Los predicadores necesitan la unción de Dios para comunicar el evangelio, los pastores y consejeros necesitan el aceite fresco del Espíritu para llevar a cabo su misión. Ninguna de sus tareas puede hacerse sólo con un esfuerzo humano, es necesaria la intervención sobrenatural de Dios.
¡Yo también la necesito! Cuando me levanto en la mañana sabiendo que mi trabajo del día es: Mantener mi relación con Dios avivada, amar a mi esposo incondicionalmente, criar hijos en el temor de Dios, nutrir un hogar, vivir en sumisión, invertirme en la vida de otros, servir al Señor, guardarme en pureza, vivir en santidad, predicar el evangelio… me convenzo de que es IMPOSIBLE, hacer todo esto en mis fuerzas, necesito de ese poder sobrenatural que sólo proviene del Espíritu Santo.
De manera práctica para vivir rendida a la obra del Espíritu necesito:
1.- Llenar mi mente de la Palabra de Dios.
Como una oveja necesita ser ungida en su cabeza para no ser molestada por los insectos, así yo necesito comezar el día llenado mi mente de la Palabra de Dios para repeler mis malos pensamientos, tentaciones y acusaciones del maligno. Mi mente debe ser renovada y guíada a la verdad cada día.
Salmos 23:5 Unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebozando.
2.- Depender absolutamente de Dios.
Nosotras las mujeres tendemos a ser muy autosuficientes e independientes, pero esas son las piedras que nos hacen tropezar. Seamos diligentes en permanecer conectadas a la fuente, reconociendo que en nosotras mismas no podemos dar frutos.
Juan 15:4-5 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.”
3.- Encontrar fortaleza sólo en Dios.
Nuestro pecado nos ciega ante nuestra debilidad, queremos esconderla y hasta ignorarla. Pero la verdadera fortaleza se encuentra en el alma que se reconoce débil ante Dios.
2 Corintios 12:9 “Y El me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi[b] poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.”
4.- Descansar en Su gracia.
Al finalizar el día es imposible haber realizado todo al 100%, de este lado de la gloria nunca podremos llegar a la perfección. Pero que alivio experimenta el alma cuando recuerda que a pesar de no llenar el estándar, hubo Uno que si estuvo a la altura de las expectativas del Padre: Jesucristo. Descansa en lo que Él ya hizo y comienza otro día colgada de su gracia y favor.
Romanos 3:24 "siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús."
Cuando rindo a Dios mi vida ordinaria, Él se encarga de hacer lo extraordinario.