Un buen obrero sabe que toma tiempo construir una casa que permanezca en pie por varias décadas. Él establece las bases hábilmente y se rehúsa a tomar atajos a medida que forma un fundamento sólido. De la misma manera, nosotros necesitamos construir una zapata espiritual en la próxima generación.
En Salmos 127, la Palabra de Dios nos ofrece tres analogías que nos ayudan a saber como construir familias que tengan un corazón para Dios. Nosotros debemos ser obreros, guardianes y guerreros. La meta de estos tres roles es que dejemos un legado de piedad para nuestros hijos, nietos y las generaciones que le sigan. Una vez tuve el privilegio de construir una casa. No sabía nada de construcción así que contraté un constructor local. Este vino altamente recomendado y resultó ser un constructor maravilloso, un perfeccionista que se tomaba las cosas seriamente y que con su ojo experimentado veía cosas que yo no podía ver.
Algunas fases pasaron rápidamente, con progreso notable casi hora por hora y ciertamente día por día. Otras partes más tediosas del proceso eran menos emocionantes, pero el constructor sabía que aún esas partes lentas eran importantes.
Al final del proceso fue emocionante ver hacia atrás y al mismo tiempo ver esta bella casa que Dios había provisto con la ayuda de tantos obreros capaces y decir, “Misión cumplida!”. Ahora esa casa es un lugar donde puedo vivir y donde otros pueden ser ministrados y bendecidos.
Como leímos en el Salmo 127, nos damos cuenta de que el ‘obrero’ no está simplemente construyendo una casa física. El está construyendo un hogar, una herencia—una familia piadosa que llevará el corazón, los caminos y la fe de Dios a la próxima generación. Ese tipo de construcción es más demandante, precisa y algunas veces, más exasperante que construir una casa física.
Hay mucho más en juego, y no podemos darnos el lujo de no hacerlo bien. Queremos construir vidas, hogares, iglesias y una cultura que refleje la gloria de Dios mucho después de que nos hayamos ido. Queremos dejar atrás un modelo de piedad que las personas elijan abrazar en la próxima generación.
Guardianes y Guerreros
Hay otra analogía utilizada en este pasaje—la de un guardián. Las Escrituras dicen, “Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia.”(127:1)
Tenemos aquí la imagen de un centinela o guarda, alguien que ha sido asignado y ha aceptado la responsabilidad de estar en guardia por una ciudad. No puede dormirse en su turno, debe mantenerse alerta y despierto. Él necesita discernimiento para reconocer cuando se acerca un enemigo.
Se nos ha asignado la tarea de ser protectores, velando por la ciudad que Dios nos ha confiado.
La tercera imagen en este pasaje es la de un guerrero: “Como flechas en las manos del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud” (127:4). Aquí la imagen es de un campo de batalla, y nuestros hijos e hijas son las municiones. Son flechas en la batalla, y Dios busca que los liberemos y los enviemos a la cultura.
Esas flechas deben estar preparadas—cuidadosamente formadas y moldeadas. Deben ser disparadas en la dirección correcta, hacia el objetivo apropiado. Nuestra efectividad como guerreros, en muchos sentidos, determina la efectividad de esas flechas. Si no han sido formadas correctamente, o si son enviadas en una dirección incorrecta, no van a cumplir su propósito.
El salmista nos dice que hay una casa que construir, una ciudad que guardar y una batalla que pelear. Si el obrero no edifica la casa, si el guardián se duerme o se distrae mientras está en su turno, o si el guerrero falla en presentarse a la batalla, vamos a tener problemas. Las vidas pueden estar en peligro. Estos son roles vitales, estratégicos.
Cuando piensas en tu familia, no es solo una cuestión de preguntarse “¿Lo lograrán mis hijos?” o “¿Tendremos una buena familia?” Hay que mirar una imagen mucho más grande.
Construyendo Su Reino
Dios está construyendo Su Reino, y nosotros somos obreros juntamente con Él; somos guardianes con Él; somos guerreros con Él. El propósito de Dios para nuestras familias, hogares y relaciones es que, en nuestra pequeña parte de la construcción, estemos contribuyendo a edificar el reino de Dios de manera mas amplia. Es por este medio que podemos dejar un legado de piedad para la próxima generación.
Si pierdes de vista esa visión, te vas a desgastar en toda buena obra. Levanta tus ojos y di, ¿Cuál es el cuadro general aquí? ¿Qué esta tramando Dios?
Nuestros hijos son una mayordomía sagrada de parte del Señor. Un día daremos cuentas a Dios por la condición espiritual de la próxima generación. Eso no disminuye su responsabilidad, pero nosotros, como creyentes adultos, un día estaremos de pie ante Dios y daremos cuenta por cómo construimos, guardamos la ciudad y peleamos la batalla en nombre de la próxima generación.
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