Salvada
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos comparte de qué trata realmente la Navidad.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No puedes tener salvación sin un salvador. No puedes tener redención sin un redentor. La naturaleza de nuestra necesidad espiritual es tal, que no hay manera en que podamos salvarnos a nosotras mismas.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 17 de diciembre de 2024. Bienvenida a nuestra enseñanza de hoy.
Nancy: A las cinco de la madrugada del 14 de diciembre de 2005, una presa se desbordó en un parque estatal en Missouri. Como resultado, mil millones de galones de agua se liberaron en ese estrecho valle. El agua no solo fluía en grandes cantidades, sino que también destruyó todo lo que encontraba a su paso, incluyendo un denso bosque de madera.
El superintendente del parque era un hombre llamado Jerry Toops, quien …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos comparte de qué trata realmente la Navidad.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No puedes tener salvación sin un salvador. No puedes tener redención sin un redentor. La naturaleza de nuestra necesidad espiritual es tal, que no hay manera en que podamos salvarnos a nosotras mismas.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 17 de diciembre de 2024. Bienvenida a nuestra enseñanza de hoy.
Nancy: A las cinco de la madrugada del 14 de diciembre de 2005, una presa se desbordó en un parque estatal en Missouri. Como resultado, mil millones de galones de agua se liberaron en ese estrecho valle. El agua no solo fluía en grandes cantidades, sino que también destruyó todo lo que encontraba a su paso, incluyendo un denso bosque de madera.
El superintendente del parque era un hombre llamado Jerry Toops, quien con su esposa Lisa y sus tres niños menores de cinco años, vivía en una casa en el parque a unos tres kilómetros de la montaña donde la presa se desbordó. Cuando el agua fue liberada, vino una cascada sobre esta parte del valle, formándose una pared de agua de treinta metros de altura, una sola ola de agua que, como un tsunami, se abalanzó sobre aquel lugar y luego se retiró.
En el proceso, su casa fue demolida. Y la familia completa fue arrastrada. Lisa, la madre, había estado despierta amamantando al bebé, por lo que se aferró fuertemente a su niño. Como todos salieron esparcidos en distintas direcciones, en la oscuridad ella se las arregló en medio de esta situación para correr tras otro de sus hijos y logró agarrarlo, pero aún no podía encontrar su hija de tres años de edad.
Alrededor de una hora más tarde, finalmente, los bomberos voluntarios que habían acudido al rescate, encontraron a Jerry, el padre, en la cima de un árbol; encontraron a Lisa, la madre, el bebé que estaba en sus brazos y el niño de cinco años abrazados el uno al otro en un campo hasta el cual habían sido arrastrados, aproximadamente a un kilómetro de distancia de su casa; y finalmente encontraron la niña de tres años en otro campo, sola y llorando.
El niño de cinco años estaba inconsciente. Los otros estaban en estado de shock; eran incoherentes. Se necesitaron dos horas de resucitación cardio pulmonar para revivir al niño de cinco años, que no creían que viviría, aunque sobrevivió y finalmente estuvo bien.
Recientemente mientras leía esta historia sobre aquella noche terrible, pensé: esa familia, ese hombre, esa madre nunca olvidarán y siempre hablarán sobre la noche en que sus vidas fueron salvadas, en que fueron rescatados por esos bomberos que acudieron en la oscuridad, caminando con dificultad en medio del lodo en medio la mugre buscando escuchar el más mínimo gemido. Estaban tan traumatizados y en shock que difícilmente hubieran podido pedir ayuda.
Pero esos bomberos escucharon hasta el más leve grito de ayuda de Jerry desde lo alto de un árbol o de Lisa y los dos pequeños en el campo y de la pequeña niña, la noche en que fueron rescatados. Y sabes, si has estado en una situación similar, esto te da una nueva perspectiva de la palabra «salvada».
Al leer el Himno de alabanza de Zacarías, el Benedictus de Zacarías, su bendición, en Lucas capítulo 1, mientras él anticipaba el nacimiento de Cristo de pie frente a la cuna de su recién nacido, Juan, que prepararía el camino para la venida de Cristo el Mesías, Zacarías dijo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha efectuado redención para su pueblo, y nos ha levantado un cuerno de salvación… para que seamos salvos de nuestros enemigos» (vv.68-71).
Luego, se dirige a su pequeño hijo y le dice: «Y tú [Juan]… irás delante del Señor para preparar sus caminos, para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación por el perdón de sus pecados» (vv. 76-77).
Esas palabras: salvo, salvación, redimido, son términos bíblicos ricos y preciosos. No son solo términos teológicos. Son eso, pero también son vida, esperanza, lo que necesitamos, son el fundamento de todo lo que necesitamos en esta vida y en la eternidad.
Hay quienes han crecido familiarizados con estos términos y los utilizan, quizás regularmente, pero no tienen idea de su significado. Están simplemente repitiendo cosas que han escuchado toda su vida. Han estado en la iglesia toda su vida. Pero si les preguntaras, ¿qué quiere decir ser salvo?, ¿qué significa la redención? No podrían responder porque no tienen entendimiento de la salvación o de la redención.
Y hay otros, incluso muchas de nosotras, que estamos familiarizados con esas palabras, y sabemos su significado teológico, pero los conceptos se nos han hecho tan comunes, tan familiares, que han perdido su grandeza. Creo que el pasaje que estamos estudiando, el Himno de Zacarías, la Alabanza de Zacarías, nos ayuda a recordar esa grandeza.
Sé que tienes muchas cosas que preparar y dedicarte a la hospitalidad en estos días, y pareciera que este es un período muy ocupado del año. Pero quiero animarte a tomar este pasaje, a leerlo y a meditar en él, y quizás incluso hasta memorizarlo, como sé que otras están haciendo. Pídele a Dios que te devuelva el sentido de la grandeza del significado de que Cristo haya venido al mundo para salvar pecadores. Que Él vino a visitar y a redimir a su pueblo.
El libro de Hebreos nos habla de «una salvación tan grande». Zacarías, en este himno de alabanza, en el versículo 71 dice: «que seamos salvos de nuestros enemigos», lo que nos lleva a la pregunta: «¿qué significa ser salvo?». Esa misma palabra es utilizada tres veces en este pasaje. Aquí es traducida como salvo. En otros lugares es traducida como salvación. Es una palabra que significa «rescatar; liberar».
En el versículo 74 él está hablando de liberación: «concedernos que librados de la mano de nuestros enemigos…» Esa palabra, librados, liberar, tiene un significado similar, «rescatar; salvar». Es alguien que está ayudando a otra persona que está en peligro. Y al igual que la palabra redención, de la que hablamos en esta semana, el concepto de salvación implica que eres salvo de algo, que hay angustia; que hay circunstancias extremas; existe peligro de muerte.
A menudo hablamos en términos de liberación temporal o material. Eres salvo de una inundación o de un fuego, como mi familia, cuando nuestra casa se destruyó cuando yo estaba en la escuela secundaria. Los bomberos llegaron y rescataron nuestra familia. Tomaron a mi hermana que había saltado por la ventana de un segundo piso. La salvaron; la liberaron. Pero este fue un daño temporal y material. Ellos no salvaron su alma. Ellos no la salvaron eternamente. Pero salvaron su vida física.
Quizás estés enfrentando una bancarrota o has tenido una experiencia similar, y entonces, alguien, un tío adinerado muere y te deja una herencia y eres rescatada de la bancarrota. Esa es una liberación temporal y material. O quizás sufres un ataque al corazón, corres al hospital y los doctores salvan tu vida. Esa es salvación física, una liberación física, temporal o material.
He podido notar que una persona que ha sido rescatada de una de estas circunstancias, una inundación, un fuego, bancarrota o la muerte causada por un ataque al corazón, probablemente no tenga ningún deseo de volver a pasar por esas situaciones y nunca, con o sin intención, lo haría. No diría: «Sabes, yo fui rescatada de un fuego, creo que correré hacia aquel edificio que está en llamas». Una persona que ha sido rescatada de un desastre, no quiere volver a pasar por eso.
Creo que la aplicación es obvia cuando pensamos sobre nuestra liberación espiritual y eterna, somos salvos de nuestros enemigos espirituales: el pecado, la muerte, Satanás, la ira de Dios, el juicio. ¿Por qué alguien que ha sido salvado de alguna de estas cosas querría volver a ello? Sería algo ridículo.
Aunque, cuántos cristianos profesantes hoy en día, incluyéndonos a nosotras mismas, algunas veces… decimos, «sé que he sido salvada de eso, pero solo quiero dar una probadita. Tan solo experimentarlo. Quiero… quiero… quiero…». ¿Por qué quisiéramos eso que destruye nuestras almas y de lo que Dios nos ha librado y nos ha salvado?
Ahora, ya sea una liberación material y temporal, o espiritual y eterna, si no reconoces que tienes una necesidad, no tendrás un motivo para pedir ser salva. Si no te das cuenta que tienes una necesidad, el hecho de que has sido salva no tendrá ninguna importancia para ti.
Si no reconoces que estás al borde de la bancarrota, entonces, cuando alguien muera y te deje un millón de dólares, pensarás que es algo bueno, pero no significará para ti lo que significaría si te dieras cuenta que sin esa liberación estarías desamparada, menesterosa e indigente.
Si llegara una ambulancia en ayuda y no supieras que en ese momento estás teniendo un ataque al corazón, simplemente dirías, «gracias por el empujón, gracias por el aventón», pero no tendría significado para ti si no supieras que has sido librada de un peligro mortal.
Nuestra salvación del pecado no es significativa y preciosa a nuestro entendimiento si nunca nos hemos detenido a reconocer la magnitud de nuestra angustia y de nuestra necesidad. De lo contrario, son solo términos teológicos. «Sí, he sido salva», lo cantamos, hablamos acerca de ello.
«¿Eres salva?»
«Sí, soy salva».
Una gran cosa. Es una gran cosa cuando descubres de lo que has sido salva. Así que la salvación, como la redención, implican el ser salva de la angustia. También, al igual que la redención, implican la impotencia humana. No podemos salvarnos, la liberación debe venir a través de la intervención de un tercero.
Hacemos esta misma comparación cuando hablamos de redención. Es cierto también acerca de la salvación. Hay angustia, hay impotencia, y hay una necesidad de que un tercero entre en escena e intervenga. No puedes tener salvación sin un salvador. No puedes tener redención sin un redentor.
La naturaleza de nuestra necesidad espiritual es tal, que no hay manera en que podamos salvarnos a nosotras mismas. No podemos redimirnos. No hay nada ni nadie en esta tierra, fuera de Cristo mismo, que pueda liberarnos de nuestra difícil condición espiritual.
Al leer a lo largo del Antiguo Testamento el concepto de redención y de salvación, Dios se muestra siempre como el único Salvador, como el único libertador de su pueblo. Y cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos que Dios bajó del cielo a la tierra, se encarnó, Emmanuel, «Dios con nosotros», Dios ha visitado y redimido a su pueblo.
Él no se limitó a hacer esto a la distancia, se encarnó y bajó a la tierra, nació en un pesebre y creció como hombre para salvarnos, para liberarnos. Vemos que Jesucristo es el Salvador del mundo, Él es el libertador. Él es Dios hecho carne, enviado a rescatarnos de una condición mala de la que no podíamos salvarnos.
El ángel le dice a María en Lucas capítulo 1 en el versículo 21: «Llamarás su nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados». Ahora, estamos tan familiarizadas con ese versículo, que creo que hemos perdido el sentido de su grandeza. Estábamos muertas en nuestros pecados. No teníamos esperanza de vida eterna. Y si fuera por nosotras, sin la intervención divina, nunca hubiéramos clamado a Él. Él incluso tuvo que iniciar el que nosotras clamáramos a Él para ser salvas.
Es por gracia, no por obras. Por fe, por Cristo, no por nosotras. «A quien pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». El nombre de Jesús es un nombre precioso. No sé si te das cuenta de lo importante que es. Nosotras estaremos celebrando el nacimiento de Cristo Jesús.
Y no sé si te das cuenta de lo importante que es ese nombre, pero la palabra Jesús es la transliteración de la forma griega del nombre hebreo Yeshúa, Josué. ¿Recuerdas a Josué en el Antiguo Testamento? Él guio al pueblo de Dios a la tierra prometida. El significado del nombre hebreo Josué, es «Jehová es salvación»; Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos. Él es el Salvador.
1 Timoteo capítulo 1, en el versículo 15, dice que «Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores». Si eres salva, no es porque eres buena, no es porque eres religiosa. Es porque conociste que eras una pecadora y clamaste en fe a Jesús para que te salvara, y Él tuvo misericordia de ti y te rescató de tu pecado. Para eso Él vino al mundo.
1 Tesalonicenses capítulo 1 versículo 10, nos dice que Jesús «nos libra de la ira venidera», la ira que nos habría tragado y arrastrado a una eternidad sin Cristo en el infierno, la justa ira de Dios contra el pecado. Jesús vino a librarnos del torrente de la ira de Dios.
1 Tesalonicenses capítulo 5 versículo 9: «Porque no nos ha destinado Dios para ira, sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo».
¿Con qué frecuencia te detienes a pensar de lo que Dios te ha salvado y quién es el que es tu Salvador? ¿Por qué vino Jesús a este mundo, nació como un bebé en esta época que llamamos Navidad? ¿Por qué?
Él vino al mundo con una misión: Rescatar. Fue una misión de rescate, salvar pecadores. Esto lo vemos en el himno de Zacarías: el tema de la redención la salvación, la obra de Cristo. Aunque Cristo no había nacido aún.
Si consideramos el gran tema de la salvación y la redención en las Escrituras, y la obra de Cristo por nosotras, vemos que hay un sentido de pasado, de presente y de futuro en el cual Dios salva, redime y nos libera. Quiero que hablemos un poco de esto porque esto hace que nuestra salvación sea aún más maravillosa de lo que nos damos cuenta.
Hay un pasado en el que Dios nos ha redimido a través de la sangre de Jesucristo vertida en la cruz del calvario. Pero en un sentido, Él continúa redimiéndonos. Él es nuestro redentor en tiempo presente; y en un sentido, la redención está aún por completarse.
Romanos capítulo 8, habla acerca de esto, acerca de toda la creación y nuestros cuerpos atrapados en este mundo de corrupción y de pecado; anhelamos y esperamos esa redención última y final de nuestros cuerpos, la liberación final de este mundo de pecado.
Ahí vemos el sentido pasado de haber sido liberadas. Dios nos ha liberado de la pena del pecado a través de la muerte de Cristo Jesús en la cruz. Pero Dios también continúa liberándonos diariamente, no de la pena del pecado, la cual ya ha sido pagada, sino liberándonos diariamente del poder del pecado.
¿Se ha completado la obra en tu vida? ¿Has sido librada del poder del pecado? No, si aún estás respirando en este cuerpo humano. Aún lucho con él, aún tú luchas con él, pero lo hacemos en el poder del Espíritu Santo y la gracia de Dios. Pero hay una lucha llevándose a cabo por la cual Dios nos libra del poder del pecado.
Y demos gloria a Dios de que aún hay un futuro en el que un día seremos liberadas de la misma presencia del pecado. ¿Puedo escuchar un ¡aleluya!? ¡Amén! Un día tendremos liberación completa de la presencia del pecado, no más mancha de corrupción en estos cuerpos, ¡oh qué día será ese!
Hemos sido salvas, tiempo pasado. Es teológicamente correcto decir: «He sido salvada», porque esa es nuestra justificación. «No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia», (Tito 3:5). Pero en un sentido, igualmente cierto, estamos siendo salvas.
Si yo te preguntara: «¿Estás siendo salva?», algunas personas levantarían sus cejas como: «¿Qué quieres decir? Sí, he sido salva, pero ¿siendo salva?». ¡Sí!
La Escritura dice que en el tiempo presente estamos siendo salvas. Ahí es donde utilizamos el término teológico que se conoce como santificación. Hemos sido justificadas del pecado. Estamos siendo santificadas. Romanos capítulo 5 versículo 10, habla de esto cuando dice: «Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida».
También está el sentido futuro, lo llamamos glorificación, en el cual vamos a ser salvas. Será entonces cuando experimentemos el impacto completo de nuestra salvación. Cuando estemos con Él, en nuestros cuerpos glorificados en el cielo.
1 Juan capítulo 3 versículo 2, nos dice: «cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él». Yo a eso lo llamo ser «salvos totalmente», conformadas a la imagen de Cristo. No es que no puedas ser completamente salva ahora, pero hay un sentido en el que el impacto final de nuestra salvación está por ser experimentado, cuando seamos semejantes a Cristo, conformadas a Su imagen.
¿Cuándo fue la última vez que le agradeciste a Dios por las cosas de las cuales te ha salvado, de lo que te ha redimido, de lo que te ha liberado? ¿Cuándo fue la última vez que le diste las gracias por el hecho de que Él está hoy liberándote? Él te está redimiendo. Él es un Dios en tiempo presente. Él te está salvando y te está santificando, librándote en este día del poder del pecado.
Y ¿ocasionalmente te detienes y le agradeces por fe por lo que aún está por venir, por ese día cuando seremos totalmente redimidas? Seremos liberadas completamente. Seremos completamente salvas del pecado, de Satanás, de todo lo que es un enemigo de Dios. ¡Qué salvación tan increíble! ¡Amén!
Si esta semana te has dado cuenta de tu pobre situación, de la angustia en la que estás de tu impotencia, de tu incapacidad para salvarte, el Espíritu Santo ha abierto tus ojos y ha provocado que veas a Cristo Jesús. Dios ha puesto fe en tu corazón. Te ha dado un corazón arrepentido. No quieres seguir viviendo en tu pecado, quieres ser liberada de tu pecado.
Quiero invitarte ahora mismo, si Dios ha estado hablándote de esta manera y atrayendo tu corazón a Él, dondequiera que estés, sea lo que sea que estés haciendo, si puedes detente ahora mismo y di: «Oh, señor Jesús, gracias por venir a esta tierra a salvar pecadores. Soy una pecadora. Necesito ser salva. Necesito ser redimida, liberada de mi pecado. Por favor, sálvame ahora por tu gracia. Pongo mi fe en Ti, descanso en Ti, el Salvador del mundo, para que seas mi Salvador».
Oh, Señor, como oro para que este sea el día de salvación, que redimas y visites Tu pueblo, por Tu gracia. Gracias, oh Señor, por venir y liberarnos. ¡Cuán grande salvación! Señor, te alabamos por la «tierna misericordia de nuestro Dios, porque el sol nos visitó desde lo alto, para iluminar a aquellos que habitan en tinieblas y sombra de muerte, para guiar nuestros pies por camino de paz». Por todo eso y mucho más, te damos las gracias, en el santo nombre de Jesús. ¡Amén!
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado ayudando a ver tu necesidad de salvación y cómo el bebé en el pesebre, el Rey de reyes y Señor de señores ha provisto esa salvación.
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¿Sabes? Dios siempre cumple sus promesas. Te invitamos a escuchar cómo esto se relaciona a la Navidad, en el próximo episodio de Aviva Nuestros Corazones. ¡Te esperamos el día de mañana!
Escudriñando la Escritura juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique otra fuente.
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