Juan 3:16 - "Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio…”
¡Este es el mensaje de La Navidad! Este es el regalo de Dios al mundo que le da significado y sentido a nuestra tradición de intercambiar regalos de Navidad. Es en el dar, como Dios lo hizo, donde se descubre el verdadero espíritu de la Navidad.
Meditemos por un momento acerca de qué fue lo que Dios nos dio en esa primera Navidad.
DIOS LE REGALO AL MUNDO UN SALVADOR. Dios incluso le dio un nombre al niño que iba a ser concebido por el Espíritu Santo en el vientre de una virgen llamada María. El nombre del niño declara al mundo que Dios había provisto un Salvador: “Y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a Su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
Durante miles de años la humanidad había estado cautiva del pecado. Estaban bajo la ira de Dios que debe juzgar todo pecado. No había escapatoria. Sin embargo, Dios mantuvo Su promesa, a través de Sus profetas, es decir, la venida de Uno que tomaría sobre Si mismo toda la ira de Dios contra el pecado; Aquél que podría darnos Su justicia a cambio de nuestra maldad.
¡Oh, don de Dios era el regalo de todos los regalos! ¡El Salvador! ¡El Redentor! ¡El Libertador! Sin este Regalo no tendríamos esperanza. Estábamos condenados a morir por nuestros pecados, para siempre separados de Dios, y objetos de Su ira feroz. Ahora, podemos acercarnos a Él con valentía, vestidos con la justicia del Salvador. Vamos a recibir con acción de gracias y humildad el regalo de Dios. Vamos a gritar diariamente salmos de alabanza: “Pues tu has librado mi alma de la muerte” (Salmos 56:13). ¡El Salvador nos ha sido dado!
DIOS HA DADO AL MUNDO SU GLORIA. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios no mostró Su Gloria al hombre, pues en su estado estado pecaminoso hubiese muerto de haberse expuesto a la presencia de Dios. “Y añadió: no puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme y vivir” (Exodo 33:20). A la espera de la primera Navidad, Dios prometió: “Entonces será revelada la gloria del Señor” (Isaías 40:5). Y, en efecto, Jesús es: “El es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza” (Hebreos 1:3). Jesús es EMMANUEL —Dios con nosotros; Dios encarnado—Dios en la carne. En Navidad, el infinito Dios se hizo hombre, asumiendo las limitaciones de tiempo y espacio, para que pudiésemos contemplar y recibir Su Gloria. Contempla con gozo ese paso, desde la eternidad divina a este planeta de hombres pecadores. “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. . .pues de Su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia” (Juan 1:14,16). Se contempla a Jesús, la Gloria de Dios, para que seamos transformados a su semejanza, y seamos partícipes de Su Gloria. “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de Gloria en Gloria,. . .” (2 Co. 3:18).
DIOS DIO AL MUNDO SU PAZ. Oh, cuán desesperadamente este mundo estaba en necesidad de paz. Los hombres, a causa de su pecado, estaban enemistados entre ellos mismos, unos con otros, y con Dios. Muchos buscaron la paz en la filosofía, en obras espirituales, en líderes humanos. Pero nada de ello pudo cerrar la brecha infinita entre Dios y el hombre. Una vez más, Dios ha prometido enviar al Hombre de Paz: “…de ti me saldrá El que ha de ser gobernante de Israel. . .” (Miqueas 5:2). La noche que Jesús nació, los ángeles proclamaron: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra PAZ entre los hombres en quienes Él se complace" (Lucas 2:14). El apóstol Pablo experimentó personalmente la gran verdad que le fue revelada por el Espíritu Santo: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otros tiempos estábais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque Él mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación. . .” (Efesios 2:13,14). Con el nacimiento del niño Jesús, vino también la promesa de que algún día el Rey Jesús volvería a la tierra para establecer Su reinado eterno de paz. La paz de Dios ha sido dada. En este mundo tenemos problemas y conflictos, pero sólo aquellos de nosotros que hayamos recibido al Príncipe de Paz, podemos experimentar diariamente la dulce y victoriosa paz de Dios.
DIOS DIO AL MUNDO SU UNICO HIJO. Recuerdas las palabras de Abraham cuando él y su hijo Isaac partieron al monte Moriah donde Abraham iba a sacrificar ante Dios lo más preciado que tenía en su vida, a su único hijo? Abraham habló a sus criados y les dijo: “Quedaos aquí…..yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5).
Dos mil años mas tarde, Dios y Su Unigénito, Jesús, subieron otra montaña juntos. Belén marcó sólo el principio de un viaje que había de conducir al Calvario y terminar en una tumba vacía. Entre el pesebre y la tumba vacía, un gran sacrificio se llevó a cabo. Cuando Dios dio a Jesús en esa primera Navidad, Él sabía que sería necesario el sacrificio completo de Su amado. Sin embargo, Él lo entregó voluntariamente.
Y voluntariamente el Hijo se entregó para el mundo. “Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de Su pobreza llegarais a ser ricos” (2 Co. 8:9). ¡Esto es una verdadera dádiva! Que egoísta resulta ser nuestra capacidad de dar cuando la comparamos con este acto de Dios. Necesitamos aprender a dar como Él dio – la forma más extrema del sacrificio, hasta el punto de la pobreza, para que otros puedan ser ricos espiritualmente.
La Navidad nos provee una maravillosa oportunidad para unirnos a Dios en ese deseo de dar al mundo. Los regalos más preciados que podemos dar a otros, a nuestros hijos, nuestros amigos, incluso a aquellas personas que no conocemos, son esos regalos que permitan compartir el regalo de Dios: Su inmensurable obra Salvación, Su Gloria, Su paz, SU HIJO.
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