En un mundo donde el terrorismo, la guerra y el divorcio son temas diarios, uno de los ministerios más vitales que podemos tener como mujeres es el ministerio de animar.
Todas hemos sentido cómo el enemigo nos drena la energía con el desánimo. La gente que desanima nos derriba en lugar de inspirarnos a esperar y confiar en Dios.
¿Sabías que una vez enjuiciaron a un hombre y lo sentenciaron a prisión por un año por desanimar?
Esto sucedió durante la Guerra de los Bóeres, de 1899 a 1902 en Sudáfrica, en la localidad de Ladysmith. Las posesiones del pueblo y la plaza de armas estaban en peligro. Este civil pasaba por las filas de soldados y hablaba palabras de desánimo a los hombres en servicio. No asestó un golpe al enemigo, ninguno. Lo único que hacía era desanimar, y en un tiempo critico.
El consejo de guerra declaró que el hablar palabras de desánimo en tales circunstancias era un crimen. Hoy en día desanimar quizás no sea un crimen, pero definitivamente es un pecado.
Uno de los ministerios que más necesitamos en la iglesia hoy en día es el ministerio de animar. Todos conocemos a gente que está en gran necesidad de ánimo. Cada semana escucho de personas que están luchando contra la desesperanza y la desesperación. Urgentemente necesitan el regalo del ánimo—alguien que les infunda esperanza, confianza y consuelo.
Dar ánimo no se nos da por naturaleza a la mayoría de nosotros, pero, para un creyente, no es una opción. Es un mandamiento basado en el amor de Dios.
Treinta y dos veces el Nuevo Testamento nos recuerda de las cosas que debemos hacer «unos por otros». Uno de esos mandamientos es animarnos unos a otros (Heb. 3:13). Cuando animamos a otros, estamos reflejando el corazón de Dios, que es «el Dios del ánimo» (Rom. 15:5).
¿Quién lo necesita?
¿Tú necesitas ánimo? ¡Todos lo necesitan! Pero, ¿qué tan seguido tomamos tiempo para pedirle a Dios que nos muestre gente en nuestras vidas que necesitan ánimo? La maravillosa bendición es que vas a segar lo que siembres; vas a ser animado conforme animes a otros.
Empieza con tu propia familia. Es hipocresía de nuestra parte el intentar animar a todo el mundo mientras fallamos en animar a aquellos dentro de las cuatro paredes de nuestro propio hogar.
Si eres casada, tu esposo necesita que seas su animadora número uno. Tu hogar debe ser un refugio para tu esposo, el lugar donde sabe que puede encontrar ánimo constante.
Mamás, sus hijos, no importa la edad que tengan, necesitan ser animados. Cuando la gente nos dice palabras de ánimo, nos motiva a vivir a la altura de sus palabras. Todos florecen al ser animados, y de la misma manera lo harán tus hijos.
Otros que necesitan nuestro ánimo incluyen:
- pastores y miembros del personal de la iglesia, y sus esposo/as
- otras madres, incluyendo madres en espera y madres solteras
- los que están solos, como los solteros y los ancianos
- gente que está enferma y hospitalizada
- nuevos creyentes
- los que están luchando contra un pecado
- los que están lastimados
La mejor manera de experimentar el ánimo que tú tanto deseas es por medio de ser de ánimo para otros. Entonces, pídele a Dios que te ayude a ver a la demás gente con Sus ojos, a amarlos con Su corazón, a animarlos con Sus manos de ayuda. Conforme lo hagas, Dios va a animar y fortalecer tu propio corazón.
Formas de animar
No sé de nada que puedas hacer que de más ánimo que la oración. Ora por ellos. Si alguien te dice: «Estoy batallando», o, «Tengo una necesidad», detente y ora con ellos ahí mismo, si es posible.
No te puedo decir cuánto significa para mí cuando alguien me dice: «Déjame orar por ti», y ¡luego lo hace ahí en ese mismo lugar! Tengo un amigo que prácticamente nunca termina una conversación, sea en persona o por teléfono, sin orar por la persona con la que está hablando. Este amigo ha sido una gran fuente de ánimo para mí y para muchos otros.
Otra forma importante en que podemos animar a otros es con nuestras palabras.
Proverbios 12:25 nos dice «la ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, mas la buena palabra lo alegra». Tus palabras de ánimo pueden levantar a alguien.
No puedo enfatizar lo suficiente la importancia de esto para la gente a la que estamos más cercana. Piensa en esos momentos cuando tu esposo está muy desanimado. Tus palabras, ¿lo derriban o lo fortalecen? Tus palabras, sean habladas o escritas, pueden inspirar valentía y fortaleza en los corazones de la gente que se siente abrumada en la desesperación.
Nos podemos animar los unos a los otros por medio de dar regalos—y esos regalos no tienen que ser caros.
Recientemente recibí varios regalos valiosos—incluyendo una placa con un versículo, flores, tarjetas y un disco de música de alabanza—de gente que nada más quería que yo supiera que estaban pensando en mí. ¡Cuánto ánimo han dado a mi corazón esos recordatorios especiales!
Actos de servicio son otra manera de animar a otros: llévale comida a alguien; ofrece cuidar a los hijos de una pareja para que ellos puedan salir en una cita; visita a una persona anciana; limpia la casa para un/a amigo/a enfermo/a o una mamá con varios hijos pequeños.
En un mundo donde tanta gente está triste, sola y lastimada, cuánto necesitamos animarnos los unos a los otros. Al hacerlo, Dios va a usar nuestras manos, corazones y palabras para comunicar Su corazón y ministrar Su gracia a los que están a nuestro alrededor.
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