Regalos para el Rey
Débora: Lo que le das al Señor tiene poco que ver con el regalo en sí y más con tu corazón. Nancy DeMoss Wolgemuth nos da un recordatorio.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Jesús no necesita los regalos que le traemos: nuestro dinero, tiempo, esfuerzo, nuestro sacrificio, nuestro servicio. Nuestros regalos expresan el valor que le damos a Jesús, que lo reconocemos como alguien grande, supremo, que supera todo valor. Nuestros regalos, nuestras ofrendas, ¡representan nuestra devoción a Él!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de enero de 2025.
¿Qué clase de regalo le darías a un rey, no a cualquier rey, sino al Rey Jesús? Vamos a examinar de cerca los regalos que los Sabios le trajeron a Cristo, y por qué eran importantes.
Nancy continúa con la serie «Sabios, reyes y la …
Débora: Lo que le das al Señor tiene poco que ver con el regalo en sí y más con tu corazón. Nancy DeMoss Wolgemuth nos da un recordatorio.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Jesús no necesita los regalos que le traemos: nuestro dinero, tiempo, esfuerzo, nuestro sacrificio, nuestro servicio. Nuestros regalos expresan el valor que le damos a Jesús, que lo reconocemos como alguien grande, supremo, que supera todo valor. Nuestros regalos, nuestras ofrendas, ¡representan nuestra devoción a Él!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de enero de 2025.
¿Qué clase de regalo le darías a un rey, no a cualquier rey, sino al Rey Jesús? Vamos a examinar de cerca los regalos que los Sabios le trajeron a Cristo, y por qué eran importantes.
Nancy continúa con la serie «Sabios, reyes y la Providencia de Dios». Si te has perdido alguno de los episodios hasta ahora, puedes encontrarlos en AvivaNuestrosCorazones.com. Ahí podrás escuchar el pódcast o leer la transcripción. Aquí está Nancy.
Nancy: Hace un tiempo vi en Internet un artículo titulado «Los veintiún mejores regalos para recién nacidos de este año», y el subtítulo era: «Escoge el regalo perfecto para celebrar la nueva vida».
Y estas son algunas de las cosas que estaban en esa lista: un rompecabezas de madera con el nombre, una manta suave para bebé, un gatito de piel sintética, una toalla con capucha para bebé, una manta orgánica para cada mes, el libro de recuerdos del primer año del bebé. Había también un rascaencías, chupetes en forma de conejito, baberos de pañuelo, y mucho más. ¡Definitivamente los mejores regalos para recién nacidos!
Me encanta hacer regalos a los recién nacidos y a sus mamás. A veces, dependiendo de quién sea, preparo un regalo que sea algo que el bebé pueda usar, como ropa o pañales, especialmente si es su primer bebé, o si ha pasado mucho tiempo desde que esa mamá tuvo un bebé.
Y hace un tiempo le regalé a una amiga que tuvo un bebé (luego de dos niños tuvo una niña, varios años después) una imagen enmarcada que yo había hecho con el nombre de la bebé y un versículo relacionado con ese nombre: «La pequeña Grace».
Y pienso en todos los regalos para bebés que he hecho a lo largo de los años y la verdad es que la mayoría no está en la lista de «Los mejores regalos para bebés recién nacidos del año». Pero todos estos regalos palidecen en comparación con los regalos que le trajeron a Cristo cuando nació, ¿o me equivoco? ¿Cuál habría sido el regalo más apropiado para llevarle al Hijo de Dios cuando nació? Si alguna vez hubo un bebé que no necesitara nada, ¡ese era Cristo!
Esta semana estamos viendo el capítulo 2 de Mateo, y quiero invitarte a que abras tu Biblia allí. Vamos a ver qué le trajeron a un bebé que lo tenía todo. Y esos fueron regalos que nunca hubiera pensado en traer o dar a un recién nacido, y probablemente tú tampoco. Pero vamos a hablar de su significado.
Mateo capítulo 2. Permíteme leer el comienzo del pasaje, y luego llegaremos a la parte que vamos a analizar en el día de hoy. Mateo, capítulo 2, versículo 1:
«Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios del oriente llegaron a Jerusalén…».
Hemos estado estudiando este pasaje esta semana.Y el lunes mencionamos que muchas tradiciones de fe celebran la Epifanía, que celebra la revelación de Dios a los gentiles; los Reyes Magos eran gentiles. Esto no fue en el pesebre, como vemos a menudo en las escenas de Navidad. Esto sucedió algún tiempo después de que Jesús naciera; Él todavía era pequeño, pero no era un bebé en el pesebre.
Con la llegada de estos sabios a donde estaba Cristo, se celebra lo que se conoce como Epifanía. Por eso transmitimos esta serie esta semana.
«... llegaron a Jerusalén, preguntando [estos sabios]: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos Su estrella en el oriente y lo hemos venido a adorar”.
Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él. Entonces, el rey reunió a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, y averiguó de ellos dónde había de nacer el Cristo. Y ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta…”
Entonces Herodes llamó a los sabios en secreto y de ellos determinó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Y enviándolos a Belén, dijo: “Vayan y busquen con diligencia al Niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore”. Después de oír al rey, los sabios se fueron…» (vv. 1-5, 7-9).
Como mencionamos anteriormente en esta serie, el viaje desde el Oriente, de donde habían venido estos hombres, hasta Jerusalén, era probablemente (dependiendo de donde habían venido exactamente) de más de mil millas. ¡Habían hecho un viaje largo y duro!
Por eso pensamos que probablemente no eran solo tres de ellos, sino toda una escolta de caballos militares y corceles que los acompañaban en este largo viaje. Ahora, el trayecto de Jerusalén a Belén era de unas 6 millas, unos diez kilómetros, no muy lejos.
Así que, para todo este séquito, podría haber sido un paseo de medio día. No era una larga distancia en absoluto en comparación con la que acababan de pasar.
Y tratando de ponerme en las sandalias, en los zapatos, o lo que fuera que llevaran en ese tiempo los sabios, me imagino que debieron sentir cierto desánimo o decepción cuando llegaron a Jerusalén, donde la estrella había aparecido por primera vez, y ellos darse cuenta de que el Rey, ese niño Rey, no estaba allí.
Todo ese viaje, todo ese tiempo, todos esos kilómetros, todas esas millas, ¡y el objeto de su búsqueda ya no estaba en Jerusalén! Ellos llegaron a Jerusalén esperando ver a ese Rey recién nacido. Y además de eso, cuando llegaron allí se encontraron con los líderes más brillantes e influyentes, líderes cívicos y religiosos, ¡pero nadie sabía que este Rey había nacido!
Y después de que los líderes investigaron en las Escrituras del Antiguo Testamento y descubrieron que: «Oh, sí, se supone que nació en Belén», ¡nadie en Jerusalén estuvo lo suficientemente interesado como para ir con ellos los 10 kilómetros que había que recorrer hasta Belén! Y ellos habían viajado quizás mil millas para llegar allí.
Y ahora, salen de Jerusalén; siguen la estrella; van a Belén, ¡y ahora están en el campo, en las afueras!, porque Belén no era una ciudad enorme y acomodada. Era una pequeña aldea de unas doscientas personas que vivían allí en la época de Cristo. Así que me imagino que los sabios habrán pensado: «¿Cómo es posible que haya un rey aquí?».
¿No crees que se habrían preguntado si su viaje y todos sus esfuerzos, habían sido en vano? Bueno, mira el versículo 9:
«… y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo sobre el lugar donde estaba el Niño».
Al parecer, la estrella había desaparecido después de que la vieron por primera vez cuando estaban en Oriente; fue la estrella que les hizo dirigirse hacia Jerusalén, pero luego desapareció y viajaron sin poder verla en todo ese tiempo. Estos sabios salieron por fe.
Pero ahora, la estrella que había iniciado todo este viaje reapareció, y ellos supieron que estaban cerca de encontrar el objeto de su búsqueda. La estrella los condujo a Belén y luego a la casa donde estaba Jesús, ¡y entonces se detuvo allí!
Mientras meditaba sobre este pasaje, pensaba en la bondad de Dios al conducirnos a Jesús y utilizar la luz de Su Palabra, el testimonio de Su Espíritu, hasta que sabemos que sabemos, que sabemos, que hemos encontrado a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Ahora, el versículo 10 no es sorprendente a la luz de lo que estos hombres acaban de viajar, y de todo el escenario y el contexto anterior. Dice que: «Cuando vieron la estrella, se regocijaron mucho con alegría». John Piper dice acerca de este versículo:
«. . . no solo con gozo, sino con gran gozo; no solo con gran gozo, ¡sino con regocijo extremo!».
¡Es como si su alegría no tuviera límites! El que ellos finalmente llegaran a donde estaba Cristo no fue simplemente: «Oh, qué bien, mira, está aquí». ¡Todo lo contrario! ¡Ellos estaban sumamente alegres! Versículo 11:
«Entrando a la casa, vieron al Niño [¡ellos vieron al Niño!] con Su madre María».
La estrella les condujo a una casa donde se alojaban Jesús y su madre.
Y aquí no se menciona a José. Puede que acabara de salir de la casa, pero no lo sabemos. Él todavía estaba vivo porque aún les quedaba el viaje a Egipto, pero no se le menciona aquí. Y puedes imaginarte que al entrar en esta casa, seguramente no parecía un lugar donde nacería un rey. No era un palacio, y por las Escrituras sabemos que Jesús nació en una familia sencilla, humilde, pobre; Él no era rico.
Versículo 11: «…vieron al Niño con Su madre María, y postrándose lo adoraron…».
A diferencia de los líderes religiosos judíos y de Herodes, estos sabios se emocionaron al descubrir a este recién nacido Rey de los judíos. Se postraron ante Él, ante ese niño, todavía pequeño, y le rindieron una adoración sincera.
«…y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra» (v. 11).
Me encanta que estos sabios no vinieran para recibir algo de Cristo, sino que ellos vinieron para darle a Él. Trajeron una ofrenda, y fíjate que el versículo no dice: «Le dieron [los regalos] a la madre».
Cuando compro un regalo para un bebé, normalmente no se lo doy directamente al bebé; se lo doy a su mamá. Pero las Escrituras dicen que ellos le dieron sus regalos a Jesús. Le ofrecieron regalos de la misma manera que los judíos creyentes del Antiguo Testamento que iban al templo a adorar a Dios llevaban ofrendas con ellos.
En Deuteronomio 16:16, hablando de la adoración del pueblo de Dios, dice que nadie debe «presentarse con las manos vacías delante del Señor». ¡Trae algo a Dios para mostrarle cuánto lo atesoras! Trae algo como regalo para mostrarle tu adoración por Él.
El Salmo 96, en el versículo 8, lo dice de esta manera: «Den al Señor la gloria debida a Su nombre; traigan ofrenda y entren en Sus atrios». ¡No vengas con las manos vacías! Trae una ofrenda, y cuando lo hagas, le estarás dando la gloria que merece Su nombre. Él es digno de toda la gloria, el honor y los dones que podamos ofrecerle.
Y así, estos Magos, estos hombres sabios, trajeron regalos valiosos, mucho más valiosos que todas las cosas de esa lista de regalos para recién nacidos, mucho más valiosos que cualquier cosa que yo le haya dado a un recién nacido. Eran regalos apropiados para un Rey.
Y vemos en estos regalos una imagen, símbolos, de la identidad y la obra de Cristo y del porqué vino a esta tierra.
Tenemos oro, un metal precioso y raro que a menudo se relaciona con la realeza, con los reyes. Cristo no es solo el Rey de los judíos, sino que es el Rey de reyes. Es el Rey de este mundo; ¡es el Rey de las naciones! Él no es nuestro igual.
Cuando venimos a rendirle adoración a Cristo. Él es nuestro Amigo, pero primero debemos venir a Él como nuestro Rey, postrarnos delante Él, inclinarnos ante Él, sometiéndonos a Su reinado y Su gobierno. El oro probablemente simbolizaba que Él es nuestro Rey; Él es el Rey.
Oro e incienso. El incienso es una resina o aceite de gran calidad y de agradable fragancia. Se utilizaba a menudo en el culto del templo y en los sacrificios, y con frecuencia se considera un regalo sacerdotal. El incienso nos recuerda que Jesús es nuestro Gran Sumo Sacerdote que vino a esta tierra a abrir el camino para que pudiéramos llegar al Padre.
Él es quien intercede por nosotros; Él ora por nosotros. Él no es solo un Sacerdote que ofrece los sacrificios, sino que Él vino para ser el sacrificio por el pecado. El incienso, un regalo sacerdotal. Entonces, oro, incienso y mirra.
La mirra es una especia fuertemente aromática que a veces se mezclaba con vino como un anestésico para los moribundos, para ayudarles en su sufrimiento.
Simboliza el sufrimiento y la muerte. De hecho, la mirra se utilizaba para embalsamar los cadáveres. Así que, es un recordatorio de que este bebé, este Niño, nació para morir y dar Su vida por el bien del mundo.
Incluso en la infancia de Cristo, en su vida más joven, estos regalos que le trajeron estos sabios simbolizaban y significaban quién era Él y lo que había venido a hacer.
Ahora, tenemos que reconocer que Jesús no necesitaba los regalos de estos sabios. Estos obsequios no eran un paquete que ellos habían preparado para satisfacer Sus necesidades. Yo he hecho eso por mamás con bebés, y probablemente tú también, y estoy segura de que ellas han estado agradecidas de recibir ese tipo de paquetes o canastilla.
Quizás te los hayan regalado a ti y realmente los necesitabas porque se te habían terminado los pañales, las ropitas, o tal vez porque se los regalaste a otra mamá que también tiene un bebé. Seguramente te encantó recibir ese paquete. Pero nada de eso era un paquete para Cristo.
De hecho, en Hechos 17:25 nos dice que Dios no es «servido por manos humanas, como si necesitara de algo». ¡Él no necesitaba nada! Los regalos de estos sabios expresaban el valor y la estima que le concedían a este Niño. Era su manera de honrarlo, y por eso primero se inclinaron.
Ellos lo adoraron y luego abrieron sus regalos y tesoros. Estaban honrando a este Rey recién nacido. Le estaban comunicando: «¡Tú eres un tesoro más grande que todos esos tesoros terrenales! No hay nada que tenemos a lo que queramos aferrarnos. Tú lo vales todo. Estamos dispuestos a renunciar a estas valiosas posesiones para tener el mayor tesoro».
Cristo no necesita los regalos que le traemos: nuestro dinero, tiempo, esfuerzo, sacrificio y servicio. Nuestros regalos expresan el gran valor que le damos a Cristo; ¡lo reconocemos por tener un valor inmenso y supremo, que todo lo supera! Nuestros regalos y nuestras ofrendas representan nuestra devoción a Él.
Los regalos que le damos a Cristo no son un soborno para ganar Su afecto, Su favor o Su bendición diciendo: «Si te doy todo mi tiempo o mi dinero, entonces me amarás más o me aceptarás». Y tristemente, esa es la forma en que el amor humano funciona a menudo.
Pero cuando le damos a Cristo, estamos diciendo: «¡Todo lo que tenemos ya le pertenece a Dios, y con todo derecho le pertenece a Él!».
¿Recuerdas en el Antiguo Testamento cuando el rey David recaudó mucho dinero para la construcción del templo que haría su hijo Salomón? David mismo trajo un regalo lujoso, un regalo desbordantemente abundante y muy caro para el edificio. Luego, él ora y dedica ese dinero para el futuro templo.
Dice en 1 Crónicas 29, versículo 14:
«Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo, para que podamos ofrecer tan generosamente todo esto? Porque de Ti proceden todas las cosas, y de lo recibido de Tu mano te damos».
Verás, cuando damos la ofrenda en la iglesia, cuando damos para apoyar ministerios como Aviva Nuestros Corazones, y otros que el Señor pone en nuestros corazones, no estamos dando algo que comienza con nosotros. Todo lo que tenemos es un regalo de Dios; estamos dando lo que ha venido de Él.
Y así, cuando damos a Cristo, cuando damos a la obra de Su reino en este mundo, estamos devolviendo lo que ya le pertenece y vino de Él en primer lugar. Ahora, los regalos de los sabios resultaron ser una provisión oportuna. Y tú quizás me preguntas: «¿Y cómo sabes eso?».
Bueno, en Lucas 2 leemos acerca de Jesús que fue traído por Sus padres, a los cuarenta días de haber nacido (antes de que vinieran los sabios) para ser dedicado en el templo. Eso era lo que la ley del Antiguo Testamento decía que ellos debían hacer. Y los padres que venían y dedicaban a su hijo primogénito a la edad de cuarenta días debían traer un sacrificio, una ofrenda.
Normalmente sería un cordero. Pero en el capítulo 12 de Levítico, leerás algo que probablemente hará que te preguntes: «¿Por qué está esto aquí?». Bueno, te lo explicaré a continuación.
Las Escrituras dicen que si un adorador que dedicaba su bebé era tan pobre que no podía ofrecer un cordero, podía traer dos tórtolas. Esa era la ofrenda de una persona pobre. ¿Y qué llevaron María y José para la dedicación de Cristo en el templo?
Lucas 2 nos dice que trajeron la ofrenda de las tórtolas, así que sabemos que estaban entre los más pobres de los pobres, que no eran ricos. Ahora, semanas o meses más tarde, cuando Herodes quiso matar al niño (veremos eso mañana) y María, José y el Niño se vieron obligados a huir a Egipto, ¿cómo pudieron haber costeado ese viaje hacia Egipto para luego volver de regreso a Nazaret después de la muerte de Herodes?
Si has escuchado Aviva Nuestros Corazones por algún tiempo, sabes que me encanta la palabra «Providencia», la Providencia de Dios. Me encanta vivir bajo la Providencia de Dios; significa que Dios ve hacia adelante: «pro», «ve antes»; y «visión», «ver».
Providencia, Él ve hacia adelante y hace provisión para lo que viene, antes de que hayamos estado allí. ¿No es ese un hermoso ejemplo de la Providencia de Dios, que Dios hizo provisión para Cristo y su familia terrenal antes de que supieran que tenían una necesidad?
El Señor envió a los Sabios con regalos dignos de un rey y, a través de ese oro en particular, proveyó los recursos que necesitaron para viajar a Egipto, y para vivir allí por un tiempo y luego regresar a Nazaret. ¡Dios lo hace tan bien! ¡Me encanta vivir bajo la Providencia!
Y mientras pensamos en eso, déjame hacerte esta pregunta: si eres una hija de Dios, ¿crees que Dios dejará de suplir para tus necesidades a través de Su providencia? Dios se ocupó de las necesidades de Su Hijo allí en Belén. ¿Crees que Dios dejará de satisfacer tus necesidades? ¿Crees que Dios dejará de satisfacer las necesidades de tus hijos que confías a Su cuidado?
Y tal vez digas: «¡No veo de dónde viene todo esto!». Ni siquiera sabes qué es lo próximo que vas a necesitar, pero Dios lo sabe y ya está haciendo provisión.
Así que al observar a estos Sabios, veo que eran adoradores gozosos, alegres, y a la vez serios y generosos; adoradores de Cristo.
Ellos no adoraron a la estrella ni a los sistemas religiosos de su época, sino que vinieron, se inclinaron y adoraron a Jesús. Estos hombres se regocijaron con gran alegría cuando vieron que el objeto de su búsqueda había sido encontrado. Eran adoradores alegres; adoradores en espíritu y en verdad. Habían recorrido un largo camino, muy largo, habían tenido muchas dificultades para encontrar a este Niño. Pero, a pesar de todo eso, ellos fueron adoradores generosos.
¿Lo somos nosotras? ¿Somos adoradoras alegres, serias y generosas?
La adoración y la ofrenda van de la mano. Nuestro dar es una medida de nuestra adoración y una medida del valor que le damos a Jesús. Así que, ¿no deberíamos venir a Su presencia para adorarlo, honrarlo gozosamente y darle regalos abundantes y generosos que muestren el valor que le damos a Él?
Si alguien fuera a ver nuestras donaciones a la obra del Señor, ¿diría que somos adoradoras alegres, serios y generosos, o que somos tacañas? Una cosa es ser austera cuando se trata de nuestras propias necesidades, pero no quiero ser una persona austera cuando se trata de dar a la obra del Señor. ¡Quiero ser una adoradora de Cristo alegre, seria y generosa!
Oh Señor, mientras venimos a Tu presencia y reflexionamos sobre estos sabios, estos Magos, cuya historia nos has dejado en las Escrituras, ¡te damos gracias por lo que nos enseñan sobre la adoración! Te ruego que nos hagas, a mí y a mis hermanas que escuchan hoy este episodio, que nos hagas adoradoras gozosas.
Que seamos adoradoras serias de Cristo, y que seamos adoradoras generosas, porque en Ti hemos encontrado la perla preciosa, el tesoro sobre todos los tesoros. No hay nada ni nadie como Tú. Así que todo lo que te damos ya ha venido de Ti y te pertenece; ¡te lo devolvemos con alegría!
Queremos que venga Tu reino y que se haga Tu voluntad, y queremos que el mundo que nos rodea se convierta también en adorador Tuyo alegre, serio y generoso. Que como Te amamos, cómo Te adoramos y cómo Te damos, refleje lo valioso que eres para nosotros. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, ¡amén!
Débora: ¡Amén! Los Reyes Magos trajeron regalos costosos a Jesús, y Nancy nos ha estado mostrando cómo estos valiosos regalos eran, en última instancia, una imagen de su adoración. El mensaje de hoy es parte de la serie «Sabios, Reyes y la Providencia de Dios». Nancy compartirá algunos pensamientos finales sobre esto.
Nancy: Primero, hablando de regalos si hiciste una donación para Aviva Nuestros Corazones en el mes diciembre, quiero tomarme un momento para decirte «¡gracias!», gracias por tu regalo en este tiempo de necesidad. Recientemente terminamos nuestra campaña de fin de año.
Débora: ¡¡Aleluya!!
Nancy: ¡Amén! Gracias al Señor que a través de amigos y oyentes como tú, ¡Dios ha provisto la cantidad que necesitábamos! Muchas gracias por ser parte de lo que el Señor está haciendo a través de Aviva Nuestros Corazones. Como mencioné hoy, muchas de nuestras oyentes son adoradoras alegres, sinceras, serias y generosas, ¡y se nota!
Las ofrendas de tantas personas de Dios combinadas han hecho posible que alcancemos a mujeres en todo el mundo para traerles libertad, plenitud y abundancia en Cristo. No podríamos estar más agradecidos. Gracias, Señor, y gracias por cada oyente que participó en el logro de esta meta.
Débora: Gracias por ser parte de eso. Hoy hablamos de tesoros, los tesoros que los reyes magos le trajeron a Jesús, y cómo nuestros regalos muestran cuánto atesoramos al Señor.
La Palabra de Dios contiene un tesoro valioso, más precioso que el oro o la plata. Pero a veces hay que trabajar un poco para encontrarlo. Queremos ayudarte a llegar al tesoro que se encuentra en las Escrituras, y lo hacemos creando recursos que te ayuden a profundizar en la Palabra de Dios.
Uno de nuestros más recientes recursos se titula Rut: La experiencia de una vida restaurada. Es el estudio más reciente de nuestra serie Mujeres de la Biblia y te llevará a través del libro de Rut en seis semanas. Verás cómo la historia de Rut se desarrolla para mostrar el asombroso poder de la restauración de Dios.
Ahora, aquí está Nancy para cerrar el episodio de hoy. Ella nos ayudará a ver el panorama general.
Nancy: Creo que es importante señalar que los reyes magos fueron las primeras personas no judías que adoraron al Salvador, y eso fue una declaración significativa sobre el plan redentor de Dios. Como los judíos de aquel tiempo se consideraban el único pueblo elegido de Dios, habían perdido de vista el corazón de Dios para el mundo y para las naciones.
En el Antiguo Testamento se menciona la llegada de los sabios que adoraron y trajeron sus regalos al Rey recién nacido; estos hombres venían de un país lejano, no de Judea ni de Israel, sino de Oriente, quizá a unos mil kilómetros de distancia o más.
Hay dos pasajes en el Antiguo Testamento que se refieren a reyes y naciones gentiles trayendo regalos al Mesías, al Mesías que vendría, y rindiéndole adoración. Permíteme leer esos versículos. El primero se encuentra en el Salmo 72, versículos 10 y 11. Dice así:
«Los reyes de Tarsis y de las islas traigan presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrezcan tributo; y póstrense ante Él todos los reyes de la tierra; Sírvanle todas las naciones».
Los judíos habían olvidado que Dios quería ser adorado por todas las naciones del mundo y por todos los reyes de la tierra. Y un día todos le adorarán y se postrarán ante Él. Pero en la llegada de los sabios, de esos Magos, que eran instructores y hacedores de reyes, y consultores de reyes, vinieron y lo adoraron, se postraron y lo honraron; le trajeron regalos. Ese fue el cumplimiento de esa profecía del Salmo 72.
Y luego leemos las palabras del profeta Isaías, en Isaías capítulo 60, comenzando en el versículo 3:
«Y acudirán las naciones a Tu luz, y los reyes al resplandor de Tu amanecer… Las riquezas de las naciones vendrán a Ti. Traerán oro e incienso, y traerán buenas nuevas de alabanzas al Señor» (vv. 3, 5-6).
Esto fue profetizado en el Antiguo Testamento, que la luz vendría, no solo para los judíos, sino para las naciones del mundo. Me alegro tanto de que eso fuera cierto, porque hemos tenido la oportunidad, como no judíos, sino como gentiles, de oír el evangelio, de creer en Cristo y de convertirnos en adoradores, ¡adoradoras gozosos!, de Cristo el Señor.
Ahora, cincuenta días después de la ascensión de Jesús al cielo, al final de Su vida terrenal, entonces llegamos al tiempo de Pentecostés. Y lees acerca de esto en Hechos 2:5. Las Escrituras nos dicen que: «Había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo».
Así que, cuando el evangelio comenzó a expandirse, había judíos que habían venido de todas partes del mundo para la fiesta de Pentecostés. Ellos vinieron a adorar. Esa fue la primera oportunidad para el evangelio de extenderse a los judíos dispersos en las naciones, continuando luego a través del ministerio de Pedro y después de Pablo, a los gentiles del mundo.
El plan de Dios siempre ha sido llevar el evangelio a las naciones para que todo el mundo crea en Su Hijo y lo adore. Así que, las profecías del Antiguo Testamento, y el libro de los Hechos, incluyendo el momento en que el evangelio comenzó a expandirse por todas las naciones, ¡todo aquello es solo un anticipo de la Nueva Jerusalén que vendrá al final de los tiempos!
En Apocalipsis 21:23 dice:
«La ciudad [esta Nueva Jerusalén que descenderá del cielo de Dios] no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera».
Ya no necesitaremos estrellas, sol ni luna para iluminar nuestras tinieblas. La gloria de Dios será la que ilumine toda la ciudad, ¡y el mundo entero!
Versículo 24: Por Su luz…
«Las naciones andarán en Su luz y los reyes de la tierra traerán a ella su gloria».
Todo lo que tenemos viene de Ti y todo te pertenece a Ti. Eso es lo que nos recuerdan los Reyes Magos.
Por eso, hoy, cuando tratamos de convertirnos en adoradoras más alegres, serios y generosos, las Escrituras nos hacen un llamado a imitar a esos sabios, y cuando lo hacemos, también damos a los demás una visión y un anticipo de ese gran día en el que todo el mundo se postrará, adorará, se inclinará y honrará a Cristo, y traerán toda su gloria y la pondrán a los pies de Aquel a quien pertenece toda la gloria.
¿Estás deseando que llegue ese día? ¡Yo sí! ¡Gracias, gracias, Señor!
Débora: ¡Amén! Es tan alentador mirar hacia los capítulos finales de la historia. ¿Esperas con ansias ese día? ¡Yo sí! Ante los tristes eventos que están ocurriendo en el mundo entero [y que siempre van a ocurrir], nosotras podemos sentir desánimo, tristeza, ansiedad, temor y un sinnúmero de emociones que pueden desviar nuestra atención de aquel que regresará en gloria. ¡Esperemos con ansias ese día!
Mañana, Nancy concluirá esta serie titulada «Sabios, reyes y la Providencia de Dios». ¡Te esperamos!
Llamándote a ser un adorador alegre, serio y generoso, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Colabora con nosotras
Tenemos el privilegio de proporcionar las transcripciones de estos mensajes vivificantes. Si el Señor ha usado Aviva Nuestros Corazones para bendecir tu vida, ¿considerarías donar hoy para ayudar a cubrir los costos y expander el mensaje?
Donar $5
Únete a la conversación