ha dado aliento a mi vida.

Fija tus ojos en Cristo

¡Oh, alma cansada y turbada!,
¿sin luz en tu senda andarás?
Al Salvador mira y vive;
del mundo la luz es su faz.

Coro
Fija tus ojos en Cristo,
tan lleno de gracia y amor,
y lo terrenal sin valor será
a la luz del glorioso Señor.

De muerte a vida eterna
te llama el Salvador fiel;
en ti no domine el pecado;
hay siempre victoria en Él.

Jamás faltará Su promesa.
Él dijo: "contigo estoy".
Al mundo perdido ve pronto
y anuncia la salvación hoy.


Música y Letra: Helen Howarth Lemme

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Sobre el autor

Yuliana Fragozo Bermúdez

La gracia y la misericordia de Dios la alcanzó cuando se encontraba sedienta buscando agua en un pozo. Esa misma gracia inmerecida le permitió casarse con Andrés Aguilar, quien es uno de los pastores fundadores de la Iglesia Cristiana Vida … leer más …


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