Cómo escoger la calma en medio de la tormenta
Nancy DeMoss Wolgemuth: No está mal preguntar, ¿por qué?
Débora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Pero ¿estás tú preguntando con esa agitación y ese impulso que dice> «Dios, si no me explicas esto, no Te amaré, no confiaré en Ti, no Te obedeceré?».
O estás haciendo la pregunta con ese corazón que busca diciendo: «Dios, quiero conocer más de ti. Quiero conocer más de Tus caminos, quiero entender lo que Tú quieres mostrarme a través de esto; pero si tengo que vivir con el misterio y con las interrogantes por el resto de mi vida, aun así voy a confiar en Ti, voy a obedecerte, voy a amarte».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 3 de septiembre de 2024.
¿Sabías que tienes la opción de aquietar tu corazón? Nancy te mostrará cómo elegir intencionalmente la …
Nancy DeMoss Wolgemuth: No está mal preguntar, ¿por qué?
Débora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Pero ¿estás tú preguntando con esa agitación y ese impulso que dice> «Dios, si no me explicas esto, no Te amaré, no confiaré en Ti, no Te obedeceré?».
O estás haciendo la pregunta con ese corazón que busca diciendo: «Dios, quiero conocer más de ti. Quiero conocer más de Tus caminos, quiero entender lo que Tú quieres mostrarme a través de esto; pero si tengo que vivir con el misterio y con las interrogantes por el resto de mi vida, aun así voy a confiar en Ti, voy a obedecerte, voy a amarte».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 3 de septiembre de 2024.
¿Sabías que tienes la opción de aquietar tu corazón? Nancy te mostrará cómo elegir intencionalmente la quietud. Ella continúa en una serie titulada, «Un corazón en quietud».
Nancy: Quiero invitarte a que en estos días me acompañes a meditar en el Salmo 131, a internalizarlo, a hacerlo parte de tu manera de pensar, parte de tu respuesta. Son solo tres cortos versículos, pero ¡qué ricos son! Estamos estudiando estos versículos para aprender cómo tener y cómo mantener un corazón en calma.
Permíteme leer el pasaje. Salmo 131 versículo 1 dice:
«Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; [habíamos dicho que esa es la actitud de humildad, y luego vimos la actitud del corazón de sencillez y simpleza]. Ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma, espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre» (RV 1960).
Estamos enfocándonos en la segunda parte del versículo 1, y esta es una frase que se ha convertido en una parte muy importante de mi vida. Es simplemente grandiosa, y vuelvo a ella una y otra vez. Yo no ando en cosas demasiado grandes o demasiado sublimes para mí. Quisiera que nos enfoquemos hoy en una ilustración del Antiguo Testamento, donde alguien aprendió de la manera más dura a no andar en cosas grandes o demasiado altas para él.
Es el personaje del Antiguo Testamento llamado Job. Ya conoces la historia y no tengo que narrarte mucho de lo que le sucedió. Sabes que este es un hombre que soportó enormes sufrimientos, la pérdida de sus posesiones, la pérdida de su familia y de su salud. Y cuando todas esas catástrofes tocaron la vida de Job, su primera respuesta, según leemos en los primeros capítulos del libro que lleva su nombre, fue tener un corazón quieto y un corazón confiado.
Digo, es un ejemplo increíble. Él dijo: «Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito». Y dice la Escritura que en esos primeros días, Job no pecó con su boca. Él no acusó falsamente a Dios. Él dijo: «¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? Dios es Dios. Él puede hacer como le plazca» (paráfrasis de Job 1:21-22; 2:10).
Eso es un corazón en quietud. Eso es un corazón confiado. Eso es lo que vemos en Job cuando inició su sufrimiento. Pero el reto a veces no está en la primera oleada de sufrimiento.
El padre de un amigo falleció repentinamente la semana pasada, y le pregunté cómo estaba su madre. Él dijo, «bueno, ahora mismo está muy bien, porque está acompañada. Con ella está la familia y los amigos. Es una crisis. Es una emergencia. La adrenalina está alta. Ella está bien.
La prueba realmente es,
- ¿Cómo te sientes a lo largo del camino?
- ¿Cómo te sientes cuando el sufrimiento no cesa?
- ¿Cómo te sientes cuando tu cónyuge no regresa?
- ¿Cómo te sientes cuando se trata de un dolor crónico, o de un sufrimiento crónico, o de problemas crónicos?
Bueno, mientras Job se adentra en el sufrimiento y este continúa, él comienza a tratar de entender los propósitos de Dios para su sufrimiento y para su dolor. Mientras conversa con sus supuestos amigos, estos comienzan despertar pensamientos ansiosos dentro de Job, y él termina muy agitado.
Job comienza con un corazón quieto, pero entonces comienza a cuestionar a Dios, a sus amigos, a sí mismo, y a cualquiera que le escuchara, todas esas preguntas que inundaban su mente. Todo se resume en la pregunta por qué. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué esto? Lo que ocurre mientras continúa el libro es que Job comienza a tratar de entender cosas que son inimaginables. Y como no puede entender, en vez de contentarse con el misterio…
Pero ahora, siendo justos, ten en mente que él es un hombre que se encuentra en una gran miseria. Pero en lugar de abandonar sus preguntas y sus respuestas a Dios, él comienza a luchar con Dios. Él comienza a lanzarle a Dios sus preguntas una tras otra.
Lo frustrante de todo es que Dios no le responde. Así que él continúa haciendo preguntas. Esta situación se mantiene durante la mayor parte de los primeros treinta y tantos capítulos del libro. Finalmente llegamos al capítulo 38, a partir del versículo 1, donde finalmente Dios le contesta a Job.
«Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás» (RV 1960).
Así que Dios responde a las preguntas de Job diciéndole: «Job, yo tengo mis propias preguntas. Ahora dime si conoces las respuestas».
Y comenzando desde el capítulo 38 en adelante, Dios le da a Job un examen exhaustivo. ¡Pero uno bien difícil! Allí hay 55 preguntas, y es una detrás de la otra. El otro día mientras las leía, me imaginaba esas máquinas de lanzar pelotas en la caja de bateo, donde las pelotas no paran de salir, a no sé cuántas millas por hora, ¡y vienen bien rápido! Es como que un niño pequeño esté recibiendo estas bolas a 80 millas por hora. Él no va a poder batear ninguna. Es simplemente imposible.
Las preguntas seguían llegando. Dios continuaba lanzándole a Job pregunta tras pregunta. «Job, ¿dónde estabas tú cuando yo ponía los planetas en órbita? ¿Dónde estabas tú cuando yo plantaba los fundamentos de los océanos y de la tierra? Job, ¿dónde estabas tú cuando yo encendí la luz? Job, ¿dónde estabas cuando todo era oscuridad?
Él comienza a hacer todas estas preguntas acerca de la naturaleza, acerca del mundo físico y sobre las cosas que vemos cada día y damos por sentado. «Job, ¿puedes explicar la lluvia? ¿Puedes explicar el granizo? ¿Puedes explicar cómo funciona el sol? ¿Puedes explicar el eclipse que sucedió anoche? Job, responde a Mís preguntas».
Y Job está sin palabras. Bueno, luego de las primeras 40 preguntas, llegamos a Job capítulo 40 el versículo 1: «Además respondió Jehová a Job, y dijo: ¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto». Es como si Job estuviera tratando de encontrar aliento. Comenzando en el versículo 3 del capítulo 40, Job le responde al Señor: «He aquí que soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos veces, mas no volveré a hablar».
«¡Dios, ya puedes parar la máquina de lanzar pelotas!» Pero Dios no ha terminado. Aún tiene unas cuantas preguntas más. Él quiere asegurarse de que Job conoce quién es Dios y quién no; así que vuelve a lanzar las pelotas hacia Job. «Cíñete ahora como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me responderás. ¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?» (Job 40: 7-8).
Y ahora vienen 15 preguntas más, una tras otra, cada una más difícil que la anterior; sobre el mundo creado, sobre toda clase de animales de los cuales nosotras no hemos oído ni sabemos cómo son. Dios lo que quiere es que Job vea que hay muchas cosas que no podemos comenzar a entender. No trates de pensar que puedes entender la razón de este sufrimiento.
Entonces llegamos a esa gran declaración de confesión y arrepentimiento, en Job capítulo 42, comenzando desde el versículo uno:
«Entonces Job le respondió al Señor y le dijo: «Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. (Tú lo dijiste, oh Dios) ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. (Me dijiste) Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás» (vv. 1-4).
[Entonces Job le dice a Dios]: «De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza» (vv. 5-6).
No está mal preguntar por qué, pero ¿estás tú preguntando con esa agitación y ese impulso que dice: «Dios, si no me explicas esto no te amaré, no confiaré en ti, no te obedeceré?». O estás haciendo la pregunta con ese corazón que busca diciendo: «Dios, quiero conocer más de ti. Quiero conocer más de Tus caminos, quiero entender lo que Tú quieres mostrarme a través de esto; pero si tengo que vivir con el misterio y con las interrogantes, por el resto de mi vida, aun así voy a confiar en Ti, voy a obedecerte, voy a amarte».
¿Acaso necesitas arrepentirte, como lo hizo Job, de andar tras grandezas y tras cosas demasiado sublimes para ti? Romanos capítulo 11, los versículos 33-36, lo dice de esta manera:
«¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Y la conclusión es la doxología: Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (RV 1960).
¿Entonces, qué haces con tus dudas? ¿Qué haces con aquello que ignoras? Luchas y te afanas, o dices, «Señor, Tú eres Dios; yo no. «Las riquezas de Tu conocimiento y Tu sabiduría son demasiado grandes para mí. Son insondables e inescrutables. Yo no puedo conocer Tu mente. Yo no puedo aconsejarte. Tú no me debes explicaciones.
«Así que Señor, descanso en el misterio. Estoy contenta con el misterio, y sé que lo que sea que estés haciendo en mi vida con esta situación, viene de Ti; y por Ti y para Ti son todas las cosas. Lo que realmente me importa es saber que la gloria será tuya y confío en que así lo harás».
No hace mucho que recibí un correo electrónico de una oyente que decía: «Mi vida es un desastre: mi relación con Dios, con mi esposo, en mi hogar, en el trabajo, en todo. No sé por dónde empezar. Estoy tan ansiosa que no puedo pensar claramente. ¿Podrías ayudarme?».
El pasaje que estamos estudiando en esta serie, solo un corto salmo, el Salmo 131, contiene una ayuda inmensa para personas como la mujer que escribió este correo, y para gente como tú y como yo.
Él continúa diciendo en el versículo 2: «En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre, mi alma está como un niño destetado». Y luego el tercer versículo dice: «Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre» (RV 1960).
Hoy, y en la próxima sesión, queremos enfocarnos en el versículo 2: «En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre». ¿Un corazón en quietud? El salmista dice, «he calmado y acallado mi alma». Y muy frecuentemente eso es lo que necesitamos en este mundo tan ocupado, frenético y agitado en que vivimos. ¿Cómo puedes tener un corazón en quietud?
En este versículo yo veo que tener un corazón tranquilo requiere de una elección consciente. No es algo casual. Él dice: «En verdad que me he comportado y he acallado mi alma». Tomé una decisión. Fui proactivo en cuanto a esto. Le hablé a mi corazón. Es ahí donde necesitamos aprender a aconsejar a nuestros corazones para decirles, «corazón, quédate tranquilo». Es una elección consciente. Él dice: «En verdad», como si hiciera un voto. Un escritor dijo sobre este salmo, «él está obligado y decidido a luchar contra su alma rebelde». Y me gusta eso, porque a veces mi alma se pone realmente rebelde.
Ahora, yo estoy aprendiendo algo y lo estoy viendo en este salmo, y es que tú tienes que aquietar tu propia alma. Nadie puede hacerlo por ti. Tenemos la tendencia a querer que venga alguien y lo arregle, o que nos ayude a mejorar. Y la gente nos puede animar; ellos pueden guiarnos hacia el Señor, pero al final de cuentas somos nosotras las que tenemos que decirles a nuestras propias almas: «alma, quédate callada. Tranquilízate. Espera en el Señor».
Sabes, esta quietud tiene que suceder dentro de nosotras. A menudo tendemos a pensar, «si las cosas externas a mí, las circunstancias externas en mi vida cambiaran, si solo mi esposo esto o aquello, o si tuviera un esposo, o si solo mis hijos tal cosa, o si nuestra casa estuviera en otro lugar, o si fuera de otro tamaño, o si mi trabajo fuera este, o si mi jefe fuera así, o si solo sucediera tal cosa, entonces no sentiría tanta confusión dentro de mí». Pero, ¿sabes qué? La tormenta realmente se encuentra dentro de nuestros corazones. «En verdad que me he comportado y he acallado mi alma».
Ese es un cambio que tiene que ocurrir dentro, porque yo he aprendido que tú puedes cambiar todo tipo de circunstancias en la vida, y aún así, tu alma continuar en agitación. Y por el otro lado, tú puedes tener toda clase de tormentas alrededor de ti, y aún así tener un corazón tranquilo, porque la paz depende de lo que pasa dentro del corazón.
Así que me estoy dando cuenta de que lo que tengo que hacer con mi propio corazón es decirle: «¡Cállate! ¡Aquiétate! ¡Cálmate! ¡Shhh!». Ahora, a veces nosotras tenemos la tendencia a pensar que no tenemos ningún control sobre nuestros corazones y que no podemos hacer nada respecto a cómo nos sentimos. Que no podemos hacer nada sobre lo que sentimos o pensamos.
Hay un libro que me ha sido de gran bendición durante años, y lo he leído en diferentes estaciones de mi peregrinar espiritual. Lo estoy leyendo ahora mismo nuevamente, porque lo necesito otra vez. Su autor es un antiguo místico cristiano llamado Francois Fenelon. El libro se llama «The Seeking Heart». Es uno de mis devocionales favoritos, y sus escritos solo abarcan una o dos páginas, y lo puedes leer en pequeñas dosis.
Una de las cosas que Fenelon dice en su libro, refiriéndose al no poder controlar nuestros pensamientos es:
«Ruega a Dios por calma y reposo interior. Yo sé lo que estás pensando, que controlar tu imaginación no depende de ti. Discúlpame por favor, ¡pero depende muchísimo de ti! Cuando cortas todos los pensamientos inquietos e improductivos que sí puedes controlar, vas a reducir enormemente aquellos que son involuntarios. Dios guardará tu imaginación si tú haces tu parte en no alentar tus pensamientos caprichosos».
Tenemos que refrenar nuestras almas, y bajo el control del Espíritu Santo tomar las riendas y decir: «Alma, cálmate; mente, cálmate». No permitas que tu alma vaya allá. «No me voy a ejercitar en cosas demasiado grandes o demasiado sublimes para mí». Él dice: «En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre. Como un niño destetado está mi alma».
Piensa en un niño que depende de la leche de su madre, del pecho de su madre. Llega un punto, cuando el niño crece y madura, y entonces necesita ser destetado. Pero como sabrás si lo has hecho, el destete es un proceso. No es algo que sucede de la noche a la mañana. No siempre es fácil, a veces implica una lucha.
El infante piensa: «¡No puedo vivir sin esto! ¡Necesito la leche de mi madre; necesito el pecho de mi madre!». Así que en el proceso del destete, el niño podría quejarse y llorar; porque se le está quitando algo sin lo cual él cree que no puede vivir.
El niño que no ha sido destetado, o aquel que está en el proceso del destete, puede ser muy demandante. Tiene que ser a su manera. Sabes que es inherente en los niños, y en los adultos que piensan como niños, el pensar naturalmente: «lo quiero, y lo quiero ahora», y no estar satisfechos hasta que se les dé exactamente lo que quieren.
Pero una vez que el niño ha sido destetado, se le puede ver contento. El niño está contento con cualquier cosa que la madre le provea. El niño está tranquilo. Porque él confía en que la madre le dará lo que él necesita. Ahora, no solo los niños necesitan ser destetados. Nosotros también necesitamos serlo— adultas, hijas de Dios, creyentes. Mientras crecemos espiritualmente, Dios comienza a través de un proceso, a quitarnos cosas sin las que creemos que no podríamos vivir: objetos, comodidad, el deseo de que la vida funcione como yo entiendo. Ese instinto infantil que dice: «La vida tiene que funcionar a mi manera, y tiene que ser ahora».
Dios tiene que destetarnos y llevarnos al lugar donde podemos vivir sin esas cosas de las que dependíamos como niños espirituales. Si nuestra alma es como la de un niño lactante, nuestra alma será demandante, impaciente; estará ansiosa y estresada. Nuestro interior se inquieta, y nuestras mentes se vuelven ruidosas, perturbadas. ¿Sabes lo que es tener un espíritu tumultuoso y sentirse inclinada a llevar un estilo de vida obsesivo?
Algunas de nosotras somos perfeccionistas. Primogénitas, perfeccionistas, con esas tendencias obsesivas. Esas son tendencias de un niño lactante. «El mundo tiene que funcionar a mi manera». Pero si tu alma es como un niño destetado, tu corazón estará calmado; estará tranquilo. La imagen ilustra el descanso que viene después de la batalla. Primero el conflicto, la batalla y luego… «ahh» el descanso. Estoy contenta. Ya no estoy ansiosa.
Un escritor dijo: «Tú solías ser ruidoso, inquieto y demandante. Ahora te sientas tranquilo». Esa es la figura de un niño destetado. Es simple, él no tiene que resolverlo todo. Ahora él confía.
Hace poco estuve conversando con una madre que sentía que tenía el peso del mundo sobre sus hombros, y ella estaba muy emotiva, compartiéndome algunas cosas de su vida y desahogándose conmigo. Mientras estábamos hablando, su hija de cuatro años se le acercó, inconsciente de lo que estaba sucediendo en ese mundo adulto. Ella simplemente se colocó debajo del brazo de su madre, y se anidó a su lado. Era un cuadro muy bello de confianza, descanso y contentamiento.
Luego que la niña se retiró, le dije a la madre: «Así es que Dios quiere que estés, tal como tu niña está contigo, anidada, confiada, descansada, descomplicada, con la fe simple de un niño». Pero eso es muy diferente de como nosotros solemos manejar las situaciones, ¿no es así? Nosotros queremos el control; queremos resolverlo todo, manipularlo todo, y pelear.
Mi nueva palabra es «hiperventilar». Así es como me encuentro frecuentemente. El caos en mi mente comienza a salir, y yo comienzo a hablar más rápido y a decir más; mi tono se eleva y el volumen también. Es así como se manifiesta mi estrés cuando me siento responsable de todo. Ese no es un corazón en quietud. Eso no es un niño destetado.
Un niño destetado significa aquietar mi corazón, estar tranquila en la presencia de mi Padre, confiando en Su sabiduría y amor. No es el tipo de confianza que imagina que los problemas no existen, sino la confianza en que nuestro Padre entiende lo que nosotras no entendemos; que Él puede ver lo que nosotras no vemos, y que Él puede manejar lo que nosotras no podemos. Es confiar en que Él tiene completo control de la situación.
Débora: ¡Tener un corazón en quietud a pesar de las circunstancias! Esto es de lo que Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado hablando el día de hoy.
Si este mensaje ha sido de aliento para ti, te animo a compartirlo con más mujeres. Hazlo fácilmente a través de diversas plataformas por medio de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Quizá hoy puedas describir tu situación actual como «estable», o probablemente no. Algo que puedo asegurarte es que todas pasaremos por momentos de incertidumbre en nuestras vidas, ¿cómo reaccionarás ante ellos? El día de mañana, Nancy te mostrará cómo tener un corazón tranquilo aun cuando no sabes lo que tienes por delante. Te esperamos para este próximo episodio de Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a no solo sobrevivir en la vida cristiana, sino a tener una vida fructífera en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación