La estrella
Débora: ¿No sería maravilloso que Dios siempre nos dirigiera con señales milagrosas? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Estamos deseando tener una estrella todo el tiempo, señalándonos: «¡Sí! Ve por ese camino. Ve por ahí. Sí, la voluntad de Dios es ese camino». Queremos saber con los ojos físicos en qué dirección nos está guiando el Señor.
Pero a veces no hay ninguna estrella que podamos ver, y tenemos que seguir caminando en obediencia y fe, apoyándonos en lo que ya hemos visto. Confiando en que Dios seguirá guiándonos mientras damos un paso a la vez.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 8 de enero de 2025.
¿Sabías que la Biblia habla mucho de las estrellas? Una estrella en particular desempeña un papel importante en la historia de la Navidad. …
Débora: ¿No sería maravilloso que Dios siempre nos dirigiera con señales milagrosas? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Estamos deseando tener una estrella todo el tiempo, señalándonos: «¡Sí! Ve por ese camino. Ve por ahí. Sí, la voluntad de Dios es ese camino». Queremos saber con los ojos físicos en qué dirección nos está guiando el Señor.
Pero a veces no hay ninguna estrella que podamos ver, y tenemos que seguir caminando en obediencia y fe, apoyándonos en lo que ya hemos visto. Confiando en que Dios seguirá guiándonos mientras damos un paso a la vez.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 8 de enero de 2025.
¿Sabías que la Biblia habla mucho de las estrellas? Una estrella en particular desempeña un papel importante en la historia de la Navidad. Hoy, Nancy nos va a hablar del propósito de las estrellas y de cómo su creación nos señala al Señor mientras continúa en la serie «Sabios, reyes y la providencia de Dios».
Nancy: Bueno, hace un par de días celebramos en el calendario de la Iglesia, según la tradición, lo que se conoce como la Epifanía, el 6 de enero. Epifanía significa aparición o revelación. Es una fiesta que sigue a los doce días de Navidad, del 25 de diciembre al 5 de enero. Esta fiesta está relacionada con la visita de los Reyes Magos al Niño Jesús.
Permíteme pedirte que me acompañes en tu Biblia, ya sea en tu celular o en tu Biblia física, al capítulo 2 de Mateo. Siempre me gusta que me sigas en tu Biblia cuando es posible. Y, por supuesto, si estás conduciendo, sigue escuchando, y no intentes abrir tu Biblia. Pero si puedes, quiero que veas la Palabra con tus propios ojos, porque lo que Dios tiene que decir es mucho más importante que cualquier cosa que yo pueda tener que decir al respecto.
Así que Señor, ¿abrirías nuestros ojos, nuestros oídos, nuestros corazones para ver y recibir Tu Palabra, Tu Espíritu Santo y a Cristo en estos momentos? Te lo ruego en el nombre de Jesús, amén.
Estamos en Mateo, capítulo 2, versículo 1: «Después de nacer Jesús en Belén de Judea…».
Por eso, emitimos esta serie en enero, porque lo que sigue precedió al nacimiento de Cristo, a diferencia de todos los pesebres y los nacimientos que acabamos de guardar, empaquetados en cajas, es algo que no tuvo lugar en el pesebre con los pastores. Esto es algo que tuvo lugar algunas semanas o meses o incluso un par de años después del nacimiento de Cristo.
Y así nos lo dicen las Escrituras:
«Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios del oriente llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella…» (vv. 1-2).
Ahora, quiero que subrayes, o encierres en un círculo, esa palabra estrella. La vas a ver varias veces en este pasaje, así que quiero que te fijes cada vez que aparezca.
«Porque vimos su estrella en el oriente y lo hemos venido a adorar» (v. 2).
Una estrella, Su estrella, a veces llamada la Estrella de Belén, les dio a conocer el nacimiento, pero no solo de un rey de los judíos. Herodes era un rey de los judíos. Pero Dios les estaba manifestando, dándoles esta epifanía, esta revelación del Rey de los judíos, con Rey con R mayúscula, el Mesías, por mucho tiempo prometido y largamente esperado de Israel, que también sería Rey del mundo entero.
«Vimos Su estrella y lo hemos venido a adorar». Versículo 3:
«Cuando lo oyó el Rey Herodes, se turbó [Él no celebró como se podría haber pensado que lo haría], y toda Jerusalén con él. Entonces, el rey reunió a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, y averiguó de ellos dónde había de nacer el Cristo [el Mesías]. Y ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta…”» (vv. 3-4).
Y luego vemos la profecía de Miqueas, capítulo 5, que ellos citaron. Ellos conocían esta profecía, y sabían que el Mesías iba a venir y dónde iba a nacer. Versículo 7:
«Entonces Herodes llamó a los sabios en secreto y de ellos determinó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella».
«¿Cuánto hace que la vieron? ¿Dónde estaba en el cielo? ¿Cuándo se les apareció? ¿Cuánto tiempo ha pasado?».
Y luego vemos lo que hizo Herodes con ese conocimiento en el versículo 8: «Y enviándolos a Belén…». No fue con ellos. Él no les dijo: «Permítanme enviar a algunas personas para que vayan con ustedes».
«Y enviándolos a Belén, dijo: “Vayan y busquen con diligencia al Niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore”».
Y como dijimos ayer, si realmente Herodes hubiera querido adorar a ese Niño, si esa hubiera sido la verdadera intención de su corazón, que sabemos que no lo era, habría o podría haber ido con ellos. Pero él simplemente los envió.
Versículo 9:
«Después de oír al rey, los sabios se fueron; y la estrella [aquí aparece de nuevo la estrella] que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo en el lugar donde estaba el Niño. Cuando vieron la estrella [y esta es la cuarta referencia a la estrella en este pasaje], se regocijaron mucho con alegría».
Ahora, hemos imaginado, y lo mencioné anteriormente en esta serie, que la estrella se elevó sobre Jerusalén. Ellos la vieron desde el Lejano Oriente, ya fuera desde Babilonia o Persia o Yemen de hoy, en algún lugar de esa parte del mundo, probablemente a miles de kilómetros de distancia. Pero estos hombres eran estudiosos de las estrellas y de los cielos. Ellos vieron esa estrella y la siguieron hasta Jerusalén.
Pero las Escrituras no dicen eso. Sugieren, de hecho, que la estrella que habían visto por primera vez, cuando estaban en su propio país, les señaló hacia Jerusalén. Ellos vieron dónde estaba, pero luego la perdieron de vista mientras viajaban.
Debieron tener muy claro a dónde fueron enviados. Así que emprendieron ese viaje con fe. Y ahora, cuando llegaron a Jerusalén, la estrella reapareció para guiarlos hasta Belén, y señalarles el objeto de su búsqueda.
Y tengo que reconocer que siempre queremos tener pruebas visibles, ¿no es cierto? Queremos tener la estrella ahí todo el tiempo, señalándonos: «¡Sí! Ve por ese camino. Ve por ahí. ¡Sí! Ve en esa dirección. Sí, la voluntad de Dios es ese camino. Sí, lo encontrarás».
Queremos ver; queremos sentir; queremos poder tocar; queremos saber por nuestros sentimientos, por los ojos físicos, en qué dirección Dios nos está guiando. Pero hay veces en que no podemos ver ninguna estrella, y tenemos que caminar en obediencia y en fe, apoyándonos en lo que ya hemos visto. Confiando en que Dios nos está guiando mientras damos un paso a la vez.
Así que, fue intrigante para mí que probablemente esa estrella no fue vista por ellos durante todo este viaje. Apareció, fueron en esa dirección, pusieron un pie delante de otro, y llegaron a Jerusalén. Luego, durante las últimas seis millas de su viaje de Jerusalén a Belén, la estrella los condujo hasta el lugar donde nació Jesús.
Dios sabe cuándo necesitas algo en tu vida; Él sabe cuándo necesitas pruebas, y también sabe cuando necesitas caminar por fe en lo que Él ya te ha mostrado.
Así que, hoy veremos qué dice la Palabra de Dios acerca de las estrellas. Ahora, quiero decirte de antemano que esto podría ser toda una serie, y tal vez algún día lo será. Pero en esta ocasión solo voy a sacar algo de lo que las Escrituras dicen acerca de las estrellas.
Pero, también quiero hablar brevemente sobre lo que sabemos de esa estrella que guió a los Sabios a Belén cuando Cristo nació.
Y, por último, quiero que veamos qué significa para nosotras la aparición de esa estrella a la hora de conocer y de seguir a Cristo.
En primer lugar, las Escrituras nos muestran que conocemos muy poco sobre las estrellas que miramos y disfrutamos tanto, en el firmamento, en el cielo nocturno. Incluso aquellos que son astrónomos y expertos saben muy poco acerca de las estrellas. Pero esto es lo que sí sabemos: sabemos que fueron hechas por Dios y que fueron hechas para Su placer y Sus propósitos.
El Salmo 33, versículo 6 dice: «Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo Su ejército por el aliento de Su boca».
Por la Palabra del Señor, por el aliento de Su boca. Recuerdas que en el primer día de la creación, en Génesis capítulo 1, Dios dijo: «“Sea la luz”. Y hubo luz», pero era una especie de luz general.
Luego llegamos al cuarto día de la creación, donde Dios creó múltiples fuentes o generadores de luz: el sol, la luna y las estrellas. Vemos que Él tenía un propósito en mente para estas luces, para estas lumbreras. Génesis 1, a partir del versículo 14, dice:
«Entonces dijo Dios: “Haya lumbreras [más arriba en el capítulo dice: «Sea la luz». Ahora dice «Haya lumbreras»] en la expansión de los cielos [aquí hay otro propósito] para separar el día de la noche, y sean [y aquí hay otro propósito] para señales y para estaciones y para días y para años; y sean por luminarias en la expansión de los cielos [ese es otro propósito] para alumbrar sobre la tierra”.
Y así fue. Dios hizo las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominio del día y la lumbrera menor [la luna] para dominio de la noche. Hizo también las estrellas [No olvides las estrellas. No son las luces más grandes, pero son luces que Dios hizo]. Dios las puso [sol, luna y estrellas] en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para dominar el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que era bueno» (vv. 14-17)
Creadas de Dios, para Su placer y Sus propósitos.
En la antigüedad, muchas personas adoraban al sol, la luna y las estrellas como si fueran dioses, dioses con «d» minúscula. Pero este pasaje de Génesis 1, nos recuerda que las estrellas, el sol y la luna no deben ser adorados, porque no son dioses. Fueron creados por el único Dios vivo y verdadero. Él las creó para que brillaran en un patrón ordenado, no aleatorio, sino predecible: para dividir el día y la noche, y una estación de otra. No fue poca cosa que Dios creara el sol, la luna y todas las estrellas.
Los astrónomos calculan que solo en nuestra Vía Láctea hay unas 100 mil millones de estrellas. Eso son muchos ceros; ¡Esas son muchas estrellas!
Hay unas 2 trillones de galaxias en el universo observable y no sabemos cuántas hay que no podemos ver. Hay un profesor de astrofísica en el Reino Unido que dice que hay unas 100 millones de estrellas en una galaxia promedio y 2 trillones de galaxias que conocemos, y hay 100 mil millones de estrellas solo en nuestra galaxia. ¡Eso es un montón de estrellas! Y Dios es el Creador de todas ellas.
Y el Salmo 147, versículo 4, dice que: «Él [Dios] cuenta el número de las estrellas, y a todas ellas les pone nombre».
Esos números que acabo de mencionar, son un aproximado de la cantidad de estrellas que realmente existen. Nosotros no sabemos cuántas estrellas hay, pero Dios sí. Y no solo lo sabe, sino que, como dice el Salmo 147: «a todas ellas les pone nombre».
Dios sabe cómo se llaman; Él las nombra; conoce a cada una de ellas. Conoce sus características, y conoce a cada una por su nombre, las diferencia una de otra y sabe cuántas hay. Así que las estrellas no son simplemente un paisaje masivo de luces.
Las estrellas revelan el poder de Dios, la habilidad de Dios y el carácter de Dios. Y lo vemos en las Escrituras. El Salmo 19: «Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos» (v. 1).
Y ese Salmo 19, es un sermón sobre el poder de Dios, la habilidad de Dios, la grandeza de Dios cuando sales y miras el cielo nocturno.
Job capítulo 9, versículo 4 dice: «Sabio de corazón y robusto de fuerzas… Él es el que hace la Osa, Orión y las Pléyades, y las cámaras del sur; el que hace grandes cosas, inescrutables, y maravillas sin número» (vv. 4, 9-10).
Así que ves las estrellas, la luna, el sol, el cielo diurno, el cielo nocturno, y no puedes salir de allí sin asombrarte de lo grande que es Dios, de lo vasta que es Su creación, de lo infinito que es Él, y, sin embargo, de cuán personal es el Señor para conocer el número y los nombres de todas esas estrellas.
Pero las estrellas también nos dicen algo sobre el corazón de Dios para nosotras; el corazón de Dios para la humanidad. El salmista sintió eso en el Salmo 8, versículo 3, cuando dijo: «Cuando veo Tus cielos…», algo que quizá no nos tomamos el tiempo suficiente para hacer, para mirar, y para reflexionar.
«Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre para que lo cuides?» (vv. 3-4).
Este Dios poderoso, majestuoso, omnipotente, que puso las estrellas y los planetas y el sol y la luna y la tierra en el espacio, todo aquello, y lo mantiene unido por el aliento de Su boca, la palabra de Su boca y por el trabajo de Sus manos, Él sabe dónde está cada una. Él ha puesto a cada una en su lugar.
¿Y qué nos dice esto acerca de cómo Dios cuida de nosotras? Hay siete mil millones de personas en este planeta, y Dios sabe cuántos son exactamente; Él no tiene que redondear el número. Él sabe cuántos nacieron y cuántos murieron en la última hora, y cuál es el nuevo número. Él conoce a cada uno por su nombre; conoce las diferencias, los distintivos, y las características de cada uno.
El Señor se preocupa por nosotras, y si Él se preocupa por esas estrellas, ¿no se preocupa mucho más por nosotras que fuimos creadas a Su imagen?
Ahora, en el libro de Números, capítulo 24, y esto nos acerca a los Reyes Magos y a la estrella de Belén, hay una profecía sobre una estrella que señalaría a un Rey que surgiría de Israel. Esa profecía proviene de una fuente inesperada: del profeta Balaam (hace un tiempo hicimos toda una serie sobre Balaam. Puedes ir y consultarla).
Balaam era un profeta pagano que, de una manera inusual, fue utilizado por Dios. Él vivió cerca de Babilonia. Pudo haber sido un predecesor de los sabios de Babilonia en los días de Daniel, que al mismo tiempo pudieron haber sido predecesores de los sabios en los días de Cristo, de los que estamos hablando esta semana.
Y en Números capítulo 24, comenzando en el versículo 17, hay una profecía, palabras que el Espíritu de Dios puso en boca del profeta Balaam. Él dice: «…una estrella saldrá de Jacob, y un cetro…». ¿Qué es un cetro? Bueno, algo que los reyes usan para gobernar; es un símbolo de autoridad. «…y un cetro que se levantará de Israel que aplastará la frente de Moab y derrumbará a todos los hijos de Set».
Y luego el versículo 19 nos dice: «De Jacob saldrá el que tendrá dominio, y destruirá al remanente de la ciudad».
Ahora, no vamos a desarrollar toda esa profecía, pero está claro que en este período del Antiguo Testamento, hubo una profecía de una estrella que vendría como una señal de que un Rey se levantaría de Israel, y este Rey tendría autoridad, no solo sobre Israel, sino sobre todas las naciones de la tierra, y usaría su reinado para juzgar a los que se le opusieran.
Y vemos en otro pasaje que usaría su reinado para bendecir y traer la salvación a los que creyeran en Él: una estrella y un cetro.
Los sabios de la época de Cristo descendían de los sabios de la época de Daniel, que probablemente también conocían las profecías de la época de Balaam. Es muy posible que los sabios de los tiempos de Cristo también conocieran esta profecía. Así que fue otra pista que les mostró que esa estrella en el cielo era algo especial. No era normal, era algo inusual que les estaba comunicando que ese era el símbolo, la señal, de que ese Rey había nacido.
Entonces, ¿qué era esa estrella que guió a los sabios a Belén? Bueno, déjame decirte que yo no lo sé, y tú tampoco lo sabes.
Hace un tiempo hablaba de esto con una amiga, ella me decía: «Siempre he pensado que fue la Estrella Polar la que guió a los Reyes Magos hasta Jesús».
Bueno, puede que tú también hayas pensado eso. La verdad es que yo no pienso que fuera así. ¿Qué hizo que esa Estrella del Norte fuera diferente esa noche de cualquier otro momento en que brillara intensamente? Sin embargo, mucha gente piensa que fue esa estrella.
Ha habido muchos intentos de dar una explicación científica para esa estrella: algunos creen que fue un cometa, y eso se asocia a veces con acontecimientos históricos importantes, como el nacimiento de reyes. Pero los registros de avistamientos de cometas no coinciden con la fecha del nacimiento de Cristo.
Otros han dicho que tal vez fue una combinación de dos o más planetas que iluminaron el cielo por la noche porque estaban muy cerca el uno del otro. Pero ese tipo de combinación planetaria ocurre con bastante frecuencia, así que probablemente no habría parecido tan inusual para los sabios de la época de Cristo. Y, por lo general, los planetas no se acercan tanto entre sí como para parecer una sola fuente de luz.
Otros han dicho que tal vez fue una supernova, que es una estrella rara que explota. Es extremadamente brillante que incluso se puede ver durante el día. No hay ninguna de esas supernovas registradas en la época del nacimiento de Cristo. Pero leí a un comentarista, que tiene conocimiento sobre la ciencia, y él piensa que esa puede ser la explicación más probable.
También se ha sugerido que tal vez el resplandor que vieron en el horizonte (desde sus países en Oriente) era la gloria del Señor que los pastores vieron cuando las huestes de ángeles iluminaron los cielos cerca de Belén la noche en que nació Cristo, que a los magos les habría parecido una estrella desde su patria lejana (y yo pienso que esa es una hipótesis interesante que vale la pena considerar).
Pero la verdad es que pienso que no hay manera de saberlo con seguridad. Lo que sí sabemos es que las estrellas fueron creadas para ser utilizadas como señales. Génesis 1 nos dice que Dios creó las estrellas para el día y la noche, para los tiempos y las estaciones.
Así que, basándome en lo que he leído (y debo decir que no soy una experta en esto y mucho menos astrónoma), pero, pienso que las Escrituras no nos lo dicen con seguridad. Se utiliza la palabra «estrella», y pienso que probablemente fue un fenómeno astronómico sobrenatural que Dios creó para esta ocasión especial. Era una estrella, pero era diferente a cualquier estrella que jamás haya existido
Y es interesante que en apocalipsis 22:16, Cristo es llamado El lucero (La Estrella) resplandeciente de la mañana.
Entonces, ¿no te parece apropiado que Dios anunciara el nacimiento de Cristo con una estrella especial que nunca se había visto antes? Los sabios dijeron: «Hemos visto Su estrella». Pero no era solo la estrella de Belén, sino la estrella que Dios puso o hizo que brillara más, o que de alguna manera hizo que estuviera en el cielo cuando Cristo nació, para guiar a estos sabios hacia Él.
Ahora, cuando pensamos en esa estrella, y mucho de lo que he dicho quizás sea solo especulación, pero lo diré de nuevo: no lo sabemos; pero pienso que las Escrituras nos habrían dicho más si necesitáramos saber más.
Sin embargo, hay algunas cosas en las que pienso cuando considero qué significa esto para nosotras y para nuestras vidas hoy.
Número uno: caminamos en la oscuridad en este mundo. Este mundo está en tinieblas. El príncipe de la potestad del aire es el príncipe de las tinieblas. Este mundo está en oscuridad, y necesitamos luz del cielo que nos motive a buscar a Cristo y nos ayude a encontrarlo. Nunca lo encontraremos por nosotras mismas; este mundo es demasiado oscuro.
No sabríamos dónde encontrarlo o cómo encontrarlo, y tampoco está en nosotras el deseo de encontrarlo hasta que Dios trae luz, la luz de Su Espíritu, en nuestros corazones. Y eso es lo que hace el Espíritu Santo: Él ilumina nuestros corazones, porque no es solo nuestro mundo que está en oscuridad.
Nuestros corazones están en oscuridad y en pecado. Por eso necesitamos la luz del cielo.
Y hay una oración maravillosa en el Salmo 43, versículo 3, que yo he orado muchas veces a lo largo de los años. Y esta semana se me ocurrió que esta oración es apropiada cuando pensamos en los Reyes Magos. Dice así:
«Envía Tu luz y Tu verdad; que ellas me guíen,
que me lleven a Tu santo monte
y a Tus moradas».
Esas son palabras que deben llevarnos a orar diciendo: «Señor, si Tú no me guías, si Tú no pones luz en mi corazón, la luz de Tu Palabra, la luz de Tu Espíritu, la luz de Cristo para guiarme a Ti, nunca te encontraré, sino que permaneceré en la oscuridad».
Y mencioné esto hace unos momentos: tendemos a querer algún tipo de fenómeno sobrenatural que confirme nuestra fe y que sostenga nuestra fe en tiempos difíciles y oscuros.
¿Recuerdas cómo los discípulos, Pedro, Santiago y Juan, vieron a Cristo glorificado en el Monte de la Transfiguración? Una gloria sobrenatural: la gloria de Dios vista en Cristo. Fue como si Dios hubiera corrido la cortina del cielo para que ellos pudieran ver la gloria que Cristo tenía desde la eternidad pasada. Y años más tarde, ya anciano, Pedro recordando ese momento, y en 2.ª Pedro, capítulo 1, versículo 16, dice:
«. . . fuimos testigos oculares de Su majestad [¿no te encantaría haber estado allí y decir como Pedro: “yo estuve allí, lo vi con mis propios ojos”?]. Pues cuando Él recibió honor y gloria de Dios Padre, la Majestuosa Gloria le hizo esta declaración: “Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido”. Nosotros mismos escuchamos esta declaración, hecha desde el cielo cuando estábamos con Él en el monte santo» (vv. 16-18).
Pedro está diciendo: «Lo vimos en Su gloria. Escuchamos la voz de Dios. Estuvimos allí con Él en este momento asombroso y sobrenatural».
Pero luego Pedro continúa recordándonos que lo que ellos vieron, y oyeron, y experimentaron en ese momento no fue un testimonio mayor ni una luz más poderosa que la que tenemos en la Palabra de Dios:
«Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en sus corazones» (v. 19).
Entonces, lo que Pedro nos está diciendo es que la Palabra de Dios, ilumina nuestros corazones por el poder del Espíritu de Dios, y brilla en nuestras tinieblas, y nos conduce a Cristo. Y ese es el sentido de este Libro, ser una luz en nuestro camino que nos lleve a Cristo. Y también él dice: «Haces bien en prestar atención a esto. No necesitas una experiencia en el Monte de la Transfiguración porque tendremos una muy pronto en el cielo».
«Pero», él dijo, «aunque no tengas eso, tienes una Palabra que está plenamente confirmada, más que cualquier cosa que pudieras ver, o tocar, o saborear, u oler en esa experiencia, y es la preciosa Palabra de Dios».
Y finalmente, se nos recuerda que Jesús es la Luz del mundo, la Estrella, con «E» mayúscula, que nos conduce al Padre.
Apocalipsis 22, versículo 16, dice: «Yo soy la raíz y el descendiente de David, el lucero resplandeciente de la mañana».
Como creyentes no estamos simplemente siguiendo un libro religioso antiguo. Estamos creyendo en un Libro que apunta a Cristo, y estamos creyendo por fe a ese gran Señor y Salvador que dice: «Yo soy el lucero resplandeciente de la mañana».
Él es la Estrella. Él es el resplandor. Él es la belleza. Él es el que vino a esta tierra para ser la estrella resplandeciente de la mañana, para guiarnos en nuestra oscuridad hacia el Padre.
Así que, gracias, gracias, Señor, por Tu Palabra. Gracias por Cristo. Gracias por la estrella que condujo a los magos hasta Jesús. Y es ese mismo Cristo, la estrella resplandeciente de la mañana que nos condujo hoy a Tu santa presencia. Te damos gracias, en el nombre de Jesús, amén.
Débora: ¡Amén! Qué maravilloso es que el Señor usara una estrella para dar a conocer el nacimiento de Cristo. Nancy DeMoss Wolgemuth nos llevará a profundizar acerca de cómo el Señor usa la estrella y Su creación para señalarnos hacia Él.
Nancy, acabas de hablar de Cristo como la estrella brillante de la mañana, como se describe en Apocalipsis 22. Y no hay luz más poderosa que Su Palabra.
Nancy: Así es, y eso es porque la Palabra de Dios es una luz que nos lleva a Cristo. Entonces, cuando estudiamos la Biblia, la Palabra escrita de Dios, en última instancia estamos estudiando a Cristo, quien es la Palabra viva de Dios.
Eso es lo que hacemos día tras día aquí en Aviva Nuestros Corazones. Y queremos proporcionarte recursos bíblicamente ricos que te lleven a la Palabra de Dios, la cual te llevará a Cristo.
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