Presta oído, oh Pastor de Israel;
Tú que guías a José como un rebaño;
Tú que estás sentado más alto que los querubines; ¡resplandece!
…despierta Tu poder
Y ven a salvarnos.
Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora, te rogamos;
Mira y ve desde el cielo, y cuida esta vid,
Oh Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos;
Haz resplandecer Tu rostro sobre nosotros y seremos salvos.
(Tomado del Salmo 80)
Necesitamos avivamiento cuando. . .
- Dejamos de amar a Cristo como una vez lo hicimos.
- Nos importan más los intereses y las ocupaciones terrenales que las cosas eternas.
- Preferimos pasar tiempo en las redes sociales o ver series y películas en lugar de leer la Biblia y orar.
- Las cenas de la iglesia tienen una mayor concurrencia que las reuniones de oración.
- Los conciertos atraen mayores multitudes que las reuniones de oración.
- Tenemos poco o ningún deseo de orar.
- Preferimos hacer dinero en lugar de dar dinero.
- Colocamos personas en posiciones de liderazgo dentro de nuestras iglesias que no llenan las cualificaciones bíblicas.
- Nuestro cristianismo carece de gozo y pasión.
- Conocemos la verdad y la tenemos clara en nuestra mente pero no la ponemos en práctica en nuestras vidas.
- Hacemos un mínimo esfuerzo para dar testimonio a los perdidos.
- Tenemos tiempo para los deportes, la recreación y el entretenimiento pero no para un estudio bíblico o un momento de oración.
- No temblamos ante la Palabra de Dios.
- La predicación carece de convicción, confrontación, y unción.
- Tenemos pensamientos sobre la eternidad casi inexistentes.
- El pueblo de Dios está más preocupado por sus trabajos y sus carreras que por el reino de Cristo y la salvación de los perdidos.
- El pueblo de Dios tiene compañerismo con otros creyentes y las conversaciones giran primordialmente en torno a las noticias, el estado del tiempo y los deportes, en lugar de anhelar hablar sobre el Señor.
- Los servicios de la iglesia son predecibles y «lo de siempre».
- Los creyentes entran en conflicto entre sí y no se sienten llamados a buscar la reconciliación.
- Los esposos y esposas cristianos no oran juntos.
- Los matrimonios están coexistiendo en lugar de vivir llenos del amor de Cristo.
- Nuestros hijos crecen adoptando valores mundanos, filosofías seculares y estilos de vida contrarios al plan de Dios para nuestras vidas.
- Estamos más enfocadas en la educación de nuestros hijos y sus actividades deportivas que en la condición de sus almas.
- El pecado dentro de la iglesia se coloca bajo la alfombra.
- El pecado conocido no se aborda a través de un proceso bíblico de disciplina y restauración.
- Toleramos «pequeños» pecados de chismes, de espíritu crítico y falta de amor.
- Nos exponemos a programas en la televisión o a películas cuyo contenido no es santo.
- Nuestro canto es a medias y a nuestra adoración le falta vida.
- Nuestras oraciones son palabras vacías seleccionadas para impresionar a otros.
- Nuestras oraciones carecen de fervor.
- Nuestros corazones están fríos y nuestros ojos están secos.
- No estamos viendo evidencias regulares del poder sobrenatural de Dios.
- Hemos dejado de llorar acerca de nuestro propio pecado y el pecado de otros.
- Nos conformamos con vivir con un cristianismo y servicios religiosos llanos y cómodos.
- Estamos aburridas de la adoración.
- Hay que entretener a la gente para motivarla a ir a la iglesia.
- Nuestra música y nuestra vestimenta corresponden a los patrones del mundo.
- Empezamos a encajar y a adaptarnos a los patrones del mundo, en lugar de llamar al mundo a adaptarse a los patrones de Dios.
- No anhelamos la compañía y la comunión de nuestros hermanos en Cristo.
- Hay que rogar a la gente que dé y sirva en la iglesia.
- Nuestras acciones de generosidad son medidas y calculadas, en lugar de ser abundantes y sacrificadas.
- No estamos viendo a personas perdidas ser atraídas a Jesús de manera regular.
- No estamos ejercitando la fe ni creemos en Dios para lo imposible.
- Estamos más atentas a lo que otras personas piensen de nosotras en lugar de preocuparnos por lo que Dios piensa acerca de nosotras.
- No somos movidas por el hecho de que 2.5 billones de personas en el mundo nunca han escuchado el nombre de Jesús.
- No somos movidas a predicarle a nuestros vecinos, compañeros de trabajo y conocidos que se encuentran perdidos y sin Cristo.
- El mundo perdido que nos rodea no sabe ni le importa si existimos.
- Estamos haciendo poca o ninguna diferencia en el mundo secular que nos rodea.
- El fuego se ha ido de nuestros corazones, de nuestros matrimonios y de nuestra iglesia.
- Estamos ciegas ante la magnitud de nuestra necesidad y no creemos que necesitamos un avivamiento.
© Aviva Nuestros Corazones. Usado con permiso. www.AvivaNuestrosCorazones.com
Escritura:
Salmos 80:1-6