Por Nancy Leigh DeMoss
Una de las razones principales por lo que las personas experimentan una sensación de frustración y fracaso en su vida devocional es porque no entienden la importancia de este hábito. Como resultado de esto, hay creyentes sinceros que tienen (o tratan de tener) devocionales diarios por las razones equivocadas.
Entonces, ¿cuál es el propósito de los devocionales? ¿Qué hace que valga la pena hacer el esfuerzo de levantarse temprano en la mañana, sacar tiempo de una ya apretada agenda, y dar prioridad a ese tiempo de quietud diario? ¿Qué esperamos lograr a través de este tiempo? ¿Y por qué es este hábito tan crucial en la vida de un creyente? Me gustaría sugerir ocho propósitos que he descubierto. Los cuatro primeros se refieren principalmente a nuestra vida interior con Dios, y los otros cuatro no sólo afectan nuestra vida interior, sino que influyen nuestros estilos de vida y nuestras relaciones con los demás.
Comunión. ¡El propósito final de pasar tiempo en la Palabra de Dios es llegar a conocer a Dios! Qué maravilloso privilegio es ser invitado a ser amigo del Dios del universo y caminar con Él de manera intima y personal. El objetivo no es comprobar que cumplimos con otro de los pendientes de nuestra lista de actividades, sino encontrarnos con Él, no es "tener devocionales", sino experimentar una verdadera “devoción” (Ex. 33:13).
Purificación. Al pasar tiempo a solas con Dios en la mañana, le pido a Aquél que todo lo ve y todo lo sabe que me revele todo lo que haya en mi corazón que no sea santo. Él me conoce mejor de lo que yo me conozco a mi misma. Mi tendencia natural sería esconder mi pecado, así que le pido que haga resplandecer la luz de su santidad en mi corazón y que me muestre lo que Él ve allí. A través de la adoración, la oración y la Palabra, paso de la oscuridad a Su luz. (Salmo 19:12; 139:23-24)
Restauración. A medida que avanzamos cada día, respondiendo a las necesidades de quienes nos rodean, podemos llegar a agotarnos, física, emocional y espiritualmente. Dios tiene una fuente inagotable de gracia, fortaleza y sabiduría disponible que Él quiere que fluya a través de nosotros hacia demás. Y tenemos que regresar continuamente a Su presencia para reponer nuestro suministro. (Salmo 23:1-3)
Instrucción. ¿No sería estupendo si pudieras tomar una clase en la que te enseñaran todo lo que debes saber y en la que te dieran respuestas a todos tus problemas? El hecho es que hay un "curso" que se ocupa de todos los problemas a los que alguna vez te enfrentarás. Al Maestro le encanta conocer uno-por-uno a sus estudiantes, para poder adaptar el curso a cada una de nuestras necesidades. Él se complace en enseñarnos todos los días si estamos dispuestos a encontrarnos con Él. Ya tenemos el Libro de Texto, que fue escrito por el mismo Profesor. Parte de él puede ser difícil de comprender. Pero el Maestro está siempre disponible —veinte y cuatro horas al día— para ayudarnos a entender. (Salmo 25:4-5, 9, 12, 14 )
Sumisión. Con los años, he aprendido una verdad fundamental. Ya sea que aparezca un problema trascendental o pasajero en el escenario de nuestras vidas, en última instancia, la verdadera cuestión es esta: "¿Estoy dispuesta a rendir mi vida a los planes y propósitos de Dios?” Aquellos que se rehúsan a ceder el control, experimentan una bancarrota emocional y espiritual (amarga, demandante, imposible de sobrellevar). Los que dicen en simple señal de rendición: "Sí, Señor", emergen de la experiencia espiritualmente enriquecidos, y sus vidas se convierten en una fuente de gracia y aliento para los demás que están sufriendo. (Salmo 40:8)
Dirección. Dios quiere que nosotras busquemos Su consejo y orientación en relación con los asuntos que nos preocupan. Durante nuestro tiempo de quietud, entramos en Su presencia y ponemos nuestras vidas delante de Él —nuestros horarios, nuestras preguntas, y las circunstancias y decisiones que estamos enfrentando. Luego, con Su Palabra abierta delante de nosotros y nuestros corazones abiertos delante de Él, buscamos descubrir Su corazón en el tema que nos ocupa. Confiemos en Él para que haga brillar su luz en nuestro camino. (Santiago 1:5)
Intercesión. La mayoría de nosotras nacemos "reparadoras". Nuestra tendencia natural es la de tomar el asunto en nuestras propias manos, con impaciencia y preocupación, y a demandar soluciones. En el proceso, a menudo pasamos por alto el único medio verdaderamente eficaz que tenemos de impactar las vidas de quienes nos rodean. Estoy convencida de que si tú y yo tan solo pasáramos una fracción de tiempo orando, en lugar de estarnos preocupando por los demás o hablando sobre ellos con otras personas, o tratando de arreglarlos nosotras mismas, podríamos ver muchos mas resultados. (Marcos 2:1-5)
Transformación. Dios no quiere que nos pongamos máscaras de "buenas cristianas". Él desea que experimentemos una metamorfosis —que seamos transformadas interiormente a la imagen de nuestro Señor Jesús. Podemos disfrazarnos tratando de lograrlo en la energía de nuestra propia carne, pero lo más probable es que acabemos agotadas y frustradas. Sólo el Espíritu de Dios puede hacer una metamorfosis (transformarnos) a la imagen de Jesús. (2 Cor. 3:18)
© Extraído del nuevo libro de Nancy “Un Lugar de Quietud” (Moody Publishers) por Nancy Leigh DeMoss. Usado con permiso. Revive Our Hearts/Aviva Nuestros Corazones. www.AvivaNuestrosCorazones.com